No existen las decisiones correctas cuando se trata de los hijos. Se vive para protegerlos, para que tengan una oportunidad en este mundo, para proveerlos de un entorno afable. Un padre deja de existir para sí mismo y comienza a definirse, en silencio pero con contundencia, como un instrumento de supervivencia para los más jóvenes. Así, un padre, en tanto una herida abierta y purulenta del pasado, se ofrece el trampolín que garantice el futuro a los hijos. No hay en él otro propósito que el bienestar de los hijos. Incluso si eso representa ser odiado a sus ojos por las decisiones que toman.
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El capítulo nueve de The Last of Us - 97% es un final de temporada. Por lo tanto su misión era dejarnos con el Jesús en la boca y restablecer las bases de la misión de Ellie y Joel sin caer en los logros de la franquicia de The Walking Dead - 92% o series como Black Summer - 100%, Estamos muertos o Kingdom. Aquí es donde se plantea de qué va esta historia con mayor énfasis, sin cabriolés, con un esputo de frente, para que la audiencia logre dimensionar las partes finas de la trama.
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En este sentido, el hecho de que el videojuego sea brillante en su semejanza con una novela, gracias a la composición y su trazo de los microrelatos que se entrecruzan. Se añade que el modo en que las relaciones humanas enhebran cualquier episodio de acción a cargo de los jugadores y que las bases fundantes de cómo traducir esto a eventos de actuación feroces ya estaban ahí desde un inicio. Todo lo anterior facilitó que los guionistas sólo adaptaran las premisas centrales para cerrar este primer ciclo. Un ciclo que nos hace preguntarnos si acaso las decisiones de ambos son las adecuadas.
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Ya todos hablaron del easter egg de Ashley Johnson, la voz de Ellie en el videojuego, así que no abundaré más en este bonito detalle del fanservice. Sí abundaré en que toda la temporada se dedicó, por medio de analepsis, hamartias y cuentos incrustados, a construir una relación familiar entre los protagonistas que estaba fundamentada en la confianza y el cinismo. Si bien a veces maquillando detalles o datos incómodos, Joel y Ellie siempre se dijeron la verdad, aunque lo hicieran por entregas en distintos momentos de su trayecto. Aquí, eso se rompe. Pero, ¿es acaso en sólo decirnos la verdad y no fallarnos que los seres humanos afincamos nuestros lazos?; ¿no hay en el error, la mentira “piadosa” o las verdades demediadas un afán de proteger al otro de la bosta y el sufrimiento innecesario?
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No se confunda: esta no es una apología de la mentira o el engaño. Para nada. De que hay un error en la comunicación entre Joel y Ellie, no me cabe duda. Cualquier con dos dedos de frente sabe que ahí estará la ruptura medular entre ambos para la siguiente temporada. Sólo me interesa entender las razones de Joel. Porque, ¿cómo un padre puede proteger a su hija de un mundo aterido de asesinos, violadores y bienintencionados luchadores de la libertad?; ¿acaso las sociedades benefactoras que alienan al individuo hasta tornarlo mero engrane de una maquinaria, apenas sí un elemento al servicio de una idea intangible como “la Humanidad”, son suficientes para justificar la entrega de una vida voluntariamente?; ¿será que sólo la inmolación de individuo, al modo de Jesucristo, es la única manera de salvarnos como especie?
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Claro, no hay respuestas fáciles. Porque la respuesta estadística, al igual que la pragmática, son respuestas veloces, audaces y certeras, aunque fáciles. Como audiencia, se nos olvida que los padres utilizan los conos y cilindros de sus ojos de manera diferente al resto de los seres de este planeta. No les podemos pedir la inmolación de sus hijos cuando estos no tienen plena facultad o voluntad sobre lo que les acontece. Los conos de madres y padres sólo atienden a sus pequeños. Los cilindros vigilan al entorno, en busca de amenazas y oportunidades, con el fin de despejar el camino a los retoños. No, la respuesta no es fácil. Joel (Pedro Pascal) mismo, en capítulos pasados, afrontó la opción de dejar el futuro de Ellie en manos de su hermano, pues él mismo, en tanto protector, no se sentía a la altura del reto.
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Si el prójimo es el resto de la raza humana, pedirle a Joel que enfrente el dilema de Abraham está descartado. La raza humana no ha probado merecer la vida en este planeta, donde las jirafas, pese a la herrumbre y el desastre del devastador hongo, brindan paisaje. Ellie (Bella Ramsey), por otro lado, en la mirada del brillante Pedro Pascal, merece sonreír. No importa, como Marlene en su calidad de Pitonisa anticipa para la segunda temporada, que Ellie deba enfrentar a infectados, fanáticos, saqueadores, sociedades juzgonas y la muerte de sus seres queridos. Que ella pueda sonreír mientras alimenta a una jirafa, vale la pena el sacrificio de una especie que no merece la belleza que dibuja a este mundo.
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