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Trayendo visibilidad a un tema importante al mismo tiempo que ofrece una mirada crítica a distintas problemáticas arraigadas en la comunidad LGBT, [Pelicula] La vida es un carnaval es un documental auténtico, transparente y esclarecedor que nos lleva hasta el pequeño pueblo de Ixtlilco en el sur de México para presentarnos a un peculiar grupo de hombres que rompen el arquetipo de macho mexicano y encuentran en Las Mojigangas, una tradición anual de la región que consiste en un desfile donde algunos caballeros pasean por las calles vestidos de mujer, un medio de expresión para su verdadero ser. Buscando dar a conocer la conmovedora historia de Taly, Johan y Emmanuel, el director [Director] Fernando Colin Roque ha firmado una película igual de valiente que sus protagonistas, una que no rehúye a hablar con honestidad de la cruda realidad a la que se enfrenta la comunidad gay en lugares tan pequeños como lo es Ixtlilco, pero también de cómo la unión puede hacer la diferencia a la hora de exigir tolerancia y respeto al resto de la sociedad.
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El documental es un trabajo de investigación exhaustiva que no solamente nos revela todo lo que hay detrás de la festividad conocida como Las Mojigangas y lo que representa en un pueblo de pensamiento conservador como Ixtlilco, también nos ofrece una ventana íntima a la vida de sus protagonistas, todos miembros orgullosos de la comunidad LGBT que buscan marcar la diferencia después de vivir por años al margen de una sociedad que no termina de aceptarlos completamente. El eje de la narrativa es conducido por la iniciativa de Taly, Johan y Emmanuel para realizar la primera marcha gay en su localidad durante la celebración de Las Mojigangas, una propuesta a la que la mayoría de los habitantes se muestran cerrados por ir en contra de aquellos que llaman “las buenas costumbres”. Con la llegada de la actriz Dana Karvelas a la región, nuestros protagonistas arrancan con optimismo los preparativos para llevar a cabo su idea, pero los obstáculos no tardan en hacerse presentes, llevándolos a cuestionarse si de verdad están conscientes de todos los aspectos que conlleva un movimiento tan importante como ese. Justo en ese punto, se abre el espacio para la reflexión y el debate, y como los mejores documentales saben hacerlo, La Vida es un Carnaval deja la última palabra al espectador para que este forme su propio juicio.
Con motivo del Festival Internacional de Cine de Morelia, Tomatazos pudo conversar con Fernando Colin Roque sobre todo el proceso que hubo detrás de la realización de La Vida es un Carnaval, los retos a los que todo el equipo se enfrentó y la importancia de seguir haciendo cine que despierte la conversación.
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El documental es un trabajo de investigación exhaustiva que no solamente nos revela todo lo que hay detrás de la festividad conocida como Las Mojigangas y lo que representa en un pueblo de pensamiento conservador como Ixtlilco, también nos ofrece una ventana íntima a la vida de sus protagonistas, todos miembros orgullosos de la comunidad LGBT que buscan marcar la diferencia después de vivir por años al margen de una sociedad que no termina de aceptarlos completamente. El eje de la narrativa es conducido por la iniciativa de Taly, Johan y Emmanuel para realizar la primera marcha gay en su localidad durante la celebración de Las Mojigangas, una propuesta a la que la mayoría de los habitantes se muestran cerrados por ir en contra de aquellos que llaman “las buenas costumbres”. Con la llegada de la actriz Dana Karvelas a la región, nuestros protagonistas arrancan con optimismo los preparativos para llevar a cabo su idea, pero los obstáculos no tardan en hacerse presentes, llevándolos a cuestionarse si de verdad están conscientes de todos los aspectos que conlleva un movimiento tan importante como ese. Justo en ese punto, se abre el espacio para la reflexión y el debate, y como los mejores documentales saben hacerlo, La Vida es un Carnaval deja la última palabra al espectador para que este forme su propio juicio.
Con motivo del Festival Internacional de Cine de Morelia, Tomatazos pudo conversar con Fernando Colin Roque sobre todo el proceso que hubo detrás de la realización de La Vida es un Carnaval, los retos a los que todo el equipo se enfrentó y la importancia de seguir haciendo cine que despierte la conversación.
Fernando, ¿de dónde nace tu inquietud por realizar este documental? ¿Cómo das con Ixtlilco y esta festividad tan particular de las Mojigangas?
Al festival de las Mojigangas llego gracias a unos colegas fotógrafos y antropólogos, entre ellos Carlos Contreras, Ricardo Maldonado y Maria Robles. Ellos me invitan a vivir este festival y empieza todo como se dice en el gremio “echando foto”, es decir vas y documentas. En ese sentido, esta investigación duró varios años hasta que encontré a Taly bailando vestida de mujer entre tantos hombres que representaban el imaginario del macho mexicano. Ver como se lucía en el desfile me interrogó mucho, y me hizo decir “aquí se tiene que contar una historia”. Así comenzó todo en el año 2010.
A pesar de estar ambientada en un pueblo tan pequeño como Ixtlilco, a lo largo del documental podemos ver que la comunidad LGBT tiene una presencia fuerte en el lugar. De entre tantos miembros ¿por qué eliges a Johan, Taly y Emmanuel para contar esta historia?
Pienso que representan la diversidad de la propia comunidad. Tenemos a Taly que es bastante popular en el pueblo y que es mayor que Emmanuel que está estudiando todavía o que Johan, que a pesar de haber dejado sus estudios sigue trabajando y tiene otra perspectiva diferente. De cierto modo estos personajes o personas representan esta diversidad, y cuando encuentran a Dana Karvelas, que para mí es un catalizador de la historia, los confronta completamente sobre cuál es el punto de vista del pueblo y cuál es el punto de vista de la ciudad.
Uno de los aspectos más destacados del documental es la intimidad con la que está filmado, navegando con los protagonistas en su rutina del día a día hasta el punto de hacerte sentir uno más del grupo, ¿cómo fue el proceso de rodaje? ¿La narrativa siempre tuvo un eje claro o se fue modificando conforme iban surgiendo los conflictos?
Al inicio tuve una aproximación más voyerista o documental sin intervención. Al recopilar bastante información, Dana Karvelas viene por ahí del quinto o sexto año y a partir de ahí empezamos a construir un arco narrativo, una dramaturgia con conflictos no solamente sobre el documental sino de lo que pasaba realmente en este emprendimiento de hacer la marcha gay. En 2018 encuentro a Nidia Santiago, nuestra productora, en Francia y en ese momento el trabajo de escritura empieza realmente a tomar forma, porque entonces empiezo a trabajar más desde los conflictos narrativos o dramatúrgicos. A partir de ese momento es donde la historia realmente tal cual la estamos viendo en el documental se escribe.
Algo que me parece curioso es cómo durante toda festividad de las Mojigangas hay este espacio donde los transexuales y los habitantes del pueblo conviven sin mayor problema, pero cuando éstos comienzan a mostrar un interés por realizar una marcha gay muchos rechazan la idea y se muestran cerrados a esto. ¿Por qué crees que ocurre esta contradicción?
Porque cada quien juega un rol y representa ciertas posturas, y en este juego de representaciones lo que queda en medio es básicamente no un tema de inclusión o de si vamos a permitirles el espacio a la comunidad LGBT en el pueblo, se trata simplemente de cómo nos comportamos frente a algo que nunca se ha hecho aquí, que es la marcha gay. Es decir, la marcha también es una cosa que se cuestionan las mismas personas del documental en el sentido de ¿realmente vale la pena que hagamos lo que estamos haciendo o no? Creo que de cierto modo ahí es donde no solamente es una película que se centra en una comunidad LGBT de un pueblo en el sur de México, pero también que puede hablarle a todos, porque emprender un proyecto lleva este planteamiento sobre los aciertos y como sobrepasas los obstáculos en este vaivén de los opuestos o las dificultades que pueden aparecer, y que ventajas tienes para llevar a cabo tu idea. Al final, todo esto representa lo que es La Vida es un Carnaval: cómo damos vida a lo que queremos hacer y qué aliados tenemos en este recorrido.
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En el rol de director, ¿cómo creas el vínculo con los entrevistados para que sean vulnerables y tengan la confianza de abrirse a compartir sus experiencias de vida con honestidad?
Yo pienso que todo es un tema de tiempo, es decir, una de las cosas que son raíz del trabajo cinematográfico es intentar entender cómo funciona el tiempo y darse cuenta que a través del entendimiento del tiempo y la paciencia puedes, de cierto modo, alcanzar una proximidad con las personas con las cuales estás trabajando. En ese sentido pienso que mi trabajo, como lo digo a menudo, es uno de escucha, entonces mi aproximación o mi método va siempre con un trabajo que se porta a la escucha total: mientras grabo entrevistas escucho constantemente qué es lo que me quiere decir esta persona, cuáles son sus interrogantes, cuáles son sus deseos, cuáles son sus miedos, y poco a poco te das cuenta que todos nos parecemos y aunque los miedos y los deseos sean diferentes siempre hay un punto en el que se cruzan, y esto tiene que ver con un tema de necesidad de existir y de ocupar un espacio.
Al final del documental vemos como el grupo de amigos termina fragmentado por sus diferencias, ¿cómo fue trabajar con estas tensiones grupales y los otros conflictos que se te fueron presentado a lo largo del camino?
Creo que estos conflictos eran inevitables. Cuando tienes un proyecto y entonces la persona que dijo que te iba a ayudar no lo hace o tú mismo decidiste que no vale la pena hacerlo, un conflicto necesariamente tiene que asomarse. Y creo que los conflictos también son importantes para poder, de cierto modo, definir tu postura y también encontrar acuerdos, porque es una película que no solamente muestra todo lo “peor” que pudo haber pasado, también habla de los puentes que se construyeron, de los acuerdos que fueron cimentándose a lo largo de este emprendimiento de hacer la primera marcha gay en el pueblo y los acuerdos que se hicieron entre el grupo LGBT.
Después de haber trabajado en varios proyectos, ¿qué dirías que ha cambiado en tu forma de hacer cine? ¿Qué aprendizajes de tus experiencias pasadas te sirvieron para realizar La Vida es un Carnaval?
Es verdad que es una película que llevo tiempo porque esa era su naturaleza y que a lo largo de este tiempo que se fue construyendo yo fui haciendo otras películas, y creo que siempre regresaba a La Vida es un Carnaval porque a medida de que mi visión fue creciendo o se fue alimentando de otras experiencias mi relación con la manera de contar historias fue siendo más clara pero también se fue formando una voz. Pienso que lo que es importante cuando decides enfrentarte a un camino largo como lo puede ser hacer cine, como director es que encuentres tu voz, de eso se trata, de ver con que voz te identificas más y ver si eres capaz de poder construir una voz o no, y en ese sentido la escucha es parte importante de la construcción de una voz, y creo que este método que te contaba hace un momento es lo que me ha ayudado mucho a construir las historias que quiero contar.
Finalmente, en el documental escuchamos como los participantes del desfile son conscientes de que los habitantes del pueblo los miran con desdén e incluso vemos en una toma como a uno de ellos le dan una nalgada sin su consentimiento. ¿Crees que exista la esperanza para todos los miembros de la comunidad LGBT en lugares pequeños como Ixtlilco de ser algún día tratados con el mismo respeto que el resto de la sociedad?
Sí, por supuesto, creo que gran parte del imaginario de este macho mexicano con el cual no me identifico es necesario que se deconstruya, y creo que ciertos trabajos documentales o ficcionales pueden aportar este trabajo de deconstrucción. Una deconstrucción siempre se lleva con una conversación, y te lleva a una reflexión cada vez más profunda. Creo que Taly y sus amigos son el inicio de varias transformaciones y de varios emprendimientos que están ocurriendo en este momento en el país.
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