El panorama actual dentro de las grandes series que acaparan la atención mundial ha dirigido su mirada hacia el género de la fantasía, un terreno conocido y probado en materia de éxitos de cultura pop. Este ha sabido madurar en su estética y narración para triunfar más allá de las fronteras de las audiencias tradicionalmente afines a él, claros ejemplos de esto son La Casa del Dragón - 91% y El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder - 90% quienes parecen dar inicio a una nueva etapa para la ficción de fantasía en nuestras pantallas.
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En eras recientes, muchos han sido los proyectos que apostaron por los mundos fantásticos y de la ficción especulativa en un intento para hacerle frente a las historias de superhéroes que conquistaron el mercado de manera tan drástica desde la llegada del MCU a la pantalla grande. Y es que el género fantástico pertenece a las pocas apuestas de la industria que ha prevalecido desde su llegada al cine mudo con El ladrón de Bagdad en 1924 y su afianzamiento poco más de una década después con el estreno de El Mago de Oz - 99% en 1939.
Esta temprana aceptación del público obedece a la larga tradición del género fantástico en el gusto de la cultura popular. Desde su paso por los mitos y fábulas de la oralidad, hasta llegar a los cuentos y relatos que modernizaron al género en el siglo XIX. Las peculiaridades de lo fantástico han sido exploradas a detalle tanto por la teoría como por la crítica literaria. El semiótico y teórico Tzvetan Todorov posee una de los enfoques más populares sobre lo fantástico, localizándolo en el momento de vacilación sobre una explicación natural de los fantástico, exponiendo que en cuanto se elige una de las dos respuestas, se deja el terreno de lo fantástico para entrar en un género vecino: lo extraño o lo maravilloso.
En el caso de Latinoamérica, muchos son los autores que han acudido al folklore y la tradición para explicar los lineamientos de lo fantástico. El autor argentino, Adolfo Bioy Casares, señala que fue este género el primero en explorar y nombrar a los temores. Junto a sus compatriotas, los galardonados Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo, formularon tres puntos básicos vinculados al género en su Antología de la Literatura Fantástica.
El primero sitúa lo fantástico en aquello que se explica por la agencia de un ser o de un hecho sobrenatural; el escritor paraguayo, Augusto Roa Bastos define lo sobrenatural, como aquello que rompe con las leyes que organizan el mundo, por lo que este concepto puede abarcar distintas categorías. El segundo punto aborda aquello que tiene explicación fantástica, pero no sobrenatural. Es decir, donde lo fantástico es parte de las reglas del mundo planteado. En tercer lugar, se encuentra aquello que se explican por la intervención de un ser o de un hecho sobrenatural, pero insinúan, también, la posibilidad de una explicación natural. En este punto entran en juego aquellos casos donde lo fantástico puede ser Los Pájaros - 96% de Alfred Hitchcock o un virus zombie como en la saga de Resident Evil: El Huésped Maldito - 34%.
Sin embargo, el imaginario colectivo suele asociar lo fantástico en la cultura popular al subgénero de fantasía épica y medieval. Ambas vertientes se nutren de la historia medieval y de los aspectos folklóricos europeos, así como de la ficción gótica, la hechicería y los cuentos de hadas. La novela de caballería es otra de las principales influencias de las adaptaciones de este género en la industria del entretenimiento. Los tópicos más comunes en estas historias son: la búsqueda de honra y valor de un personaje —a menudo nacido en circunstancias adversas y destinado a la grandeza— donde las batallas y los enfrentamientos de caballeros son glorificados. De este punto se desprenden lugares comunes tales como la dicotomía entre brujas y doncellas —ángeles o demonios— y los monstruos como villanos. La leyenda del Rey Arturo es la más notable obra de este género.
Estos preceptos han conquistado toda clase de medios, llegando a juegos de rol, videojuegos y sagas literarias. Desde un concepto más generalizado en el género fantástico, la naturaleza juego un rol principal en él, pues importa igualmente su planteamiento en la trama como la mirada que se le da.
Los elementos de la naturaleza en lo fantástico suelen estar asociados a lo místico, y a ese momento de vacilación señalado por Todorov. Y es justamente en el contexto de la naturaleza donde lo fantástico puede contrastar mejor, ya sean dragones, hechiceros y lugares maravillosos, la naturaleza evidenciará sus componentes fantásticos.
El Romanticismo percibía a la naturaleza como aquel lugar donde se cuestionan las fronteras de lo real y lo imaginario, donde también era posible adquirir conocimiento ajeno a los dogmas ya establecidos, donde el lenguaje juega un papel crucial para este objetivo. y es que no podríamos entender sagas como El Señor de los Anillos, Canción de Hielo y Fuego, Los Libros de Terramar o el mismo Harry Potter, sin la importancia que recae en el lenguaje y las palabras de sus universos.
Para la obra artística el lenguaje lo es todo, tanto en forma como en fondo —y donde a menudo la forma es el fondo—, es por esto que el valor de la ficción fantástica se ve incrementando al experimentar sus medios narrativos por medio de la palabra. Las culturas, razas y tierras enunciadas desde distintos lenguajes —reales o artificiales— en los mundos de la fantasía, dotan de poder al enunciado por encima del enunciante.
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En 1971, el autor Lloyd Alexander acuñó el término “alta fantasía” en su ensayo "Alta fantasía y romance heroico", posteriormente este fue desarrollado por los investigadores Kenneth J. Zahorski y Robert H. Boyer en un intento de estandarizar la terminología del género. La alta fantasía suele exponerse como una ficción ambientada en mundos secundarios, mientras que la "baja fantasía" consiste en ficción ambientada en el mundo primario, en la que objetos y entidades mágicas se introducen poco a poco (es decir, fantasías intrusivas). Pero también es verdad que no todas las fantasías inmersivas se catalogan como alta fantasía, pues la fantasía humorística, la fantasía animal, la fantasía mitológica, los cuentos de hadas, la fantasía gótica, la fantasía científica y la espada y la hechicería no son tomadas en cuenta al no cumplir con los requisitos mínimos anteriormente descritos.
Son justamente esta serie de requisitos los que vuelven al término un tanto problemático al tiempo de clasificar aquello que pertenece y aquello que se excluye de él. Por tal motivo, en las esferas académicas su uso es aconsejado con mesura y siempre delimitando el área de estudio, acotando los subgéneros con los que la alta fantasía pueda llegar a combinarse.
Una vez expuesto lo anterior, habría que decir que la obra de J.R.R. Tolkien ha sido usada como manual no oficial para hacer esta distinción. El autor Brian Stableford, señala que muchos poemas épicos son textos clave en la fantasía moderna, enfatizando los esfuerzos de Tolkien en la Tierra Media al concebirla como un intento de sintetizar la epopeya que la Antigua Inglaterra nunca tuvo. Pese a este reconocimiento el autor advierte sobre la postura de la crítica literaria en contra de la mercantilización de la fantasía, que no acepta la artificialidad de la épica fantástica presente en su obra a medida en que El Señor de los Anillos se separa de El Silmarillion.
Es un hecho que la épica también acompaña a la alta fantasía siguiendo la tradición de las antiguas epopeyas —poema narrativo—, mitología y héroes legendarios presentes en todas las culturas del mundo, son consideradas material pseudohistórico, a menudo vinculadas a los mitos fundacionales de cada nación. En el caso de Roma, con el mito de Rómulo y Remo, y uno más cercano, con la fundación de Tenochtitlan y el mito de Aztlán.
Pero los altos círculos dentro del género se ven en la necesidad de rechazar el modelo de la fantasía mercantilizada, término introducido por Ursula Le Guin en el prólogo de Los Libros de Terramar, al género fantástico desprovisto de complejidad intelectual y moral. Principalmente, esta crítica recae en el uso de la fantasía como mero eslogan publicitario, del que sacan provecho las fantasías épicas son obras de varios volúmenes, a lo que se le atañe de fantasías inmersivas insistentes.
Aunque Le Guin utiliza el término de forma peyorativa, el paso del tiempo ha dotado a esta literatura de cierta aceptación, al tiempo que sus estereotipos desempeñan una función de anclaje y una base de ventas estable. Es decir, es visto como un mal necesario tanto como para la literatura como para la industria del libro.
De manera mucho más aceptada por academia y crítica, la fantasía oscura ha cruzado caminos cada vez más frecuentemente con la alta fantasía. Aunque Stableford señala que el se trata de un término que en ocasiones es usado como sustituto del "horror", es más conveniente su uso como subgénero en historias que incorporan elementos de terror dentro de las fórmulas estándar de la fantasía mercantilizada.
Mientras las ficciones de espada y hechicería suelen coquetear con la fantasía oscura, en realidad es que sus orígenes se remontan al folklore y a los actualmente conocidos como cuentos de hadas. La función de estos últimos era la de aleccionar a los niños por medio del horror, ahí tenemos a la abuela de Caperucita siendo devorada por el lobo, Elsa —la Reina de las Nieves— siendo la villana de su historia y La Sirenita muriendo por no ser correspondida por el príncipe. En la actualidad, la fantasía oscura ha evolucionado con historias de terror ambientadas en la fantasía ultradecadente de la escuela de Lovecraft.
Pero un hecho es innegable, las dos series más populares de la actualidad se basan en estas reglas.
Con El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder - 90% exploramos la alta fantasía desde una visión ligada a la naturaleza de cada personaje, facción o incluso región. Su imaginario basado en la cosmovisión católica hace de esto un hecho imperativo, pues los Valar comparten características con los Ángeles cristianos, gran parte de su desarrollo sucede mediante los lineamientos del paganismo. Con la llegada del El Hobbit en 1937, el Legendarium de Tolkien supo encontrar el equilibro en los elementos que eran trascendentales en la tradición británica y fue capaz de plasmarlos en sus páginas elevándolos como obra artística.
Elfos, enanos, hobbits, orcos, hombres y demás criaturas pertenecientes a este universo, sostienen el mundo secundario creado por su autor, que a su vez resulta altamente verosímil al tiempo de reflejar la realidad. En este sentido su manejo de mundo secundario y mundo primario son el paradigma a seguir en el mundo de la fantasía.
La creación del idioma artificial sindarin sólo enfatizó este hecho, brindando la obra de una identidad relacionada a la tradición celta en bretaña. De nueva cuenta, el momento de la vacilación entre lo real y lo sobrenatural se hace presente en este universo fantástico, pues pese a contar con un vasto universo muy ajeno al nuestro, las similitudes son palpables para la cultura anglosajona.
Seis décadas después y del otro lado del Atlántico, la publicación de Juego de Tronos llegaría para reclamar el puesto de sucesora de la obra de Tolkien.
Siguiendo muchos de los elementos anteriormente explorados por el autor de El Silmarillion, George R.R. Martin volcaba su ficción hacia la épica y la oscuridad. Si bien estos elementos han sido la clave de su éxito a nivel literario y en sus posteriores adaptaciones a la televisión, también ha significado su talón de Aquiles. Lo fantástico en la naturaleza de Martin suele tomar atajos frente a elementos de la épica que beben de la misma historia británica.
No obstante, Canción de Hielo y Fuego también ha sabido probar un punto muy importante de la fantasía. Ese momento de vacilación, el umbral entre lo real y lo sobrenatural, es también un fuerte reflejo de todo aquello que la sociedad reclama de nuestro mundo.
En el caso del universo al que pertenece La Casa del Dragón - 91%, su público se encontraba ávido de ver planteados los dilema morales y políticos desde un panorama donde el poder lo rige todo. Pero también se encontraba la necesidad de un nuevo proyecto donde la fantasía no fuera tomada como un género de segunda categoría, relegado a los cortos presupuestos y los guiones mediocres.
El drama de los Targaryen también apostó por estirar en medida de lo posible su cartel de familias nombres en los Siete Reinos para presentarnos a los Velaryon, quienes juegan un gran papel en la historia.
Por su parte, con El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder - 90%, el universo de Tolkien ha sabido aprovechar este reclamo social, sin alejarse de la estructura de la alta fantasía. Sus personajes exploran temáticas y problemáticas conocidas por su audiencia, a par que plantea nuevas preguntas influenciadas por el contexto social actual. De nueva cuenta, las historias de Tierra Media se refugian en la naturaleza para ofrecerle al mundo todas las posibilidades de la existencia.
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