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La maternidad es uno de los temas más usados en el cine de terror. La figura de la mujer como templo o máquina creadora de vida siempre ha servido para pensar en el escenario más violento y oscuro posible. Este tipo de historias suelen separarse entre las que abordan a los hijos producto del mal y las que se enfocan en el concepto mismo de convertirse en madre. Títulos como [Pelicula] El Bebé de Rosemary, [Pelicula] The Babadook, [Pelicula] Vivarium y hasta [Pelicula] La hija oscura nos conceden una pequeña ventana hacia el caos inherente a la responsabilidad de dar vida, se desee o no. Luego de un exitoso paso por festivales como Sitges y Tribeca, Huesera, ópera prima de [Director] Michelle Garza, se presenta al público mexicano en la reciente edición de FICM 2022 y nos ofrece una aterradora y fracturada visión sobre ser madre.
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El concepto es bastante directo, pero efectivo. Huesera cuenta la historia de Valeria (Natalia Solián), una joven que logra embarazarse tras muchos intentos fallidos, pero pronto descubre que ser madre viene con una carga inesperada y monstruosa. Tal vez es injusto decir que la protagonista no sabía esto, pues en cuanto sus familiares descubren que está embarazada comienzan las críticas porque aseguran que nunca desarrolló su instinto maternal. Para Valeria, estos ataques no sólo le recuerdan un terrible incidente del pasado, también le despiertan esas dudas que siempre ha tenido sobre este rol, muchas veces impuesto a la mujer como única meta en la vida.
La joven parece estar en un contexto ideal para ser madre. Su pareja Raúl ( Alfonso Dosal) tiene un trabajo estable y está tan comprometido con el papel de padre que trata de apoyarla de todas las formas posibles. Esta figura es por momentos ingenua y de inicio no se percibe como una amenaza, pero sí como una presencia potencialmente misógina que llega a minimizar el sufrimiento y miedos de la protagonista.
En contraste, son otras mujeres en la vida de Valeria las que le revelan su futuro como madre. Su suegra no deja de intentar controlar varios aspectos de su vida, un móvil de cuna a la vez, su madre se burla de cómo tiró a un pequeño por las escaleras cuando sólo era una niña, y su hermana asegura que nunca se ha acercado a sus sobrinos porque odia a los niños. Es interesante ver este aspecto en el que todas las madres defectuosas exigen una maternidad perfecta que ellas mismas son incapaces de alcanzar.
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En vez de hacer frente a estas madres intocables, Valeria se enfrenta a un monstruo femenino cuyas intenciones no parecen claras al principio. Esta mujer con los huesos rotos que se arrastra por su casa e invade su intimidad sirve como un reflejo de la sombra que se avecina y que tomará control una vez que dé a luz. Es en este momento donde las influencias de la directora quedan más claras, pues Huesera es a fin de cuentas un folk horror mexicano que toma una leyenda tradicional que se puede interpretar como una historia de terror o como una promesa de libertad femenina. La tradición cuenta que La Huesera era una vieja que reunía huesos, especialmente de lobos, que luego podía dotar de vida.
Como otras grandes historias, la cinta escrita por Michelle Garza Cervera y Abia Castillo, toma mínimos aspectos del horror corporal (body horror) para enfatizar la sensación que tiene la protagonista de no caber en su cuerpo, lo que la lleva a las hueseras curanderas, otra tradición mexicana. Las escenas de este tipo, que vienen con varios jump scares que encantarán a los conocedores del género, se vuelven más escabrosas por el contexto que vive Valeria. Esto es un gran acierto, pues el montaje aprovecha que el público ya está acostumbrado a la contemplación visual en el horror, como en [Pelicula] La Bruja, [Pelicula] El Legado del Diablo o [Pelicula] Midsommar: El Terror No Espera La Noche, pero que también busca moverse incómodamente en su asiento en cuanto escucha el crujir de un hueso. Como sucede con las mejores propuestas de este tipo, la parte humana es la que debe causar más extrañeza, furia, asco, indignación e impotencia, para hacer que el espectador se pregunte ¿quién es más monstruoso?, ¿es acaso la criatura que te rompe los huesos de a poco o la Virgen María que ejemplifica a una madre imposible de copiar?
Para aquellos que crecieron en México o Latinoamérica, la figura de la madre es sagrada, tan sagrada que se le toma como mártir, santa o matriarca. Lo más irónico es que el país es, en realidad, un campo misógino que puede usar esta figura para dar media vida a un títere de carne y hacerle creer que tiene control. La frase de “la maternidad será deseada o no será” que ha llenado pancartas en los últimos años de la lucha feminista, toma en esta historia un camino más complejo. En Huesera ya no se habla de decidir seguir o no con un embarazo, sino de cambiar de opinión una vez que se te etiqueta como madre y escuchas el primer llanto de tu bebé, lo cual es un tabú todavía más grande.
El embarazo de Valeria, como el de muchas otras mujeres, viene cargado de contradicciones. Su suegra le dice que dar a luz se sentirá como si le partieran todos los huesos, su familia se burla de que no puede ser madre, algo que pareciera comprobarse cuando trata de cuidar a sus latosos sobrinos, pero a la vez el médico le dice que simplemente debe relajarse…sólo está embarazada, no es la gran cosa. Es así que la aparición de la criatura se justifica al presentarla en momentos de crisis para la protagonista, lo que siempre dejará material de análisis sobre si es real, imaginaria o una extensión de la culpa y arrepentimiento de esta mujer.
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Conforme Valeria pierde terreno en su individualidad, como al tener que cambiar su taller para hacer una habitación para su hija, comienza a recordar cómo llegó a este escenario. Los flashbacks, medidos con la figura de su vieja amiga y amante Octavia (Jeff Seidman), donde la vemos más joven, rebelde y con toda la intención de comerse al mundo, también nos sirven para dejar en claro la gran fisura en su vida: Valeria no sabe quién es y no sabe cómo encontrarse, pero la respuesta ciertamente no está en el pasado y la que solía ser.
Todas las mujeres han pasado por etapas así y de todos modos se les obliga a seguir un rol social aunque no siempre lo comprendan o estén listas para representarlo, siendo el de la madre el que parece el más definitivo. Natalia Solián ofrece esos matices de manera realista y empática sin caer en las exageraciones teatrales del género. Sus silencios, sus gritos ahogados y esos momentos donde no halla su voz al tratar de lidiar con su bebé recién nacida son mucho más poderosos que los llantos histéricos que plagan otras películas sobre la maternidad.
La edición explota su labor al máximo y logra mantener este ritmo que alimenta la atmósfera que cruza la psicología de la nueva madre y el monstruo que pone a prueba su tan esperado instinto materno, ese con el que supuestamente todas las mujeres nacen o que mágicamente debe despertar al tener en brazos por primera vez a un bebé.
Para cuando llegamos al tercer acto, donde el título cobra su sentido final, las imágenes oníricas, entre la pesadilla, la alucinación y el quiebre mental, logran retratar con éxito el camino de Valeria y, a diferencia de otras cintas del género, no flaquea en su intención y llega donde otras propuestas no pudieron (o no se atrevieron). En este punto se ofrece una guerra metafórica entre esas figuras femeninas que Valeria es o podría ser, mostrándole que hay opciones más allá de la imponente sombra de la Virgen María a la que acude en busca de un milagro al comienzo de la cinta.
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La joven parece estar en un contexto ideal para ser madre. Su pareja Raúl ( Alfonso Dosal) tiene un trabajo estable y está tan comprometido con el papel de padre que trata de apoyarla de todas las formas posibles. Esta figura es por momentos ingenua y de inicio no se percibe como una amenaza, pero sí como una presencia potencialmente misógina que llega a minimizar el sufrimiento y miedos de la protagonista.
En contraste, son otras mujeres en la vida de Valeria las que le revelan su futuro como madre. Su suegra no deja de intentar controlar varios aspectos de su vida, un móvil de cuna a la vez, su madre se burla de cómo tiró a un pequeño por las escaleras cuando sólo era una niña, y su hermana asegura que nunca se ha acercado a sus sobrinos porque odia a los niños. Es interesante ver este aspecto en el que todas las madres defectuosas exigen una maternidad perfecta que ellas mismas son incapaces de alcanzar.
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Como otras grandes historias, la cinta escrita por Michelle Garza Cervera y Abia Castillo, toma mínimos aspectos del horror corporal (body horror) para enfatizar la sensación que tiene la protagonista de no caber en su cuerpo, lo que la lleva a las hueseras curanderas, otra tradición mexicana. Las escenas de este tipo, que vienen con varios jump scares que encantarán a los conocedores del género, se vuelven más escabrosas por el contexto que vive Valeria. Esto es un gran acierto, pues el montaje aprovecha que el público ya está acostumbrado a la contemplación visual en el horror, como en [Pelicula] La Bruja, [Pelicula] El Legado del Diablo o [Pelicula] Midsommar: El Terror No Espera La Noche, pero que también busca moverse incómodamente en su asiento en cuanto escucha el crujir de un hueso. Como sucede con las mejores propuestas de este tipo, la parte humana es la que debe causar más extrañeza, furia, asco, indignación e impotencia, para hacer que el espectador se pregunte ¿quién es más monstruoso?, ¿es acaso la criatura que te rompe los huesos de a poco o la Virgen María que ejemplifica a una madre imposible de copiar?
Para aquellos que crecieron en México o Latinoamérica, la figura de la madre es sagrada, tan sagrada que se le toma como mártir, santa o matriarca. Lo más irónico es que el país es, en realidad, un campo misógino que puede usar esta figura para dar media vida a un títere de carne y hacerle creer que tiene control. La frase de “la maternidad será deseada o no será” que ha llenado pancartas en los últimos años de la lucha feminista, toma en esta historia un camino más complejo. En Huesera ya no se habla de decidir seguir o no con un embarazo, sino de cambiar de opinión una vez que se te etiqueta como madre y escuchas el primer llanto de tu bebé, lo cual es un tabú todavía más grande.
El embarazo de Valeria, como el de muchas otras mujeres, viene cargado de contradicciones. Su suegra le dice que dar a luz se sentirá como si le partieran todos los huesos, su familia se burla de que no puede ser madre, algo que pareciera comprobarse cuando trata de cuidar a sus latosos sobrinos, pero a la vez el médico le dice que simplemente debe relajarse…sólo está embarazada, no es la gran cosa. Es así que la aparición de la criatura se justifica al presentarla en momentos de crisis para la protagonista, lo que siempre dejará material de análisis sobre si es real, imaginaria o una extensión de la culpa y arrepentimiento de esta mujer.
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Todas las mujeres han pasado por etapas así y de todos modos se les obliga a seguir un rol social aunque no siempre lo comprendan o estén listas para representarlo, siendo el de la madre el que parece el más definitivo. Natalia Solián ofrece esos matices de manera realista y empática sin caer en las exageraciones teatrales del género. Sus silencios, sus gritos ahogados y esos momentos donde no halla su voz al tratar de lidiar con su bebé recién nacida son mucho más poderosos que los llantos histéricos que plagan otras películas sobre la maternidad.
La edición explota su labor al máximo y logra mantener este ritmo que alimenta la atmósfera que cruza la psicología de la nueva madre y el monstruo que pone a prueba su tan esperado instinto materno, ese con el que supuestamente todas las mujeres nacen o que mágicamente debe despertar al tener en brazos por primera vez a un bebé.
Para cuando llegamos al tercer acto, donde el título cobra su sentido final, las imágenes oníricas, entre la pesadilla, la alucinación y el quiebre mental, logran retratar con éxito el camino de Valeria y, a diferencia de otras cintas del género, no flaquea en su intención y llega donde otras propuestas no pudieron (o no se atrevieron). En este punto se ofrece una guerra metafórica entre esas figuras femeninas que Valeria es o podría ser, mostrándole que hay opciones más allá de la imponente sombra de la Virgen María a la que acude en busca de un milagro al comienzo de la cinta.
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