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La representación en los medios de comunicación ha sido un tema de conversación durante más de una década. Ahora, gracias al impulso de la industria, la audiencia y los académicos, estamos viendo un cambio significativo en el medio. Películas como [Pelicula] Luz de Luna y [Pelicula] Pantera Negra han sido aclamadas por su representación de la diversidad y la interseccionalidad de la raza, la sexualidad y la clase. Además, han demostrado ser éxitos comerciales y críticos, lo que demuestra que la inclusión es buena para los negocios.
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Después de una década sólida de conversaciones en torno al concepto de representación en los medios de comunicación, especialmente en las narrativas de la industria del entretenimiento, la importancia de la misma parece haber encontrado un asentamiento que le permite dar paso a nuevas perspectivas. Tanto la industria, la audiencia y los académicos que investigan la noción de representación de la diversidad y los sectores marginados de la sociedad en los medios, han logrado sacar a flote una serie de problemáticas constantes durante décadas en la industria, lo que ha impulsado un cambio significativo en el medio.
Ya en 2016, el panorama de la industria del entretenimiento a nivel mundial experimentó cambios relevantes gracias a películas como Luz de luna, que parecían estar diseñadas desde las minorías para las minorías, pero con un mayor escaparate hacia premiaciones y críticas. Con su Óscar a la mejor película en 2017, fue elogiada por su representación de la interseccionalidad de la raza, la sexualidad y la clase.
En 2017, la cultura popular dio un gran salto con el estreno de [Pelicula] Mujer Maravilla, la primera película sobre una superheroína en la era moderna, que resonó con fuerza en el ámbito cinematográfico, convirtiéndose en un fenómeno mundial y dando paso a otras películas de su tipo. El trabajo de Erika Oda en los controles también ofreció cierta frescura al género, que por primera vez abordó temas feministas y retrató a una mujer poderosa envuelta en un viaje de autodescubrimiento y aceptación del espíritu humano, aunque ella no lo es.
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Pero en 2018, dos películas rompieron definitivamente la barrera de la representación en términos de alcance mediático y comercial. Mientras [Pelicula] Locamente Millonarios se convertía en la primera película de Hollywood con un elenco exclusivamente asiático en el último cuarto de siglo, su éxito dio paso a una nueva oleada de historias que tuvieron su obra cumbre en [Pelicula] Todo en todas partes al mismo tiempo en ese mismo año.
El mayor impacto de este fenómeno cinematográfico llegó con el estreno de Pantera negra, la película del Universo Cinematográfico de Marvel dirigida por [Director] Ryan Coogler que rompió récords de taquilla y fue ampliamente elogiada por su representación positiva de la cultura africana y la excelencia negra. Además, esta historia también supo conquistar a cualquier nuevo sector de la audiencia, quizás reacios a esta tendencia de inclusión en el entretenimiento moderno, colocando así al Rey T'Challa como uno de los grandes iconos de la cultura pop en los últimos años.
No obstante, estos logros en la gran pantalla, es posible que la semilla de este boom mediático, en representación que puede ser monetizada a la par de un éxito entre crítica y audiencia, se encuentre situada en una de las series insignias de la primera era de Netflix. Con Orange is the New Black del 2013, se nos presentó a un grupo diverso de mujeres dentro de una prisión federal, la cual fue elogiada y laureada por su representación de mujeres de color, mujeres queer y mujeres con discapacidades, así como a todas sus intersecciones.
A la par de su triunfo, la serie que en su momento gozó de una fuerte presencia en redes, ayudó a llamar la atención sobre los problemas que enfrentan las presas del sistema penitenciario estadounidense y se le atribuye haber cambiado la conversación sobre la reforma de la justicia penal. Al final del día esta serie era el más visible esfuerzo de la pantalla chica por mostrar representación efectiva dentro de un proyecto, misma que llevaba existiendo por décadas y haber mostrado mayor relevancia en conversación mediática o con la misma industria, pero esta ocasión se había creado todo un proyecto lo suficientemente sólido como para destacar fuera de los espectadores de nicho.
Es así como desde la perspectiva de la industria, ha habido un reconocimiento creciente de la importancia de la representación como una forma de llegar a una audiencia más amplia y generar mayores ganancias. El éxito de estas películas, que contaron con actores predominantemente no blancos, ha demostrado que la diversidad dentro de las narrativas audiovisuales puede ser aclamada por la crítica y exitosa financieramente. Como resultado, desde entonces, más productoras han buscado activamente e invertido en proyectos que cuentan con miradas e intérpretes diversos.
Al mismo tiempo, las audiencias han adquirido más conciencia sobre la importancia de la representación, a la par que ha cobrado fuerza la voz de quienes expresan su deseo de verse a sí mismos y a sus comunidades representados en los medios. Las redes sociales han proporcionado una plataforma poderosa para que los grupos marginados se pronuncien y exijan una mejor representación. El movimiento #OscarsSoWhite llamó la atención sobre la falta de diversidad entre los nominados al Oscar y provocó una conversación sobre la necesidad de una mayor representación en Hollywood, precedidos de grandes movimientos de fans como #RepresentationMatters y que tomaron su fuerza y estructura de en otro gran movimiento social como el #BlackLivesMatter. Sin duda el movimiento con la repercusión en el medio ha sido el #MeToo, que no solo ayudó a visibilizar la violencia de las mujeres en la industria, sino que también logró que más historias sobre y para mujeres llegaran a la pantalla grande.
Pero esta necesidad de representación social en nuestros objetos de consumo culturales va mucho más allá del medio del entretenimiento, pues desde los campos de las ciencias sociales, la filosofía y las letras se ha creado un aparato crítico que señala el camino a seguir en materia de representación. La investigación ha demostrado que la representación positiva puede mejorar la autoestima y las actitudes sociales, mientras que la representación negativa sostiene estereotipos dañinos y contribuye al prejuicio.
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Sin embargo, en este punto también existe una importante divergencia entre lo que la teoría, los movimientos sociales y la industria catalogan como representación. Habría que recordar que muchas de estas estructuras de pensamiento teóricas requieren pensar fuera de un sistema capitalista que impera en el mundo en este momento. Por tanto, es posible afirmar que, si bien la industria del entretenimiento retoma ideas generales, más o menos aceptadas por sectores sociales, de ninguna manera estas representan al pie de la letra a sus contrapartes conceptuales. Es decir, por mucho que Hollywood afirme que una historia sea feminista o anti-racista, en el fondo seguirán existiendo dentro de sus modelos y normativas distintas circunstancias que se contrapongan directamente a estos ideales.
Pero quizás es hora de que tanto la audiencia como la crítica comprendan esta discrepancia y aun así se encaminen hacia una mejor representación en los medios, teniendo en cuenta que esto difícilmente llegará a ser perfecto, pero igualmente logrará brindar beneficios inmediatos a la sociedad en las narrativas que esta asimila. Esto, por supuesto, sin renunciar a aquellos señalamientos y modificaciones al panorama actual que sean necesarios para continuar con un progreso natural en términos de representación.
Y es que, si bien se han logrado avances, todavía queda mucho trabajo por hacer para garantizar que todas las voces estén representadas en los medios. Es importante que la industria continúe invirtiendo y promoviendo historias diversas, que las audiencias continúen exigiendo una mejor representación y que los académicos continúen investigando y defendiendo la importancia de la representación en los medios. Solo a través de estos esfuerzos colectivos podemos esperar lograr un panorama mediático que sea verdaderamente inclusivo y representativo de todos.
No es ningún secreto que estos aspectos positivos de la inclusión se han visto enfrentados a una gran cantidad de críticas de muchos sectores, no necesariamente informados sobre las implicaciones y necesidades sociales ligadas a ella. Esta resistencia desde luego no tendría por qué dictar el rumbo de esta tendencia ni de las demandas sociales que se reflejan fuertemente en ella bajo ningún parámetro.
Pero es verdad que en el corto tiempo que ha tenido en exposición este debate público sobre representación, también ha existido cierto grado de evolución, así como de afinación de ciertas cuestiones que puedan llegar a significar aspectos negativos para los objetivos finales. Más importante aún se ha puesto sobre la mesa la discusión de si la representación de la diversidad en los medios posee alguna dirección negativa que sea necesario enmendar.
Si nos remontamos hasta las primeras incursiones de actores racializados —o cualquier otro miembro creativo de una producción en la industria del entretenimiento—, podremos constatar que su inclusión en la trama generalmente tenía consecuencias negativas, Al reforzar estereotipos dañinos o no lograr retratar con precisión experiencias de la diversidad cultural y social. Este puede ser un estigma que aún se encuentra presente en muchas narrativas que deciden tomar la vía corta al tiempo de apostar por la representación.
En realidad, los datos duros parecieran evidenciar a la misma industria como su peor enemiga cuando de representación y diversidad se trata, pues sus modelos y dinámicas son frecuentemente problemáticas y tal como se ha mencionado con anterioridad son contraproducentes para la propagación y evolución de la inclusión. Y es que la industria del entretenimiento es un sistema complejo que está influenciado por una variedad de factores, incluidas las presiones económicas, las demandas del mercado y los sesgos institucionales. Todos estos factores contribuyen a la existencia de representaciones y retratos problemáticos de diversas comunidades y sectores sociales, muy particularmente en el caso de aquellos que buscan reclamar un lugar en las narrativas clásicas.
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Un importante sector de la crítica y la investigación de medios argumenta que la industria tiende a tokenizar y esencializar a las comunidades marginadas reduciéndolas a representaciones estereotipadas o unidimensionales. Esto puede conducir a representaciones dañinas e inexactas que refuerzan las estructuras de poder y los prejuicios existentes. El apremio por poder publicitarse como una ficción que toma en cuenta a la diversidad de su inclusión ha conducido este tipo de acciones con demasiada frecuencia, dejando de en un segundo o tercer plano las formas y el fondo.
Muchos fandoms identificarán esta experiencia con el caso de la cadena de televisión CW, la cual se vanagloriaba públicamente sobre su compromiso social con su audiencia, hecho que contrastaba enormemente con la manera en que su representación de personajes e historias sobre diversidad eran plasmadas en pantalla. Su eslogan “dare to defy” terminó siendo materia de burla para todo aquel que podía constatar este fallo estrepitoso dentro de la filosofía institucional de la compañía, especialmente tras casos como el queerbating en [Temporada] Supergirl (1) y Supernatural, así como la gran cantidad de personajes que simplemente eran relegados a Un mero elemento ornamental para así “cubrir una cuota de minorías”.
Bien vale la pena subrayar que bajo ninguna circunstancia esto es responsabilidad de la representación en sí misma, sino que en el peor de los casos quizá obedezca a un ajuste natural que finalmente distinguirá a esos proyectos verdaderamente comprometidos con la inclusión a aquellos que solo buscaron aparentarlo. Particularmente con el tokenismo se exhibe la práctica de incluir miembros de grupos infrarepresentados en los medios u otros contextos con el único propósito de dar la apariencia de diversidad, sin abordar los problemas de fondo tras esta exclusión sistémica o desigualdad.
En su diccionario de relaciones entre raza y ética, el sociólogo Ellis Cashmore puntualiza que lo que sugiere el tokenismo es que la presencia de individuos racializados prominentes o en posiciones prominentes en entornos institucionales “blancos” no indica necesariamente que dichos individuos desempeñen roles significativos o influyentes beneficiosos para el avance de los negros como grupo o, de manera igualmente dañina, que la presencia de tales individuos refleja la paridad social entre los negros como grupo y los blancos en la sociedad.
Paralelamente, las académicas Benan Kurt Yilmaz y Olca Sürgevi̇l Dalkiliç Definen el tokenismo como la participación limitada de un individuo en una organización debido a su categoría social, como el género o la etnia. El individuo se considera un token porque es una minoría en el grupo y existe un desequilibrio numérico entre él y el grupo dominante. Por medio de este modelo explican los efectos negativos del estatus simbólico en el desarrollo profesional de las mujeres en entornos laborales dominados por hombres.
Por un largo periodo de tiempo esto se resumió en la práctica a la adición de personajes realizados o marginales sin un equivalente detrás de cámaras, ya sea desde la dirección o edición o primordialmente desde la sala de guionistas. Este procedimiento también tiene la función automática de filtro de calidad, por el cual estos incipientes y perjudiciales retratos simplemente no pueden ser concebidos por personas que viven en la experiencia de la otredad —ser y percibirse como el otro no dominante en la sociedad— en el día a día.
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La evolución de esta inclusión también derivó en que una pequeña avanzada de creadores comenzara a contar su historia bajo su propia mirada. Así llegaron a sobresalir grandes esfuerzos individuales que inevitablemente se convertirían en colectivos más tarde, permitiendo así la llegada de narrativas diversas y frecuentemente innovadoras, pues en un terreno tan disparejo con el que aún se cuenta en la industria muchos de estos proyectos necesitan ser tres veces mejores que uno tradicional.
Pero quizá una de los progresos más importantes en esta cuestión sea el hecho de que por primera vez en la historia se le ha comenzado a dar voz y voto a la opinión de los fans, quienes han probado su poder al tiempo de definir tendencias y movilizar targets de marketing. Si bien no podemos afirmar que este suceso se deba a la bondad del corazón de las grandes empresas del entretenimiento, es una certeza que hoy toda la industria está pendiente de qué es lo que sus audiencias demandan, particularmente los sectores de fans organizados. En este punto crucial de la historia de representación moderna entran a juego los estudios de fans que han nacido y crecido durante el último par de décadas avivando la llama aún más del fenómeno fan.
En su artículo Squee from the margins: racial/cultural/ethnic identity in global media fandom, la investigadora Rukmini Pande, afirma que en la actualidad es un buen momento para ser un fan, ya que las empresas de entretenimiento adoptan cada vez más las producciones fannish, desde cosplay hasta fan fiction. Señala que los estudios de fans han contribuido a la incorporación de estos y sus obras, destacando su potencial subversivo y su autorreflexión. Sin embargo, advierte que todavía existen estereotipos poco halagadores de los fans en la cultura pop, pues los fans studies no han logrado descifrar la composición demográfica racial de las comunidades de fans, lo que ha llevado a la invisibilización y sesgos significativos en su representación. La suposición de que las comunidades de fans de los medios están compuestas principalmente por mujeres estadounidenses heterosexuales, cisgénero, blancas y de clase media ha llevado a conclusiones sesgadas sobre las motivaciones de los fans para participar en ciertos tipos de tareas transformativas en el medio.
Ante esto sentencia que tanto los estudios de fans como la industria que comienza a escuchar su voz deben comprometerse críticamente con la dinámica de las comunidades de fans multirraciales/étnicas/culturales, transnacionales y transculturales y su relación con el neo/colonialismo y el capitalismo neoliberal. Aunque esta propuesta representa la mayoría de las voces en torno a estudios de medios y de fans en el panorama contemporáneo, también nos sitúa de regreso al dilema original en el que la industria no piensa regirse bajo estos ideales y objetivos espíritu humanitario, sino bajo las del sistema capitalista actualmente dominante.
Gracias a las adaptaciones al live action de Disney y al constante crecimiento de las grandes franquicias el entretenimiento poco a poco hemos visto cómo los elencos de estas se llegan a convertir en equipos diversos que buscan elevar la calidad de sus historias hacia nuevas perspectivas. Pero volver a contar clásicos también puede ser controvertido si implica cambiar la historia original para que se ajuste a los valores y sensibilidades contemporáneos. Algunos argumentan que esto corre el riesgo de borrar el contexto histórico y cultural de la obra original, lo que puede conducir a una pérdida de significado y riqueza en el patrimonio cultural.
En contraparte, los grupos a favor de esta adaptación señalan que la obra original siempre estará ahí y nada podrá cambiarla, sin embargo, la actualidad demanda su reinterpretación y reescritura para poder entender el mundo tal y como es hoy, y en la mayoría de los casos, tal y como siempre han sido en términos de ficcionalizar la realidad. No obstante, cuando se habla de clásicos cuentos de hadas y las grandes historias épicas de la humanidad, todas esas problemáticas existentes en la industria pueden llegar a resaltar mucho más pues su alcance es global y hacia todos los sectores.
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Mientras tanto, en la esfera de la conversación pública también ha existido cierta controversia donde voces críticas a este hecho argumentan que estas adaptaciones son ejemplos de "diversidad forzada" o "corrección política" y que restan valor a la historia original. Otros han expresado su preocupación por la perpetuación del tokenismo o el borrado de las tradiciones culturales no occidentales a favor de las occidentales. Pese a ello, hoy en día es posible apreciar que estos términos a menudo se utilizan de manera peyorativa por aquellos que se oponen a la representación en los medios de comunicación y que no reconocen la importancia de la inclusión y la diversidad. Esta actitud puede ser entendida como una forma de rechazar un cambio cultural que demanda la sociedad actual, así como una negativa al diálogo y a la comprensión de los problemas que enfrentan las comunidades marginadas.
Es importante tener en cuenta que la representación en los medios no se trata de una "diversidad forzada" o una "corrección política", sino de una necesidad crítica para garantizar que todas las voces sean escuchadas y representadas en la cultura popular, de ahí el total rechazo al tokenismo y sus derivados en la industria del entretenimiento. Para evitar estos escenarios es importante que los creadores sean conscientes de las preocupaciones de las comunidades marginadas y que trabajen en conjunto con ellas para crear personajes y narrativas auténticas y significativas que reflejen la diversidad de nuestro mundo.
En el libro Retelling stories, framing culture, el académico Jack Zipes, la teoría general de cómo se vuelven a contar las historias tradicionales para los lectores jóvenes, argumentando que los recuentos de historias tradicionales han resultado especialmente aptos para reproducir resultados conservadores debido a sus suposiciones compartidas sobre las funciones de la historia y lo que constituye experiencias humanas significativas. Asimismo, expone que la metanarrativa en estas historias produce significados culturales, por lo que enfatiza la importancia de comprender las perspectivas culturales y morales que dan forma a las narraciones de historias tradicionales.
Finalmente concluye con la incorporación de diferentes posibilidades interpretativas que puedan resultar en diferentes lecturas de un texto. Este es justamente uno de los objetivos principales de la reconfiguración de las narrativas clásicas, pues el ejercicio de actualizarlas también implica una profunda crítica introspección a todos aquellos modelos culturales y normas sociales que han sido transmitidas de generación a generación y que hoy en día resulta necesario cuestionarse.
De esta manera, mientras los académicos han examinado en teoría y práctica las formas en que estas adaptaciones desafían las narrativas culturales tradicionales en Total oposición ideologías dominantes, brindando una plataforma para las voces históricamente silenciadas. Pero es necesario que esta fuerza positiva para el cambio social sea capaz de desafiar y subvertir narrativas y estereotipos dominantes, conserve cierto grado de ética para poder llegar a ser funcional y auténtica en pantalla.
Queda claro que promover una mayor diversidad e inclusión en la producción cultural, es una tarea que debe ir acompañada de un aparato crítico extenso, así como de una estructura creativa que sustente su compromiso social. Al volver a contar los clásicos desde diferentes perspectivas como lo proponen cintas como [Pelicula] La Sirenita, [Pelicula] Spider-Man: Across the Spider-Verse o [Pelicula] Barbie las comunidades marginadas pueden recuperar su herencia cultural y desafiar el status quo.
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Después de una década sólida de conversaciones en torno al concepto de representación en los medios de comunicación, especialmente en las narrativas de la industria del entretenimiento, la importancia de la misma parece haber encontrado un asentamiento que le permite dar paso a nuevas perspectivas. Tanto la industria, la audiencia y los académicos que investigan la noción de representación de la diversidad y los sectores marginados de la sociedad en los medios, han logrado sacar a flote una serie de problemáticas constantes durante décadas en la industria, lo que ha impulsado un cambio significativo en el medio.
Ya en 2016, el panorama de la industria del entretenimiento a nivel mundial experimentó cambios relevantes gracias a películas como Luz de luna, que parecían estar diseñadas desde las minorías para las minorías, pero con un mayor escaparate hacia premiaciones y críticas. Con su Óscar a la mejor película en 2017, fue elogiada por su representación de la interseccionalidad de la raza, la sexualidad y la clase.
En 2017, la cultura popular dio un gran salto con el estreno de [Pelicula] Mujer Maravilla, la primera película sobre una superheroína en la era moderna, que resonó con fuerza en el ámbito cinematográfico, convirtiéndose en un fenómeno mundial y dando paso a otras películas de su tipo. El trabajo de Erika Oda en los controles también ofreció cierta frescura al género, que por primera vez abordó temas feministas y retrató a una mujer poderosa envuelta en un viaje de autodescubrimiento y aceptación del espíritu humano, aunque ella no lo es.
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Pero en 2018, dos películas rompieron definitivamente la barrera de la representación en términos de alcance mediático y comercial. Mientras [Pelicula] Locamente Millonarios se convertía en la primera película de Hollywood con un elenco exclusivamente asiático en el último cuarto de siglo, su éxito dio paso a una nueva oleada de historias que tuvieron su obra cumbre en [Pelicula] Todo en todas partes al mismo tiempo en ese mismo año.
El mayor impacto de este fenómeno cinematográfico llegó con el estreno de Pantera negra, la película del Universo Cinematográfico de Marvel dirigida por [Director] Ryan Coogler que rompió récords de taquilla y fue ampliamente elogiada por su representación positiva de la cultura africana y la excelencia negra. Además, esta historia también supo conquistar a cualquier nuevo sector de la audiencia, quizás reacios a esta tendencia de inclusión en el entretenimiento moderno, colocando así al Rey T'Challa como uno de los grandes iconos de la cultura pop en los últimos años.
No obstante, estos logros en la gran pantalla, es posible que la semilla de este boom mediático, en representación que puede ser monetizada a la par de un éxito entre crítica y audiencia, se encuentre situada en una de las series insignias de la primera era de Netflix. Con Orange is the New Black del 2013, se nos presentó a un grupo diverso de mujeres dentro de una prisión federal, la cual fue elogiada y laureada por su representación de mujeres de color, mujeres queer y mujeres con discapacidades, así como a todas sus intersecciones.
A la par de su triunfo, la serie que en su momento gozó de una fuerte presencia en redes, ayudó a llamar la atención sobre los problemas que enfrentan las presas del sistema penitenciario estadounidense y se le atribuye haber cambiado la conversación sobre la reforma de la justicia penal. Al final del día esta serie era el más visible esfuerzo de la pantalla chica por mostrar representación efectiva dentro de un proyecto, misma que llevaba existiendo por décadas y haber mostrado mayor relevancia en conversación mediática o con la misma industria, pero esta ocasión se había creado todo un proyecto lo suficientemente sólido como para destacar fuera de los espectadores de nicho.
Es así como desde la perspectiva de la industria, ha habido un reconocimiento creciente de la importancia de la representación como una forma de llegar a una audiencia más amplia y generar mayores ganancias. El éxito de estas películas, que contaron con actores predominantemente no blancos, ha demostrado que la diversidad dentro de las narrativas audiovisuales puede ser aclamada por la crítica y exitosa financieramente. Como resultado, desde entonces, más productoras han buscado activamente e invertido en proyectos que cuentan con miradas e intérpretes diversos.
Al mismo tiempo, las audiencias han adquirido más conciencia sobre la importancia de la representación, a la par que ha cobrado fuerza la voz de quienes expresan su deseo de verse a sí mismos y a sus comunidades representados en los medios. Las redes sociales han proporcionado una plataforma poderosa para que los grupos marginados se pronuncien y exijan una mejor representación. El movimiento #OscarsSoWhite llamó la atención sobre la falta de diversidad entre los nominados al Oscar y provocó una conversación sobre la necesidad de una mayor representación en Hollywood, precedidos de grandes movimientos de fans como #RepresentationMatters y que tomaron su fuerza y estructura de en otro gran movimiento social como el #BlackLivesMatter. Sin duda el movimiento con la repercusión en el medio ha sido el #MeToo, que no solo ayudó a visibilizar la violencia de las mujeres en la industria, sino que también logró que más historias sobre y para mujeres llegaran a la pantalla grande.
Pero esta necesidad de representación social en nuestros objetos de consumo culturales va mucho más allá del medio del entretenimiento, pues desde los campos de las ciencias sociales, la filosofía y las letras se ha creado un aparato crítico que señala el camino a seguir en materia de representación. La investigación ha demostrado que la representación positiva puede mejorar la autoestima y las actitudes sociales, mientras que la representación negativa sostiene estereotipos dañinos y contribuye al prejuicio.
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Sin embargo, en este punto también existe una importante divergencia entre lo que la teoría, los movimientos sociales y la industria catalogan como representación. Habría que recordar que muchas de estas estructuras de pensamiento teóricas requieren pensar fuera de un sistema capitalista que impera en el mundo en este momento. Por tanto, es posible afirmar que, si bien la industria del entretenimiento retoma ideas generales, más o menos aceptadas por sectores sociales, de ninguna manera estas representan al pie de la letra a sus contrapartes conceptuales. Es decir, por mucho que Hollywood afirme que una historia sea feminista o anti-racista, en el fondo seguirán existiendo dentro de sus modelos y normativas distintas circunstancias que se contrapongan directamente a estos ideales.
Pero quizás es hora de que tanto la audiencia como la crítica comprendan esta discrepancia y aun así se encaminen hacia una mejor representación en los medios, teniendo en cuenta que esto difícilmente llegará a ser perfecto, pero igualmente logrará brindar beneficios inmediatos a la sociedad en las narrativas que esta asimila. Esto, por supuesto, sin renunciar a aquellos señalamientos y modificaciones al panorama actual que sean necesarios para continuar con un progreso natural en términos de representación.
Y es que, si bien se han logrado avances, todavía queda mucho trabajo por hacer para garantizar que todas las voces estén representadas en los medios. Es importante que la industria continúe invirtiendo y promoviendo historias diversas, que las audiencias continúen exigiendo una mejor representación y que los académicos continúen investigando y defendiendo la importancia de la representación en los medios. Solo a través de estos esfuerzos colectivos podemos esperar lograr un panorama mediático que sea verdaderamente inclusivo y representativo de todos.
No es ningún secreto que estos aspectos positivos de la inclusión se han visto enfrentados a una gran cantidad de críticas de muchos sectores, no necesariamente informados sobre las implicaciones y necesidades sociales ligadas a ella. Esta resistencia desde luego no tendría por qué dictar el rumbo de esta tendencia ni de las demandas sociales que se reflejan fuertemente en ella bajo ningún parámetro.
Pero es verdad que en el corto tiempo que ha tenido en exposición este debate público sobre representación, también ha existido cierto grado de evolución, así como de afinación de ciertas cuestiones que puedan llegar a significar aspectos negativos para los objetivos finales. Más importante aún se ha puesto sobre la mesa la discusión de si la representación de la diversidad en los medios posee alguna dirección negativa que sea necesario enmendar.
Si nos remontamos hasta las primeras incursiones de actores racializados —o cualquier otro miembro creativo de una producción en la industria del entretenimiento—, podremos constatar que su inclusión en la trama generalmente tenía consecuencias negativas, Al reforzar estereotipos dañinos o no lograr retratar con precisión experiencias de la diversidad cultural y social. Este puede ser un estigma que aún se encuentra presente en muchas narrativas que deciden tomar la vía corta al tiempo de apostar por la representación.
En realidad, los datos duros parecieran evidenciar a la misma industria como su peor enemiga cuando de representación y diversidad se trata, pues sus modelos y dinámicas son frecuentemente problemáticas y tal como se ha mencionado con anterioridad son contraproducentes para la propagación y evolución de la inclusión. Y es que la industria del entretenimiento es un sistema complejo que está influenciado por una variedad de factores, incluidas las presiones económicas, las demandas del mercado y los sesgos institucionales. Todos estos factores contribuyen a la existencia de representaciones y retratos problemáticos de diversas comunidades y sectores sociales, muy particularmente en el caso de aquellos que buscan reclamar un lugar en las narrativas clásicas.
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Muchos fandoms identificarán esta experiencia con el caso de la cadena de televisión CW, la cual se vanagloriaba públicamente sobre su compromiso social con su audiencia, hecho que contrastaba enormemente con la manera en que su representación de personajes e historias sobre diversidad eran plasmadas en pantalla. Su eslogan “dare to defy” terminó siendo materia de burla para todo aquel que podía constatar este fallo estrepitoso dentro de la filosofía institucional de la compañía, especialmente tras casos como el queerbating en [Temporada] Supergirl (1) y Supernatural, así como la gran cantidad de personajes que simplemente eran relegados a Un mero elemento ornamental para así “cubrir una cuota de minorías”.
Bien vale la pena subrayar que bajo ninguna circunstancia esto es responsabilidad de la representación en sí misma, sino que en el peor de los casos quizá obedezca a un ajuste natural que finalmente distinguirá a esos proyectos verdaderamente comprometidos con la inclusión a aquellos que solo buscaron aparentarlo. Particularmente con el tokenismo se exhibe la práctica de incluir miembros de grupos infrarepresentados en los medios u otros contextos con el único propósito de dar la apariencia de diversidad, sin abordar los problemas de fondo tras esta exclusión sistémica o desigualdad.
En su diccionario de relaciones entre raza y ética, el sociólogo Ellis Cashmore puntualiza que lo que sugiere el tokenismo es que la presencia de individuos racializados prominentes o en posiciones prominentes en entornos institucionales “blancos” no indica necesariamente que dichos individuos desempeñen roles significativos o influyentes beneficiosos para el avance de los negros como grupo o, de manera igualmente dañina, que la presencia de tales individuos refleja la paridad social entre los negros como grupo y los blancos en la sociedad.
Paralelamente, las académicas Benan Kurt Yilmaz y Olca Sürgevi̇l Dalkiliç Definen el tokenismo como la participación limitada de un individuo en una organización debido a su categoría social, como el género o la etnia. El individuo se considera un token porque es una minoría en el grupo y existe un desequilibrio numérico entre él y el grupo dominante. Por medio de este modelo explican los efectos negativos del estatus simbólico en el desarrollo profesional de las mujeres en entornos laborales dominados por hombres.
Por un largo periodo de tiempo esto se resumió en la práctica a la adición de personajes realizados o marginales sin un equivalente detrás de cámaras, ya sea desde la dirección o edición o primordialmente desde la sala de guionistas. Este procedimiento también tiene la función automática de filtro de calidad, por el cual estos incipientes y perjudiciales retratos simplemente no pueden ser concebidos por personas que viven en la experiencia de la otredad —ser y percibirse como el otro no dominante en la sociedad— en el día a día.
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La evolución de esta inclusión también derivó en que una pequeña avanzada de creadores comenzara a contar su historia bajo su propia mirada. Así llegaron a sobresalir grandes esfuerzos individuales que inevitablemente se convertirían en colectivos más tarde, permitiendo así la llegada de narrativas diversas y frecuentemente innovadoras, pues en un terreno tan disparejo con el que aún se cuenta en la industria muchos de estos proyectos necesitan ser tres veces mejores que uno tradicional.
Pero quizá una de los progresos más importantes en esta cuestión sea el hecho de que por primera vez en la historia se le ha comenzado a dar voz y voto a la opinión de los fans, quienes han probado su poder al tiempo de definir tendencias y movilizar targets de marketing. Si bien no podemos afirmar que este suceso se deba a la bondad del corazón de las grandes empresas del entretenimiento, es una certeza que hoy toda la industria está pendiente de qué es lo que sus audiencias demandan, particularmente los sectores de fans organizados. En este punto crucial de la historia de representación moderna entran a juego los estudios de fans que han nacido y crecido durante el último par de décadas avivando la llama aún más del fenómeno fan.
En su artículo Squee from the margins: racial/cultural/ethnic identity in global media fandom, la investigadora Rukmini Pande, afirma que en la actualidad es un buen momento para ser un fan, ya que las empresas de entretenimiento adoptan cada vez más las producciones fannish, desde cosplay hasta fan fiction. Señala que los estudios de fans han contribuido a la incorporación de estos y sus obras, destacando su potencial subversivo y su autorreflexión. Sin embargo, advierte que todavía existen estereotipos poco halagadores de los fans en la cultura pop, pues los fans studies no han logrado descifrar la composición demográfica racial de las comunidades de fans, lo que ha llevado a la invisibilización y sesgos significativos en su representación. La suposición de que las comunidades de fans de los medios están compuestas principalmente por mujeres estadounidenses heterosexuales, cisgénero, blancas y de clase media ha llevado a conclusiones sesgadas sobre las motivaciones de los fans para participar en ciertos tipos de tareas transformativas en el medio.
Ante esto sentencia que tanto los estudios de fans como la industria que comienza a escuchar su voz deben comprometerse críticamente con la dinámica de las comunidades de fans multirraciales/étnicas/culturales, transnacionales y transculturales y su relación con el neo/colonialismo y el capitalismo neoliberal. Aunque esta propuesta representa la mayoría de las voces en torno a estudios de medios y de fans en el panorama contemporáneo, también nos sitúa de regreso al dilema original en el que la industria no piensa regirse bajo estos ideales y objetivos espíritu humanitario, sino bajo las del sistema capitalista actualmente dominante.
Gracias a las adaptaciones al live action de Disney y al constante crecimiento de las grandes franquicias el entretenimiento poco a poco hemos visto cómo los elencos de estas se llegan a convertir en equipos diversos que buscan elevar la calidad de sus historias hacia nuevas perspectivas. Pero volver a contar clásicos también puede ser controvertido si implica cambiar la historia original para que se ajuste a los valores y sensibilidades contemporáneos. Algunos argumentan que esto corre el riesgo de borrar el contexto histórico y cultural de la obra original, lo que puede conducir a una pérdida de significado y riqueza en el patrimonio cultural.
En contraparte, los grupos a favor de esta adaptación señalan que la obra original siempre estará ahí y nada podrá cambiarla, sin embargo, la actualidad demanda su reinterpretación y reescritura para poder entender el mundo tal y como es hoy, y en la mayoría de los casos, tal y como siempre han sido en términos de ficcionalizar la realidad. No obstante, cuando se habla de clásicos cuentos de hadas y las grandes historias épicas de la humanidad, todas esas problemáticas existentes en la industria pueden llegar a resaltar mucho más pues su alcance es global y hacia todos los sectores.
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Mientras tanto, en la esfera de la conversación pública también ha existido cierta controversia donde voces críticas a este hecho argumentan que estas adaptaciones son ejemplos de "diversidad forzada" o "corrección política" y que restan valor a la historia original. Otros han expresado su preocupación por la perpetuación del tokenismo o el borrado de las tradiciones culturales no occidentales a favor de las occidentales. Pese a ello, hoy en día es posible apreciar que estos términos a menudo se utilizan de manera peyorativa por aquellos que se oponen a la representación en los medios de comunicación y que no reconocen la importancia de la inclusión y la diversidad. Esta actitud puede ser entendida como una forma de rechazar un cambio cultural que demanda la sociedad actual, así como una negativa al diálogo y a la comprensión de los problemas que enfrentan las comunidades marginadas.
Es importante tener en cuenta que la representación en los medios no se trata de una "diversidad forzada" o una "corrección política", sino de una necesidad crítica para garantizar que todas las voces sean escuchadas y representadas en la cultura popular, de ahí el total rechazo al tokenismo y sus derivados en la industria del entretenimiento. Para evitar estos escenarios es importante que los creadores sean conscientes de las preocupaciones de las comunidades marginadas y que trabajen en conjunto con ellas para crear personajes y narrativas auténticas y significativas que reflejen la diversidad de nuestro mundo.
En el libro Retelling stories, framing culture, el académico Jack Zipes, la teoría general de cómo se vuelven a contar las historias tradicionales para los lectores jóvenes, argumentando que los recuentos de historias tradicionales han resultado especialmente aptos para reproducir resultados conservadores debido a sus suposiciones compartidas sobre las funciones de la historia y lo que constituye experiencias humanas significativas. Asimismo, expone que la metanarrativa en estas historias produce significados culturales, por lo que enfatiza la importancia de comprender las perspectivas culturales y morales que dan forma a las narraciones de historias tradicionales.
Finalmente concluye con la incorporación de diferentes posibilidades interpretativas que puedan resultar en diferentes lecturas de un texto. Este es justamente uno de los objetivos principales de la reconfiguración de las narrativas clásicas, pues el ejercicio de actualizarlas también implica una profunda crítica introspección a todos aquellos modelos culturales y normas sociales que han sido transmitidas de generación a generación y que hoy en día resulta necesario cuestionarse.
De esta manera, mientras los académicos han examinado en teoría y práctica las formas en que estas adaptaciones desafían las narrativas culturales tradicionales en Total oposición ideologías dominantes, brindando una plataforma para las voces históricamente silenciadas. Pero es necesario que esta fuerza positiva para el cambio social sea capaz de desafiar y subvertir narrativas y estereotipos dominantes, conserve cierto grado de ética para poder llegar a ser funcional y auténtica en pantalla.
Queda claro que promover una mayor diversidad e inclusión en la producción cultural, es una tarea que debe ir acompañada de un aparato crítico extenso, así como de una estructura creativa que sustente su compromiso social. Al volver a contar los clásicos desde diferentes perspectivas como lo proponen cintas como [Pelicula] La Sirenita, [Pelicula] Spider-Man: Across the Spider-Verse o [Pelicula] Barbie las comunidades marginadas pueden recuperar su herencia cultural y desafiar el status quo.
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