El universo de Canción de Hielo y Fuego es vasto y lleno de personajes tanto peculiares como entrañables. Incluso, muchos de los fans de la serie argumentarían que —al menos en el caso de su adaptación televisiva—, pese a sus tramas envueltas en mitología fantástica, épica y conflictos bélicos, son justamente los personajes secundarios quienes hacen brillar la historia en su máximo esplendor. Nombres tan relevantes como Tywin Lannister, Olenna Tyrell, Petyr Baelish y Varys “La araña” fueron solo algunos de los más representativos personajes que cumplieron con la función de dotar a la historia de Game of Thrones - 83% con una profundidad y carácter superlativos. Esto sucedió de tal manera que la serie llegó a padecer su ausencia en el tramo final de su emisión. La Casa del Dragón - 91% ha reproducido exitosamente este rasgo tan característico como provechoso de la serie original de HBO.
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Los nuevos personajes secundarios de los Siete Reinos también trajeron consigo la exploración de nuevos linajes y territorios inexplorados por su antecesora, siendo Marcaderiva la más beneficiada con este hecho. La Casa Velaryon, al igual que la Targaryen, tiene su origen en la Antigua Valyria, y fue de las pocas grandes casas que sobrevivió a su destrucción. Por tal motivo, los integrantes de esta casa poseen gran orgullo en sus orígenes y linaje.
De esta manera, el personaje de Rhaenys Targaryen (Eve Best) cobrará un gran valor para el bando de Los Negros en el desarrollo de la Danza de Dragones.
Nacida en el año 74 después de la Conquista de Aegon Targaryen a Poniente, la princesa Rhaenys fue la única hija del príncipe Aemon Targaryen y Lady Jocelyn Baratheon. A los trece años se volvió jinete de dragón, montando a Meleys, apodada La Reina Roja debido a su apariencia de escamas escarlata y alas rosas. La estampa regia que exhibía al volar con su dragón era de tal poder, que Rhaenys insistió en llegar a su propia boda montando a Meleys. Su padre Aemon, fue Príncipe de Rocadragón, siendo heredero al Trono de Hierro desde su nacimiento hasta su temprana muerte a manos de piratas myrieneses en la costa de Tarth, cuando su hija Rhaenys tenía dieciocho años. Ese mismo año daría a luz a su hija, Laena Velaryon, y dos años más tarde a su hijo, Laenor.
Ante este hecho, se esperaba que ella fuera nombrada Princesa de Rocadragón y heredera a la corona de Jaehaerys I al ser la siguiente en la línea sucesoria al trono de hierro, sin embargo, el rey la pasó por alto nombrando a Baelon Targaryen como su heredero. El año en que Rhaenys cumplía veintinueve años, el título de heredero al trono quedaría nuevamente vacío, ante la muerte inesperada de su tío Bealon. En esta ocasión, el rey convocó a un Gran Consejo, donde todas las casas del reino fueron partícipes de la votación por el próximo monarca de los Siete Reinos. Los pretendientes al trono con un reclamo más fuerte fueron la misma Rhaenys, su hijo Laenor Velaryon y Viserys Targaryen, primogénito de Baelon.
El consejo favoreció a Viserys, quien fue coronado ese mismo año. Por tal motivo, el pueblo llamó a Rhaenys, la reina que nunca fue. Tanto en El Mundo de Hielo y Fuego —enciclopedia oficial sobre el mundo de Canción de Hielo y Fuego—como en la novela Fuego y Sangre, la apariencia de Rhaenys es descrita un tanto distinta a lo visto en la serie de HBO Max. A diferencia de la distintiva cabellera plateada de los descendientes de Valyria, la princesa poseía ojos violetas y una larga cabellera negra, este último rasgo heredado de la Casa Baratheon.
Al tiempo de los hechos de la Danza de Dragones, Rhaenys contaba con cincuenta y cinco años de edad, y, de acuerdo a Hongo, poseía gran belleza en su rostro afilado y su cabello azabache veteado de blanco. Pese a contar con muchos de los defectos de la llamada sangre del dragón, al ser orgullosa y temperamental, también fue conocida por su inteligencia y valentía, al ejercer como regente de Marcaderiva ante la ausencia de Lord Corlys Velaryon y particularmente al montar a su Meleys en batalla portando una armadura de acero y cobre que brillaba al sol.
Ella respaldó al bando de Los Negros, formando parte del Consejo Negro de la reina Rhaenyra (Emma D'Arcy), quien además era la madre de sus nietos —mientras Daemon de sus nietas— quienes eran hasta entonces el futuro de la casa Velaryon. La heroica muerte de Rhaenys también inclinaría la balanza del conflicto de forma decisiva.
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Este final del conflicto es de especial importancia, pues la guerra librada durante la Danza de Dragones significó un parteaguas en la dinastía Targaryen que desataría una serie de eventos —políticos, bélicos y de sucesión al trono—que condicionarían la permanencia de la casa valyria en el poder. Posiblemente, el aspecto más funesto derivado del evento sería la posterior desaparición de los dragones y con ésta el linaje Targaryen se extinguiría en Poniente.
No es casualidad que los consecutivos sucesos históricos en los Siete Reinos fueran en gran medida ecos de lo sucedido durante este periodo violento. La dinámica de personajes y poder permaneció como el eje de la narrativa, extendiéndose mucho más allá de la Casa Targaryen. Sin embargo, el funcionamiento del gran engranaje del poder en el universo de Hielo y Fuego parece resonar de manera singular en las mujeres de su narrativa, pues, aunque las mujeres en el poder es un tópico común en la historia política de Poniente, su tratamiento en La Casa del Dragón - 91% ha sido explorado de manera un tanto distinta a Juego de Tronos.
Y es que la fantasía —y a decir verdad, cualquier género de ficción especulativa— es un terreno fértil para poner a prueba los límites reales de todo aquello establecido hegemónicamente por la sociedad.
Aunque habría que recalcar firmemente, que las novelas de George R.R. Martin no se encuentran a salvo de problemáticas narrativas y temáticas, ya que, en sí mismos, los lineamientos de la tradición medieval literaria e histórica no pueden llegar a adaptarse a la visión moderna del mundo. Pero ciertamente, algunas decisiones creativas polémicas se ven limitadas como la continua perpetuación de la sobresexualización de las mujeres o el mismo hecho de dotarlas con un artificial rol protagonista mientras los héroes masculinos no son sometidos a pagar el mismo precio a cambio de poder, honor y gloria.
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Quizá por eso La Casa del Dragón ha emprendido un rumbo que le permite salir mucho mejor librada que la previa entrega de su universo. En este sentido los personajes femeninos experimentan desarrollos mucho más sustanciosos y trascendentes —al menos a esta altura de la serie, lo que seguramente también repercutirá en la temporada de premios del lado de las actrices. La misma participación de Rhaenys, pese a no contar con el mismo tiempo de pantalla que Rhaenyra Targaryen o Alicent Hightower, augura desde esta etapa temprana un rol determinante en la compleja y dura historia que se avecina. Por tanto, es posible afirmar que los recursos narrativos y estéticos de lo fantástico han sido potencializados de mejor manera en este conflicto localizado en torno a las mujeres de poder en la Casa Targaryen.
Ante esta serie de hechos cuestionados —o no— por la narrativa de Martin, bien se podría recurrir a la naturaleza primigenia del género fantástico, donde la historia obliga al lector a considerar el mundo de la ficción como real y a dudar entre una explicación racional o una sobrenatural de los eventos descritos. Uno de los más grandes teóricos literarios de nuestro tiempo, Tzvetan Todorov, propone que el fantástico se aloja en la incertidumbre y la contingencia. Es decir, que lo fantástico es tal, cuando el lector —o cualquier tipo de audiencia receptora— vacila entre una explicación natural y sobrenatural de un evento extraño.
Esto es fácilmente explicable cuando de dragones, magia y profecías se trata en el universo de Canción de Hielo y Fuego, sin embargo, es igualmente relevante y funcional en cualquiera de los otros niveles narrativos que los componen. Tal es el caso de la representación de las mujeres en este universo.
La autora Rosemary Jackson realiza una exploración a fondo de las implicaciones de lo fantástico con lo subversivo, llegando a reconfigurar lo establecido por Todorov sobre el papel jugado por lo extraño dentro de lo fantástico. La investigadora basa su enfoque en la suposición de que lo fantástico literario nunca es verdaderamente libre de su contexto sociocultural, más allá de los lineamientos del subgénero —como es el caso de la épica fantástica a la que pertenece la mayor parte de la obra de Martin. En su trabajo Jackson nos recuerda que, así como cualquier otro texto o creación artística, la fantasía literaria se produce dentro de su contexto social y afirma que si bien este puede luchar contra los límites de su contexto, no puede entenderse aisladamente de él.
Subraya también que ningún marcador político, como las determinantes de género, escapan a esta idea, por lo que sería ingenuo pensar que el evento extraño descrito por Todorov no se encuentra sujeto al mismo juicio. Lo extraño escapa así de aquello que una sociedad acepta y regula como natural, convirtiéndose en partícipe de lo subversivo.
Aún en pleno siglo XXI, suele pasarse por alto el hecho de que los géneros y modelos narrativos han encontrado a lo largo de su historia una mancuerna altamente prolífica con todas aquellas tramas que abordan lo relativo a sectores marginales de la sociedad. posiblemente, el género fantástico ha explorado la fragmentación de la figura de la mujer como ningún otro.
Durante su historia, y el subsecuente nacimiento de subgéneros directamente ligados a lo fantástico, estas narrativas se han separado paulatinamente de la dicotomía del ángel y el demonio como concepción de la mujer. De la misma manera, la teoría literaria feminista rechaza esta dualidad, pues la imagen de la mujer como ángel —frente a la demoniaca que sale de las normas sociales— es justamente otra narrativa patriarcal victimizante y aleccionadora, que no permite entender a las mujeres como seres complejos y diversos, que se comportan de acuerdo a las distintas realidades que las interseccionan.
Mientras los límites de la realidad son desafiados por la ficción fantástica, lo cierto es que los hechos acontecidos dentro los Siete Reinos está inspirada en eventos históricos de monarquía iglesia. Juego de Tronos comparte similitudes con la Guerra de las Rosas, conflicto que se extendió por cuatro décadas protagonizado por el choque de las casas de York y Lancaster, y por la gran cantidad de giros, vueltas y traiciones que se dieron ella.
Asimismo, La Casa del Dragón - 91% contiene aspectos paralelos a la Anarquía Inglesa, periodo durante el cual estalló una guerra civil tras la muerte de Guillermo Adelin, único hijo legítimo del rey Enrique I. Tras los fallidos intentos por colocar a la princesa Matilde en el trono, el sobrino del rey, Esteban de Blois usurpó el trono.
Tampoco pueden obviarse los acontecimientos históricos en torno a la sucesión del trono de Enrique VIII, quien obsesionado por un heredero varón contraería matrimonio en seis ocasiones decapitando en el proceso a dos de sus cónyuges. Irónicamente, de su línea de sucesión inmediata emergería dos de las más poderosas reinas de Inglaterra, María —apodada la sanguinaria— e Isabel I, quien sería recordada como la mejor monarca del reino y quien llevaría a su territorio a la llamada Edad de Oro inglesa.
Esta ironía juega un papel crucial dentro de las adaptaciones de Canción de Hielo y Fuego. Por un lado, tenemos la compleja relación de Jon Snow (Kit Harington) y Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) con la profecía del Príncipe (o Princesa) que fue prometido, la cual fue abruptamente cerrada en Juego de Tronos. Si bien la conclusión de la serie no parece haber sido del todo congruente con la mitología de la serie, aún están por verse las ramificaciones que la profecía tendrá en las siguientes entregas de la saga literaria.
Pero en la actualidad contamos con una interpretación mucho más acertada de la misma profecía en La Casa del Dragón. En palabras del Rey Viserys a Rhaenyra:
Nuestras historias... nos dicen que Aegon miró al otro lado de Aguasnegras desde Rocadragón y vio una tierra fértil madura para la captura. Pero la ambición por sí misma no es lo que lo llevó a la conquista. Fue un sueño. Así como Daenys previó el fin de Valyria, Aegon previó el fin del mundo de los hombres, el cual iniciaría con un terrible invierno soplando desde el lejano norte. Aegon vio una oscuridad absoluta cabalgando sobre esos vientos. Y todo lo que mora dentro destruirá el mundo de los vivos. Cuando llegue este Gran Invierno, Rhaenyra, todo Westeros debe enfrentarse a él. Y para que el mundo de los hombres sobreviva, un Targaryen debe estar sentado en el Trono de Hierro. Un rey o una reina, lo suficientemente fuerte como para unir el reino contra el frío y la oscuridad. Aegon llamó a su sueño "La Canción de Hielo y Fuego". Este secreto ha pasado de rey a heredero desde la época de Aegon. Ahora debes prometer llevarlo... y protegerlo. Prométeme esto, Rhaenyra. Prométeme.
Esta central línea narrativa para la historia del universo contempla plenamente la posibilidad de una reina en el Trono de Hierro, lo cual se contrapone al destino de personajes como Rhaenys o Rhaenyra.
Para la Reina que Nunca Fue, su ascensión al trono habría significado no sólo asegurar la continuidad del linaje Targaryen y el poderío de los dragones, sino preservar la profecía de Aegon. Su proximidad a la casa Velaryon necesariamente implica una comprensión más extensa del poder de los sueños en la cultura valyria. Es posible incluso que muchas guerras posteriores, como la Rebelión Fuegooscuro, pudieran haber sido evitadas en nombre de un bien mayor, como la guerra contra la Larga Noche.
Así, la fantasía prevé el lado ciego de la sociedad que le impide llegar a buen puerto. No obstante, aún queda por ver el rumbo que tomarán los personajes femeninos como Rhaenys. La investigadora Tania Evans sugiere que el análisis de la masculinidad en la ficción fantástica en Canción de Fuego y Hielo debe estar atravesado por la noción de las prácticas masculinas hegemónicas que su narrativa coloca sobre la figura de la reina malvada. Es decir, pese al mundo crudo que plantea este universo, las mujeres de su universo no deben necesariamente adherirse a los encantos de la perversión para así hacer estar a la par del poder de sus contrapartes masculinas. Ciertamente, personajes como Ned Stark y Jon Snow no lo necesitaron, en la misma Casa Targaryen sobresale Aegon V.
Queda en manos de La Casa del Dragón - 91% presentarnos a una Rhaenys digna de su nombre, como una reina que debió ser.
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