Allá es una cinta que destaca por mostrar la vida en los pueblos mexicanos, en este caso, una mirada particular al Jalisco rural. La cinta dirigida por Montserrat Larqué y seleccionada como parte de la sección Hecho en Jalisco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, cuenta la historia de Oscar (Pablo Astiazarán), un hombre que, debe regresar a su pueblo natal en contra de su voluntad. Pero pronto descubre que es el único hombre en un lugar habitado por mujeres, viejos y niños debido a la migración. La película sigue la travesía de Oscar en su lucha por enamorar a Martha (Fátima Molina) mientras finge ser su esposo a través de una carta falsa.
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Tanto el elenco como la directora, Montserrat Larque, de Allá, nos contaron sobre su experiencia filmando en un pequeño pueblo de las entrañas del país. A pesar de enfrentar desafíos como la falta de señal telefónica e internet y limitaciones de tiempo, la directora nos narra lo enriquecedor del contexto para la realización del proyecto. El equipo ha subrayado la importancia de continuar contando historias sobre diferentes realidades de México, no sólo sobre las grandes ciudades.
T: ¿En qué momento llega esta película? ¿En qué momento supiste que ya tenías una historia para dirigir?
ML: Yo quería dirigir desde hace mucho, pero siempre que voy a dirigir algo, que voy a escribir algo, empiezo a explorar. Y hay un momento en el que alguna idea que exploras “pum”, o sea, te hace me hace una resonancia de verdad en la tripa muy clara, que yo ya sé identificar, aprendí a identificarla. Entonces empecé con una idea que tenía que ver con la escritura, con este personaje, con un pueblo y a partir de ahí empecé a desarrollarla. Cuando empecé quería hacer una película y al empezar a escribir, me di cuenta que no sabía escribir un guión de largometraje, me di cuenta que que era mucho más complejo que sentarse [y escribir]. Entonces empecé a buscar amigos guionistas, maestros, empecé a tomar cursos y eventualmente me fui a estudiar fuera de México guión de largometraje iberoamericano. Ahí hice mi primera versión y luego con ese guión obtuve diversas becas y fondos de apoyo a la escritura, en el extranjero y aquí en México. Lo fui solidificando y luego ya dije, pues ya ya hay que hacerla y me puse a buscar productores, toque muchas puertas. Me acuerdo una vez que me dijeron: Ay, esta persona que está buscando películas mexicanas para producir, ve a presentarle. Entonces era un extranjero que vino a México así, a buscar proyectos, me invitaron, fui lo presenté, le gustó muchísimo, pero tenía que hacerlo en Colombia en inglés. Y yo quería hacer mi película sobre mi pueblo mexicano. Y así como esa tuve muchas acercamientos a productores que no veían la película que yo veía, y hasta que no encontré quién veía la película que yo veía fue que me asocié con con los productores y empezamos el levantamiento financiero. Al final di un último amarre al guión, invité a una guionista Argentina que conocí en ese máster y que es muy talentosa (María Laura Gargarella), y yo sabía que le venía bien un toque de frescura al guión. Entonces vino a hacer la última versión conmigo y la hicimos juntas. Ella escribía y yo le dije: No intentes mexicanizar, no importa que lo pongas en argentino, yo lo voy traduciendo. Y así hicimos la última versión.
Estuvimos en unas condiciones muy adversas en la pandemia en un pueblo lleno de bichos, calor, tormentas, diarreas, desmayos, estuvo muy potente nuestro rodaje. Y me di cuenta que no íbamos a acabar con el tiempo y los recursos que teníamos. Todavía en rodaje me puse a cortar el guión, a meter en problemas a estos actores y a todo el crew, a decirles no te preocupes, yo tengo en la cabeza lo que va a pasar mañana no te preocupes, pero yo regresaba a reescribir el guión en las noches. Había que cortar páginas y al final nos quedamos con lo mejor. Ese es el chiste, hacer una película empieza con un guión así [largo] y luego tú vas sacando cosas.
T: En el caso de Fátima y Pablo, ¿qué fue lo que más les llamó la atención del guión y porque aceptan este proyecto?
FM: Yo desde que leí el guión sentí mucha conexión, me gustó mucho la historia, me gustó mucho poder poner el foco, no solamente en una historia de amor, sino en un pueblo mexicano —que para mí a veces parece que los tenemos bastante olvidados—, en esta manera de reivindicar al pueblo. Pareciera desde hace mucho tiempo que sólo importa o sólo importas si perteneces a la ciudad, a este capitalismo, a la aspiracionismo. La materia prima siempre viene de los campos, que generalmente están en los pueblos. Me parece importantísimo también regresarle el valor a lo que todo a lo que ellos nos dan a nosotros y deberíamos de hacerlo más en forma, no solamente mencionando, tendríamos que abrir la conversación. Me parece una historia entrañable con personajes luminosos. Para mí, en ese momento era perfecta, me muero por verla, porque no he visto cómo ha quedado. Por lo que escucho en los comentarios y lo que dicen, lo único que hace es que me ilusione muchísimo viajar a Guadalajara.
PA: A mí lo que me hizo decir que sí fue fueron, básicamente dos cosas la primera el guión y la segunda trabajar con con Fátima. A mí lo que me gusta mucho del viaje de Óscar es que es alguien vulnerable que no tiene nada resuelto, que está en crisis, que tiene buenos fundamentos y que están puestos a prueba. Es alguien que está en búsqueda de identidad y de raíces. Le están pasando muchas cosas, tiene muchos conflictos y a mí eso es algo que se me hace muy interesante y me identifico. Me gusta estar en contacto con personajes que están transitando por cosas universales, creería yo. Entonces, eso para mí era interesantísimo.
T: La película habla de la falta de comunicación entre los padres. Pero al mismo tiempo está hablando de un lugar que está muy, sin internet y sin otros recursos tecnológicos que ya son básicos para vivir en la ciudad. ¿En algún momento les tocó quedarse sin internet en locación ? ¿O incomunicados?
ML: ¡No había Internet ni teléfono!
PA: Tal cual llegabas al camper en la mañana y te dejabas tu teléfono ahí apagado porque no había ni red ni celular nada o sea, esto de la película fue muy real.
FM: Te adaptas. Y resultó que el equipo conformado por cada una de las personas era maravilloso, y que disfrutabas estar ahí cada día, y que te emocionaba saber que tenías llamado. Y descubres que también puedes regresar a vivir así, porque así lo hicimos muchísimo tiempo, simplemente ahora estamos adaptados a esta modalidad. Pero la realidad es que fue un proyecto que gocé demasiado y que sé que mucha gente que estaba ahí también.
PA: De hecho creo que el no tener absolutamente nada de eso fomentaba una convivencia y un estar presente en lo que estabas haciendo, que era maravilloso. No tenías otra distracción más que estar en lo que estabas. Curiosamente, cuando en la noche regresábamos al hotel, donde sí había internet, cuando fallaba el wifi, que fallaba mucho, ahí entraba el ansia.
T: Montserrat, ¿Todo esto fue a propósito? ¿Parte de tu plan?
ML: ¡No! Eso solo generaba complicaciones de producción y oficina. O sea, yo, haciendo transferencias trepada en un techo de una casita, moviendo la computadora porque había que pagar. No, fue muy complicado en términos de producción pero en términos de cohesión del equipo ayuda muchísimo. Nadie estaba whatsappeando —porque no había Whatsapp—, todos estábamos muy integrados. Se hizo un equipo muy cercano, muy entregado, todos trabajaron muchísimo en unas condiciones de verdad muy agrestes y que te confrontan mucho, pero todos aguantamos. Y el hecho de que no hubiera internet ni teléfono hizo que nos cuestionáramos más, eso nos ayudó a llegar a buen puerto. Porque sí, estuvimos en unas condiciones muy fuertes. Todos los rodajes son muy estresantes, hay que resolver muchísimas cosas está bajo mucha presión y aquí además estábamos con tormentas, los bichos se nos metían a las mascarillas, a los lentes. Yo vi a Pablo varias veces sacarse un escarabajo de la espalda. Eran unas cosas muy rudas las que enfrentamos, pero gracias a esa cuestión y esa entrega logramos terminarlo.
El pueblo lo escogí porque me parecía que juntaba los elementos suficientemente rurales para creer que es un pueblo en donde no hay teléfono ni internet. Y por otro lado el paisaje, tener la arquitectura del pueblito . A veces decíamos, es que es como un set esta esquina es como un set, estamos en unos foros con las casitas de pueblito. Y además el paisaje, estos paisajes y esos atardeceres que la verdad fueron un gran regalo. Y el pueblo nos acogió, todas estas condiciones climáticas que nos confrontaban fueron compensadas con la gente que nos acogió en el rodaje de manera muy generosa. Y esos atardeceres amaneceres y la luz. Era formar parte de encontrar el lugar para la estética que queríamos generar para contar la historia que queríamos contar.
T: ¿En algún momento del contacto que hubo con este lugar existió alguna historia por ahí que terminó de enriquecer lo que no querías contar?
ML: Fíjate que no, porque filmamos muy rápido. Teníamos el Covid. Yo llevaba mucho tiempo esperando filmar y estaban parados los rodajes. El fotógrafo y yo ya estábamos desesperados por hacer la película encerrados en nuestras casas. Entonces bajaron los casos de Covid muchísimo en algún momento y surgió la posibilidad de filmar. Bajaron mucho en Jalisco particularmente, era el estado con menos casos en ese momento y eso abrió una ventana de oportunidad. Además en Jalisco hay personal y hay infraestructura, entonces tuvimos que empezar a plantear todo. Yo una semana estaba picándome los ojos con el fotógrafo de allá en la aburrición total y a la siguiente semana estaba en el pueblo decidiendo si vamos a filmar, y al siguiente día estaba leyendo el guión con la gente con la que iba a trabajar, y a los cuatro días ya estaba ya trabajando. Entonces todo fue hiper veloz, teníamos muy poco tiempo porque teníamos que lograrlo antes de que empezara la temporada de lluvias fuertes. Y sí la arañamos, al final tuvimos días en que no pudimos filmar.
Fue todo tan rápido, que no exploré tanto el pueblo. Hay miles de historias, esto les pasa a casi todos los directores porque uno tiene que estar concentrado con la cabeza en otra cosa, pero ocurren cosas en el set de las que uno no se entera. Mi esposo estuvo en el set entonces me decía, “Es que el señor que vende el pan” y yo así, ¿cuál señor que vende? Sí, todos los días, hasta tal hora llega el señor que vende el pan. Y así muchas anécdotas, siento que el resto del crew se pudo vincular muchísimo más con el pueblo y con la gente que yo, que estaba muy concentrada en sacar todo adelante, en tener que reescribir el guión mientras filmaba, en que no se me pasara nada importante para poder hilar la historia. Porque luego lo que pasa es que no filmas algo que te faltaba y ya no hay como hacer match en la historia y en la narración. Entonces yo no tuve mucho tiempo, fue filmado de una forma express, fueron cinco semanas de rodaje, lo cual no es nada para una película con tantos personajes. Y además con idas y venidas, diario íbamos al pueblo, viajábamos de ida y viajábamos de regreso, eso nos quitaba dos horas de rodaje al día.
Entonces sí fue mucho, no pude, me hubiera gustado. Fíjate que me vinculé más cuando cerramos la filmación cuando ya se acabó todo, pues estaba todo enbodegado porque tuvimos que parar por el Covid y además las tormentas, entonces yo me fui a editar. Bueno me vine a la Ciudad de México y ya que habían pasado las tormentas regresé a filmar con Pablo tres días, ya habiendo editado un par de cortes, y viendo qué necesitábamos. Ahí sí me vinculé con el pueblo, porque primero teníamos una bodega llena de muebles que yo decía, ¿qué vamos a hacer con esto? Y dije, pues regalarlo al pueblo. Entonces fui a la misa del pueblo y me enteré que sólo era los miércoles porque es el único día que hay padre. Las bodas y los bautizos son los miércoles, todo ocurre así una vez a la semana, igual que en la película. Entonces fui a la misa, agarré el micrófono y ahí ya me vinculé muchísimo con el pueblo, que es uno donde hay un alto índice de suicidio de mujeres. Ya con tiempo y cabeza me pude vincular, me pude enterar de muchas cosas y me muero de ganas de llevar una proyección ahí, a la plaza del pueblo, en la pared de lo que hicimos la oficina de correos. Espero poder lograrlo eventualmente.
T: Fátima y Pablo, ¿ustedes cómo se vincularon con el lugar? ¿Qué valor encuentran en seguir llevando estas producciones al interior de la República?
FM: Yo me conecté muy fácilmente con el lugar en el que estábamos. Fue muy fácil también adaptarnos, con todo y los contratiempos, con todo y la parte negativa que ya se mencionó, pero creo que ni eso supera todos estos momentos. Todo el tiempo era una gozadera, ni siquiera se sentía como que estábamos trabajando.
PA: Era entrar a otro universo en donde estás contando tu cuentito en un lugar tan bonito. Por ejemplo, esto de no tener señal, a mí me gustaba muchísimo porque entonces realmente era como, mira qué poquito necesito para estar muy bien. Y el poquito no es desdeñar al pueblo, al contrario. Descubrí que era mucho más de lo que veía esos atardeceres, que aquí jamás ves. El interactuar tanto con los bichos, que puede ser una burrada, pero híjole, descubrí un Pablo que me gustaba y que me resultaba muy atractivo, y que me era desconocido. Yo creo que es importantísimo sacar, no solamente el cine de la capital, sino las narrativas también de la capital. Somos mucho más que una o dos o diez metrópolis. Creo que el poder ir a esos lugares a filmar o contar ese tipo de historias, lo único que nos hace es involucrarnos más entre nosotros, es entendernos más entre nosotros. Creo que afortunadamente tuve la oportunidad de estar en un lugar donde no tenía señal para descubrir que estar con el otro y que la convivencia forzada de forzada no tiene nada, era bellísimo. Hasta al perrito del pueblo le agarras cariño de una manera loca, porque eso es lo que se volvió parte de tu día a día. Fue muy bonito.
ML: Yo quiero decir algo. Que a pesar de todas esos contratiempos, yo estaba felicísima. Uber, ultra emocionada, ultra feliz todo el tiempo.
FM: ¡Eso es verdad!
PA: Ella cantaba “a filmar, a filmar” todos los días. Así tuviera el cerro inundándose y bichos pegándole en la cara. Ella cantaba, a las 4 de la mañana
FM: Y lo peor pasaba en un rodaje, lo peor que te pudiera imaginar, lo que pudiera hacer que un director entrara en crisis, ella solo cantaba.
ML: Y yo creo que esa emoción que teníamos todos, que compartíamos todos, se generó, gracias a que no había nadie whatsapeando con su prima, ni nada de eso. Estábamos integrados ahí, yo creo que eso ayudó. Y llegamos a un lugar mágico. Creo que Pablo tiene un video en Instagram donde va entrando la camioneta con él y es una neblina, eran unas cosas que te hacían pensar “estoy en medio de unas nubes con vacas”. Entramos a un pueblo de fantasía e intentábamos aprovechar lo que podíamos. Se dio un momento de conjunción de muchas cosas que nos permitieron sacar adelante todo de muy buena manera, a pesar de todos los contratiempos que tuvimos.
FM: Creo que tenemos que seguir contando estas historias, todas las realidades que podamos en nuestro país. Lo bueno, lo malo, lo que sea, pero la realidad. En este caso estamos hablando de un pueblo de los migrantes y de la comunicación. Pero no solamente hablar de las metrópolis —y por decirte esto no quiero decir que ya no se hable de las metrópolis—, simplemente que también tendríamos que hacer este tipo de historias.
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