Una de las producciones originales más arriesgadas de Netflix abordó la ciencia ficción de forma particular. The OA - 76% se emitió por primera vez en 2016 y su argumento sobre mundos paralelos se centraba en un misterioso lenguaje de señas, con lo que planteó una serie de preguntas a la audiencia acerca de la repercusión de la forma en la que nos comunicamos con el mundo —o los mundos— que no rodea.
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La serie fue creada por Zal Batmanglij y Brit Marling, quien también la protagoniza dando vida a Prairie Johnson, una mujer que regresa a su ciudad natal. Pero esta mujer cuenta con un pasado intrigante, al haber estado desaparecida durante varios años para de pronto regresar con su vista restaurada, luego de haber crecido con ceguera.
Su misión es reunir a un grupo de personas para contarles su increíble historia, ya que necesita de su ayuda para viajar entre universos y salvar a personas cercanas a ella de un terrible cautiverio. Con el paso de sus 24 episodios repartidos en dos temporadas la trama se vuelve más compleja, dejando respuestas a algunos arcos argumentales pero abriendo muchas nuevas.
No obstante lo intrincado de su trama, para el punto de su abrupta cancelación ya quedaban en claro muchos puntos sobre el funcionamiento de su modelo de multiverso. De entre todas las maquinaciones del guión, fueron dos los conceptos que sobresalen del resto: el salto entre universo por medio de experiencias cercanas a la muerte y el uso de lenguaje como conexión.
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Si bien esta serie no se desarrolla de inicio bajo los parámetros de la ciencia ficción —recayendo en el thriller y lo onírico—, habría que dejar en claro que da un uso equivalente a los términos “universo” y “dimensión”, cosa que no necesariamente concuerda con las reglas del género desde una perspectiva tradicional.
De esta manera, el manejo del multiverso o la multidimensionalidad en The OA se desarrolla entre sucesos de muerte y conciencia desde una perspectiva filosófica altamente simbólica. Los argumentos de esta historia se encuentran basados en las experiencias cercanas a la muerte —NDE por sus siglas en inglés—, donde las personas afirman haber tenido recuerdos claros y estructurados sobre personas o eventos que desconocían, en ocasiones incluso del futuro. Si bien estos conceptos no han sido reconocidos por la ciencia, sí un lienzo perfecto para este relato de ciencia ficción.
De forma casi universal, la muerte ha sido concebida por todas las culturas del mundo como un viaje hacia otro plano. El antiguo Egipto, hasta las culturas mesoamericanas, así como los pueblos nórdicos y el cristianismo moderno, todos cuentan con este concepto de vida después de la muerte. Esta idea ha sido retomada por la ficción para intentar explicar el más allá.
De acuerdo al investigador Gary Westfahl, las narraciones literarias e históricas con frecuencia representan personajes que se enfrentan cara a cara con la noción de su propia muerte o incluso con la tarea de provocar su propia muerte a manera de sacrificio. Pero, como en el caso de The OA, a menudo se trata de un viaje de autodescubrimiento arroja luz sobre temáticas de la condición humana.
Como seres mortales, la experiencia de la muerte es la responsable del más inherente sentimiento de ansiedad, con el que hemos aprendido a lidiar dotándolo de nuevos significados, esto es lo que representa el viaje a nuevos mundos. La académica Alice Bennett identifica textos que contienen versiones ficticias de mundos cercanos al nuestro, junto con el mundo desconocido de los muertos. Puntualiza también que esta es la verdadera esencia de una vida después de la muerte: un mundo al que se puede acceder desde otro mediante la muerte.
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Así, todo viaje entre mundos tiene el potencial de convertirse en una especie de muerte, ya que el viajero deja de estar en el mundo anterior. Por lo tanto, cada nuevo mundo comienza a parecerse a una vida después de la muerte. Desde la neurociencia, esta autora vincula a los mundos posibles ya al multiverso con el posibilismo de David Eagleman, confrontando un número de posibilidades igualmente ficticias entre sí, y comparándolas todas con el mundo real del lector, algo que la serie intentó en el final de su segunda temporada con un giro de tuerca que rompió la cuarta pared.
El posibilismo es en esencia una forma de pensamiento en el cual se acepta la incertidumbre y se reconoce las limitaciones del conocimiento humano, donde se aliente a explorar diferentes ideas y creencias sin comprometerse necesariamente con ninguna en particular. En este panorama de posibilidades, resulta sumamente interesante que la serie se decantara por el lenguaje como una forma de unificar realidades y almas, en una suerte de alegoría al concepto de comunidad.
El lenguaje de señas ficticio que se muestra en la serie es una combinación de lenguaje de señas americano (ASL) y otros gestos y movimientos que se crearon específicamente para la serie, mismos que contienen una fuerte carga simbólica de los conceptos explorados en la historia. Estos tienen la función de clave, con las que los personajes pueden adquirir habilidades que van desde la curación hasta permitirles el paso a otra realidad.
Esto es considerado el concepto más innovador de la serie, ya que el uso del lenguaje como concepto narrativo en la ciencia ficción suele decantarse por la comunicación con otras especies, particularmente las alienígenas tal como lo vimos en La Llegada - 94%, donde el concepto de lenguaje —mediante estructura y significado—se aborda desde el complejo encuentro entre civilizaciones, el cual propicia la conexión interpersonal e intercultural.
El lenguaje se encuentra presente de forma frecuente como una problemática dentro de la ciencia ficción y la fantasía, que van más allá de la creación de una conlang —lenguaje artificial. Más allá de la existencia de la obra de Shakespeare en klingon, el uso del lenguaje como trama argumentativa posee un amplio abanico de interpretaciones, pero estas suelen orbitar en torno a un nexo alegórico.
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Tal como lo plasmó en la novela Babel-17 en 1996, Samuel R. Delany narar cómo un lenguaje inventado mejora la capacidad humana para formular y resolver problemas complejos, aunque estos se ven contaminado por prejuicios políticos. En 1995 Charles Sheffield hizo lo propio con su relato At the Eschaton, donde un hombre despierta en un futuro lejano y se entera que todas las disciplinas, como la medicina y la química, ahora tienen lenguajes propios,
Y es que nuestra simple concepción de qué es el lenguaje ha llegado a cambiar históricamente el rumbo de la humanidad. Así sucede en la saga literaria The Bridge de Janine Ellen Young, donde esta interpretación conduce al desastre, ya que una raza alienígena se comunica mediante el intercambio de virus. Su saludo amistoso casi acaba con la humanidad, pero logran dar a conocer los viajes espaciales a los sobrevivientes.
Queda evidenciado así que en materia de lenguaje, tanto en la ficción como en la realidad, la forma es el fondo. Así, lo que vemos representado con el lenguaje de señas de The OA implica tiempo —pasado, presente y futuro—, espacio —realidades en su multiverso—, así como identidad —individual y colectiva. Todos estos elementos se exploran, implícita o explícitamente, dentro de su trama.
Debido a estas características, el uso del concepto de lenguaje dentro de la ciencia ficción puede llegar a presentarse como una forma de historia alternativa dentro de la ficción, comportándose como un What if dentro de su propia mitología. De acuerdo con el académico Brian Stableford, esto es un relato de un pasado o presente hipotético ocurrido si un evento histórico crucial hubiera funcionado de manera diferente, o si una creencia falsa —similar a una teoría conspirativa— hubiera tenido una base auténtica en la realidad.
Es así como The OA - 76% crea su multiverso por medio de la manipulación del proceso del lenguaje a través de la ingeniería genética, la conexión con un ente interdimensional y entre seres humanos. Al final del día, la curiosidad de la mente humana en conjunto con la necesidad de conexión emocional son los propulsores de este lenguaje.
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