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Si mezcláramos [Pelicula] Funny Games - Juegos Divertidos de [Director] Michael Haneke con los castigos morales de [Pelicula] Saw: El Juego Macabro en versión light, el resultado sería [Pelicula] Confesiones de P.D. James, un thriller de venganza provocador y duro de ver que, aunque no particularmente memorable, ofrece una experiencia satisfactoriamente tensa en sus concisos 97 minutos. La película tiene un alto valor como entretenimiento, atrapando al espectador con el siniestro rompecabezas de secretos que impulsa la narrativa, pero lamentablemente se queda corta como crítica social, tocando temas urgentes de forma superficial y poco novedosa.
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En la película, escrita por [Escritor] Alberto Chimal ([Pelicula] 7:19, La Hora del Temblor), una familia acomodada de la Ciudad de México está conmocionada por la desaparición de su hija pequeña. Por la noche, horas después de su desaparición, uno de los captores llega a la casa. Ha venido por el rescate… pero lo que quiere no es dinero, sino una confesión. Alguien en la familia está ocultando una atrocidad, y el captor los obligará a revelar las cosas más terribles que cada uno ha hecho en sus vidas. El discreto elenco está conformado Claudia Ramírez, Juan Manuel Bernal, Luis Gnecco, Emilio Treviño y Andree Vermeulen.
Conceptualmente, Confesiones parte de una idea minimalista pero no por ello es corta en su alcance, utilizando una sola locación y un grupo reducido de actores para presentar un relato contundente lleno de momentos que aceleran el pulso. El primer acto es el tramo más sólido de toda la película y también el más cuidado en cuestión de atmósfera, mientras conocemos a nuestros protagonistas se van dejando semillas narrativas que prometen alejar la historia de ritmos familiares, abriendo el terreno a infinitas posibilidades que lamentablemente no llegan a explorarse cuando el conflicto ya está establecido. Por otro lado, el tercer acto es el más denso emocionalmente hablando, y en el que más espacio se les da a los actores para que brillen, así que la recompensa por la paciencia del espectador está garantizada. Es todo lo que está en el tramo intermedio lo que no termina de funcionar, y lo que evita que este ambicioso proyecto no alcance las alturas que se propone.
Lamentablemente, lo nuevo de Carlos Carrera no tiene nada nuevo que decir sobre la clase más privilegiada del país. Aquí nuevamente tenemos a la arquetípica familia acomodada que peca de egoísta y pasa por encima de otros hasta que las consecuencias de sus actos termina por confrontarlos. Al no existir un área gris en la escritura del código moral de estos personajes, es imposible generar algún tipo de empatía por la situación que atraviesan, haciendo que su destino termine importándote poco. Por otra parte, considero que la dirección de Carrera no logra transmitir completamente la atmósfera claustrofóbica que sería adecuada para esta historia. A pesar del espacio reducido de la locación, las tomas a menudo son demasiado abiertas y no generan la sensación de estar atrapados con la familia en su casa. Esta falta de asfixia visual puede hacer que el espectador se sienta un poco desconectado de la tensión que debería estar presente en cada escena.
Incluso sabiendo de antemano que la película va a sumergirse en lo más oscuro de la condición humana, obligando a los protagonistas a enfrentar las peores acciones de sus vidas, uno no puede evitar sentir que la ejecución de la trama llega a ser por momentos innecesariamente explotadora. Cuando llegamos al momento en que los personajes deben pagar por sus pecados, las pruebas a las que se ven sometidos están grabadas de forma gráfica e incluso morbosa, y toda esa violencia se siente gratuita dado que al final no sientes que estas personas hayan aprendido realmente la lección o haya un cambio significativo en ellos. Es inevitable no sentirse decepcionado por este aspecto luego de ver como Carrera ha tocado temas igual de crudos en [Pelicula] El Crimen del Padre Amaro o [Pelicula] Ana y Bruno desde un ángulo más sutil e inteligente que no necesita perturbarte para que entiendas el mensaje.
Afortunadamente, todo el elenco está en perfecta sintonía y eleva el material cuando la escritura comienza a flaquear. Claudia Ramírez lleva su personaje a través de una montaña rusa emocional de forma creíble, mostrando una amplia gama de emociones, desde la frialdad inicial hasta la completa desesperación. En el caso de Luis Gnecco, su personaje se convierte en el más interesante de todos hacia el final de la historia, gracias a sus oscuros matices y su interpretación convincente. Su capacidad para aparentar inocencia mientras oculta algo impensable agrega una capa adicional de intriga a la trama. El antagonista interpretado por Juan Manuel Bernal, un criminal que inicialmente se nos presenta como despiadado y sádico, evoluciona de manera interesante a medida que descubrimos más sobre los motivos que lo impulsan a actuar de la manera en que lo hace con la familia protagonista. Y a pesar de no contar con la misma trayectoria de sus compañeros, Emilio Treviño no desentona y entrega todos sus diálogos con la misma pasión de un actor que lleva décadas en la industria.
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En el frente de la escritura, el guion Chimal queda a la deriva al buscar abordar una extensa serie de temas, que van desde el abuso sexual y el nepotismo hasta las disparidades de clase social y las prácticas laborales cuestionables. No obstante, al pretender explorar demasiados conflictos simultáneamente, lo que queda es una disección apresurada de estos que no invita a la reflexión y mucho menos a la conversación. Donde pienso que el talentoso escritor mexicano sobresale es en su habilidad para mantener al espectador comprometido de principio a fin mediante giros argumentales impactantes. Estos inesperados desarrollos no están colocados simplemente por el shock value, sino que añaden un toque complejidad a la narrativa, llevando al público a cuestionar sus propias percepciones y juicios acerca de los personajes y la situación en su conjunto.
En cuanto al ritmo de la película, a pesar de seguir una fórmula que después de un rato pierde la novedad y se vuelve repetitiva, la narrativa fluye sin problemas, y el relato nunca se hace pesado de ver. Entre otros aspectos, vale la pena mencionar que Confesiones hace gala de valores de producción que no tienen nada que envidiar a los grandes thrillers de Hollywood: la película es una muestra del talento cinematográfico en México y presenta una calidad visual y técnica de primer nivel.
Finalmente, [Pelicula] Confesiones es un examen de la crueldad humana que no siempre toca las notas correctas con un enfoque disperso que al querer abarcar mucho termina diciendo poco. Sin embargo, el notable compromiso del elenco y el estilo característico del director Carlos Carrera levantan el proyecto y si bien no logran invitar a la reflexión profunda que se proponen, hacen de este siniestro recorrido algo entretenido de ver.
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En la película, escrita por [Escritor] Alberto Chimal ([Pelicula] 7:19, La Hora del Temblor), una familia acomodada de la Ciudad de México está conmocionada por la desaparición de su hija pequeña. Por la noche, horas después de su desaparición, uno de los captores llega a la casa. Ha venido por el rescate… pero lo que quiere no es dinero, sino una confesión. Alguien en la familia está ocultando una atrocidad, y el captor los obligará a revelar las cosas más terribles que cada uno ha hecho en sus vidas. El discreto elenco está conformado Claudia Ramírez, Juan Manuel Bernal, Luis Gnecco, Emilio Treviño y Andree Vermeulen.
Conceptualmente, Confesiones parte de una idea minimalista pero no por ello es corta en su alcance, utilizando una sola locación y un grupo reducido de actores para presentar un relato contundente lleno de momentos que aceleran el pulso. El primer acto es el tramo más sólido de toda la película y también el más cuidado en cuestión de atmósfera, mientras conocemos a nuestros protagonistas se van dejando semillas narrativas que prometen alejar la historia de ritmos familiares, abriendo el terreno a infinitas posibilidades que lamentablemente no llegan a explorarse cuando el conflicto ya está establecido. Por otro lado, el tercer acto es el más denso emocionalmente hablando, y en el que más espacio se les da a los actores para que brillen, así que la recompensa por la paciencia del espectador está garantizada. Es todo lo que está en el tramo intermedio lo que no termina de funcionar, y lo que evita que este ambicioso proyecto no alcance las alturas que se propone.
Lamentablemente, lo nuevo de Carlos Carrera no tiene nada nuevo que decir sobre la clase más privilegiada del país. Aquí nuevamente tenemos a la arquetípica familia acomodada que peca de egoísta y pasa por encima de otros hasta que las consecuencias de sus actos termina por confrontarlos. Al no existir un área gris en la escritura del código moral de estos personajes, es imposible generar algún tipo de empatía por la situación que atraviesan, haciendo que su destino termine importándote poco. Por otra parte, considero que la dirección de Carrera no logra transmitir completamente la atmósfera claustrofóbica que sería adecuada para esta historia. A pesar del espacio reducido de la locación, las tomas a menudo son demasiado abiertas y no generan la sensación de estar atrapados con la familia en su casa. Esta falta de asfixia visual puede hacer que el espectador se sienta un poco desconectado de la tensión que debería estar presente en cada escena.
Incluso sabiendo de antemano que la película va a sumergirse en lo más oscuro de la condición humana, obligando a los protagonistas a enfrentar las peores acciones de sus vidas, uno no puede evitar sentir que la ejecución de la trama llega a ser por momentos innecesariamente explotadora. Cuando llegamos al momento en que los personajes deben pagar por sus pecados, las pruebas a las que se ven sometidos están grabadas de forma gráfica e incluso morbosa, y toda esa violencia se siente gratuita dado que al final no sientes que estas personas hayan aprendido realmente la lección o haya un cambio significativo en ellos. Es inevitable no sentirse decepcionado por este aspecto luego de ver como Carrera ha tocado temas igual de crudos en [Pelicula] El Crimen del Padre Amaro o [Pelicula] Ana y Bruno desde un ángulo más sutil e inteligente que no necesita perturbarte para que entiendas el mensaje.
Afortunadamente, todo el elenco está en perfecta sintonía y eleva el material cuando la escritura comienza a flaquear. Claudia Ramírez lleva su personaje a través de una montaña rusa emocional de forma creíble, mostrando una amplia gama de emociones, desde la frialdad inicial hasta la completa desesperación. En el caso de Luis Gnecco, su personaje se convierte en el más interesante de todos hacia el final de la historia, gracias a sus oscuros matices y su interpretación convincente. Su capacidad para aparentar inocencia mientras oculta algo impensable agrega una capa adicional de intriga a la trama. El antagonista interpretado por Juan Manuel Bernal, un criminal que inicialmente se nos presenta como despiadado y sádico, evoluciona de manera interesante a medida que descubrimos más sobre los motivos que lo impulsan a actuar de la manera en que lo hace con la familia protagonista. Y a pesar de no contar con la misma trayectoria de sus compañeros, Emilio Treviño no desentona y entrega todos sus diálogos con la misma pasión de un actor que lleva décadas en la industria.
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En el frente de la escritura, el guion Chimal queda a la deriva al buscar abordar una extensa serie de temas, que van desde el abuso sexual y el nepotismo hasta las disparidades de clase social y las prácticas laborales cuestionables. No obstante, al pretender explorar demasiados conflictos simultáneamente, lo que queda es una disección apresurada de estos que no invita a la reflexión y mucho menos a la conversación. Donde pienso que el talentoso escritor mexicano sobresale es en su habilidad para mantener al espectador comprometido de principio a fin mediante giros argumentales impactantes. Estos inesperados desarrollos no están colocados simplemente por el shock value, sino que añaden un toque complejidad a la narrativa, llevando al público a cuestionar sus propias percepciones y juicios acerca de los personajes y la situación en su conjunto.
En cuanto al ritmo de la película, a pesar de seguir una fórmula que después de un rato pierde la novedad y se vuelve repetitiva, la narrativa fluye sin problemas, y el relato nunca se hace pesado de ver. Entre otros aspectos, vale la pena mencionar que Confesiones hace gala de valores de producción que no tienen nada que envidiar a los grandes thrillers de Hollywood: la película es una muestra del talento cinematográfico en México y presenta una calidad visual y técnica de primer nivel.
Finalmente, [Pelicula] Confesiones es un examen de la crueldad humana que no siempre toca las notas correctas con un enfoque disperso que al querer abarcar mucho termina diciendo poco. Sin embargo, el notable compromiso del elenco y el estilo característico del director Carlos Carrera levantan el proyecto y si bien no logran invitar a la reflexión profunda que se proponen, hacen de este siniestro recorrido algo entretenido de ver.
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