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La industria del cine ha atravesado unas semanas con una cantidad similar de emoción e incertidumbre. Las dos películas más esperadas del verano, [Pelicula] Barbie y [Pelicula] Oppenheimer, se estrenaron simultáneamente, creando el fenómeno de nombre Barbenheimer. Se predice que entre ambas puedan llegar a alcanzar los 2 mil millones de dólares en taquilla a nivel mundial, lo que en cualquier otro momento de la historia del cine sería una mayúscula noticia de felicidad para Hollywood. Pero claro, en su camino ha aparecido la mayor huelga de sindicatos en la industria desde 1960.
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Después de haber enfrentado desafíos colosales debido a la pandemia, tanto las salas de cine como los servicios de transmisión por streaming se replantearon sus estrategias comerciales. No obstante, el presente estado de la taquilla mundial es realmente alarmante, e incluso muchos especialistas han vaticinado que el asistir a una sala en la era nunca volverá a ser lo mismo.
La actual existencia de dos huelgas laborales —la del sindicato de actores de Hollywood y la paralela del Sindicato de Escritores de Estados Unidos—, ha puesto en jaque la ya mermada situación financiera de muchos de los entes involucrados en la realización de las mega producciones hollywoodenses. Debido a las demandas y reclamos —enteramente legítimos— de estos sindicatos respecto a las ganancias y sueldos de los estudios más importantes, así como de sus ejecutivos, surge la duda de si realmente estos han atravesado las mismas dificultades económicas que los cines.
Las interrupciones de estrenos de nuevas películas y la directa afectación a la promoción de películas ya programadas, supondrá una ola expansiva de pérdidas comerciales en el presente y siguiente año. Si bien el éxito de Barbenheimer ha brindado un respiro temporal a las grandes y medianas empresas que se encargan de las películas, surgen nuevas preocupaciones sobre el retraso o ausencia en cartelera este año de otros estrenos de gran éxito como, la segunda parte de [Pelicula] Duna.
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Las huelgas ya han provocado ajustes en los calendarios de estreno, con películas como Pájaro Blanco, Problemista, o Challengers directamente reprogramada para el 2024. El destino de otros estrenos muy esperados, como la adaptación musical de El color púrpura, sigue siendo incierto. La palpable posibilidad de que las principales películas navideñas y las películas con posibilidades de premios importantes se retrasen hasta el próximo año podría afectar el impulso positivo generado por Barbenheimer.
Es por esta razón que el futuro de Hollywood pende actualmente de un hilo, y su suerte se encuentra atada a las decisiones y devenir de las negociaciones entre los estudios y los sindicatos. Pero rebobinemos un momento para esclarecer la pregunta ¿por qué las personas ya no van al cine?
A estas alturas, los cines de los EE. UU., el Reino Unido y otros países se han dado cuenta de que la pérdida de muchos de sus patrocinadores obedece a diversas razones, no únicamente al impacto de COVID-19. Los confinamientos provocaron pérdidas de empleos, reveses financieros y un cambio en las prioridades de las personas —a nivel adquisitivo, psicológico y hasta espiritual—, lo que generó una renuencia a regresar a las salas de cine.
Tras la reapertura de las salas, muchas con tarifas de admisión altas, sin cambios en los precios de los productos de dulcería y un modelo comercial inalterado, chocaron directamente con la economía mundial, afectada también por los efectos de la guerra en Ucrania, con una inflación disparada en el planeta entero.
Así, la industria de los cines no supo adaptarse a la situación económica y a las necesidades cambiantes de su público. Muchas personas ya no contaban con dinero extra para gastar en entradas de cine y la pandemia había alterado sus prioridades. Otro sector de la población más joven también aprendió, forzado por las circunstancias, la importancia de ahorrar para imprevistos, lo que ha relegado la ida al cine a una prioridad aún menor.
Con el cierre progesivo de distintas cadenas de cine en el panorama internacional, se realizaron esfuerzos para atraer a las audiencias, como la creación del Día Nacional del Cine en el Reino Unido y la oferta de boletos con descuento en los EE. UU., pero la respuesta sólo ha logrado ser mixta, siendo los países en plena recuperación económica los que han empezado a dar señales de vida al presentarse de manera tímida, pero en incremento sostenido frente a la pantalla grande.
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Sin importar si es por la vía de la implementación de tarifas y promociones más asequibles para el gran público, en definitiva, la industria deberá replantear su enfoque y adaptarse a las necesidades cambiantes y las condiciones económicas para sobrevivir y prosperar en el mundo posterior a la pandemia. Particularmente, con un —si bien inestable— pero ya definitivo sector del streaming como opción preferencial del consumidor.
Sin embargo, las condiciones en las que se presentan las peticiones de los sindicatos, apuntan algunos datos interesantes. La organización cinematográfica Raindance afirma que, no obstante, este contexto nada alentador, el año 2023 ha sido testigo de importantes cambios en la industria cinematográfica, impulsados por avances tecnológicos y cambios en los hábitos de consumo de plataformas, las cuales ya han empezado a dar señas de desgaste en su modelo económico. Con particular polémica, decisiones como las de HBO Max y Netflix, de temprana cancelación, dar marcha atrás a proyectos exitosos con el público y la crítica o, la de descatalogar contenido exclusivo han creado una brecha entre estos servicios y sus suscriptores.
Paralelamente, este mismo año ha sido testigo de la expansión de otros sectores tales como el cine de arte —también impulsado por plataformas y festivales— así como un aumento significativo en la inversión en películas independientes. Los grandes estudios han prestado mayor atención a este segmento, lo que ha dado lugar a una mayor diversidad de contenido y nuevas oportunidades para talentos emergentes.
Mientras los servicios de streaming han superado las cifras de taquilla y se han convertido en la principal fuente de entretenimiento para muchos espectadores, el mercado cinematográfico internacional ha experimentado un crecimiento impresionante en 2023. Las películas de Hollywood están atrayendo a audiencias globales, y la industria está respondiendo con una mayor producción de contenido adaptado a diferentes culturas y regiones.
Uno de los logros más notables en 2023 ha sido la inclusión y representación en el cine ya consolidada y cada vez mejor explorada en las narrativas de la industria. Pese a la resistencia de ciertos sectores, este avance hacia una mayor inclusión ha sido bien recibido por el público, que ha mostrado un creciente interés en películas que rompan barreras y aborden temas relevantes.
Otro aspecto destacado ha sido el auge de las películas de género. Las producciones de ciencia ficción, fantasía y superhéroes han continuado atrayendo a audiencias de todas las edades. Los estudios han invertido significativamente en este tipo de películas debido a su éxito comercial y la lealtad apasionada de los fans.
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Aunque a cuenta gotas, la industria cinematográfica también ha tomado conciencia del impacto ambiental de la producción y ha respondido con una mayor preocupación por la sostenibilidad. La cual ha tenido un impacto directo en los tiempos y formas en la realización de los blockbusters.
En lo relativo a la distribución, 2023 ha sido un año de cambios significativos. Los estudios han adoptado enfoques como estrenos simultáneos en cines y plataformas de streaming, o ventanas de lanzamiento más cortas entre diferentes formatos de distribución. Estas estrategias han sido bien recibidas por el público, que cuenta con la posibilidad de acceder al contenido de forma más rápida y conveniente.
Por el contrario, surgen muchas de las problemáticas que han llevado a que las huelgas estallen. La evolución de los procesos de casting de la mano de los avances tecnológicos, como la inteligencia artificial y el análisis de datos se han convertido en herramientas útiles para los estudios al tiempo de identificar talentos emergentes y evaluar su idoneidad para determinados personajes. Y uno de los puntos que más ha sido criticado por el medio son la digitalización digital de la imagen de los actores forzosa bajo estipulación de contrato —y en ocasiones si esta.
Estos mismos instrumentos ponen en entredicho, no sólo la empleabilidad de miles de miembros de la industria, sino que, de manera aún más amenazante, atentan contra los derechos laborales básicos ante una carencia total de regulación —particularmente en temas de copyright.
La innovación en efectos visuales y técnicos, y el impacto de la realidad virtual y aumentada, también se ven involucrados en las constantes lagunas legales y muchas de las problemáticas anteriormente mencionadas debido a la falta de un sindicato para los trabajadores de este rubro. Si bien los gremios en la actual huelga no se han posicionado en contra de la explotación de los recursos que aumenten la calidad de la producción —tan determinantes en el cine comercial actual—, sí han demandado una extenuante revisión y regulación en cuanto a las condiciones en las cuales se ponen en marcha.
El segundo punto, sin duda han sido los derechos residuales. En los pasados días, actores como Sean Gunn, Mandy Moore o Kimiko Glenn —así como gran parte del elenco secundario de Orange is the new black— compartieron que lo recibido por su trabajo a sido muy cercano a los cero dólares o, en el mejor de los casos, apenas fracciones de centavos.
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Desde luego, se trata de actores fuera de “la lista A” de celebridades en Hollywood. Pero lo cierto es que, tal como lo ha manifestado la presidenta del gremio, Fran Drescher, en las últimas semanas, la cantidad mínima de dinero que un actor debe llevarse a casa en un año para calificar para el seguro médico es de US $26,470.
Aun cuando la mayoría de los miembros de SAG-AFTRA no obtienen suficientes ingresos para cumplir con este requisito mínimo del sindicato. De acuerdo a CNN, sólo el 12,7 % califican para ello, con un total de 160 000 actores afiliados — y 11 000 en el caso de los guionistas.
Lo anterior puede resultar cuando menos inquietante, para una industria que registra ganancias de miles de millones de dólares cada año. Y es que después de un desastroso 2020, los estudios parecen encontrarse en una franca mejoría. DE acuerdo al sitio web de finanzas, FOURWEEKMBA, Warner-Discovery registró ingresos superiores a los 33 mil millones de dólares, para Sony supusieron 882 miles de millones de yenes —más de 6 mil millones de dólares—, en el caso de Paramount se alcanzó la cifra de 30.15 miles de millones y NBC-Universal consiguió 2.56 mil millones de dólares.
Por su parte, Disney llegó hasta los 82.72 miles de millones de dólares en ingreso, a penas con un pequeño bache financiero en 2020 en comparación del resto de las empresas del mundo del entretenimiento. Estos números parecen encontrarse en franco antagonismo con la situación financiera de las salas de cine, por lo que de entrada, habrá que interpretarlos como negocios que no dependen exclusivamente del otro.
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Así es como, después de verse paralizada por más de dos años, el verano del presente año, representaban una oportunidad de recuperación para la taquilla internacional. Sin embargo, los números de taquilla contaron una historia diferente. Los meses de mayo y junio fueron testigos de una serie de estrenos importantes, incluidos títulos de gran éxito como [Pelicula] Guardianes de la Galaxia Vol. 3 del MCU, [Pelicula] Spider-Man: A Través del Spider-Verso, [Pelicula] Transformers: El despertar de las bestias, [Pelicula] La sirenita, [Pelicula] The Flash e [Pelicula] Indiana Jones y El Dial del Destino. A pesar de la expectativa que rodeó a estos estrenos, los resultados de taquilla fueron decepcionantes, hasta el estreno de Barbenhiemer.
Con las expectativas de rentabilidad coartadas, los últimos proyectos de la industria han estado especulando sobre por qué estos proyectos no se están desempeñando tan bien como se esperaba y qué significa sobre los gustos cambiantes dentro de la industria. Sin embargo, una cosa parece clara: la industria del cine, como se conocía antes de la pandemia, no está regresando por completo a lo que era. Los estudios están lanzando más películas de las que hay demanda, lo que genera un efecto de cuello de botella en los cines.
La industria cinematográfica está experimentando un cambio significativo en su enfoque de lanzamientos y comportamiento del público. Anteriormente, el paradigma se centraba en un gran lanzamiento en la primera semana, seguido de una rápida caída en la asistencia a las películas exitosas. No obstante, el último año ha revelado un cambio hacia patrones más prolongados, similares a los de finales del siglo pasado, donde los éxitos de taquilla se presentaban durante semanas antes de que el público se moviera hacia el siguiente gran estreno.
En este sentido, la posibilidad de disfrutar películas desde la comodidad del hogar ha influido en la decisión de las personas de evitar las multitudes en los cines y optar por la transmisión en línea. Estas sensaciones se incrementaron tras la llegada del COVID. Otro factor importante, y quizá ignorado por las grandes corporaciones del entretenimiento, que ha contribuido a este cambio es el costo de ir al cine. Este se ha convertido en un obstáculo para muchos, llevándolos a ser más selectivos en sus elecciones.
Poniendo sobre la mesa el éxito comercial de Barbie y Oppenheimer con la magnitud de las implicaciones de la huelga, se presenta una oportunidad única para que la industria cinematográfica reevalúe su enfoque, que hasta ahora ha probado ser insuficiente de cara al futuro. Con un número de estrenos limitados para los próximos meses, la reflexión sobre cómo puede adaptarse y satisfacer las necesidades cambiantes de su audiencia en el futuro parecería más necesaria que nunca.
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Sin embargo, las condiciones en las que se presentan las peticiones de los sindicatos, apuntan algunos datos interesantes. La organización cinematográfica Raindance afirma que, no obstante, este contexto nada alentador, el año 2023 ha sido testigo de importantes cambios en la industria cinematográfica, impulsados por avances tecnológicos y cambios en los hábitos de consumo de plataformas, las cuales ya han empezado a dar señas de desgaste en su modelo económico. Con particular polémica, decisiones como las de HBO Max y Netflix, de temprana cancelación, dar marcha atrás a proyectos exitosos con el público y la crítica o, la de descatalogar contenido exclusivo han creado una brecha entre estos servicios y sus suscriptores.
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La industria cinematográfica está experimentando un cambio significativo en su enfoque de lanzamientos y comportamiento del público. Anteriormente, el paradigma se centraba en un gran lanzamiento en la primera semana, seguido de una rápida caída en la asistencia a las películas exitosas. No obstante, el último año ha revelado un cambio hacia patrones más prolongados, similares a los de finales del siglo pasado, donde los éxitos de taquilla se presentaban durante semanas antes de que el público se moviera hacia el siguiente gran estreno.
En este sentido, la posibilidad de disfrutar películas desde la comodidad del hogar ha influido en la decisión de las personas de evitar las multitudes en los cines y optar por la transmisión en línea. Estas sensaciones se incrementaron tras la llegada del COVID. Otro factor importante, y quizá ignorado por las grandes corporaciones del entretenimiento, que ha contribuido a este cambio es el costo de ir al cine. Este se ha convertido en un obstáculo para muchos, llevándolos a ser más selectivos en sus elecciones.
Poniendo sobre la mesa el éxito comercial de Barbie y Oppenheimer con la magnitud de las implicaciones de la huelga, se presenta una oportunidad única para que la industria cinematográfica reevalúe su enfoque, que hasta ahora ha probado ser insuficiente de cara al futuro. Con un número de estrenos limitados para los próximos meses, la reflexión sobre cómo puede adaptarse y satisfacer las necesidades cambiantes de su audiencia en el futuro parecería más necesaria que nunca.
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