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Érase una vez un set | Chucky: Los desafíos del muñeco diabólico detrás de cámaras

Descubre cómo las ideas del guionista se fusionaron con las tendencias de los ochenta para dar vida a uno de los villanos más queridos del cine de terror.

Dentro de la amplia variedad de villanos clásicos del horror, pocos han logrado amalgamar con tal éxito el terror puro con un toque de humor retorcido como lo hizo Chucky, el Muñeco Diabólico - 67% lo cual sin duda lo convertiría en un ícono del género. Desde su primera aparición en hasta convertirse en el alma de una exitosa franquicia que recientemente ha llegado a la televisión con, Chucky - 93% ha dejado una huella única, ganándose un lugar especial en el corazón de los amantes del horror.

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El carisma tenebroso de Chucky

Lo que ha distinguido a Chucky de otros villanos es su capacidad para inyectar humor negro en sus fechorías siniestras. Su carisma tenebroso se manifiesta en su pequeña estatura, su característico cabello rojo despeinado y su atuendo de muñeco bonachón. Estos rasgos, en apariencia inofensivos, sirven como el velo perfecto para ocultar su naturaleza malévola. Es este contraste entre lo inocente y lo macabro lo que añade un nivel extra de horror psicológico, llevando al espectador a reír, muchas veces nerviosamente, mientras se estremece ante las travesuras mortales del muñeco.

El diálogo ingenioso de Chucky es otro elemento crucial en su carisma. Sus frases icónicas, pronunciadas con una malicia juguetona, se han arraigado en la cultura popular del horror. Desde el clásico "Hi, I'm Chucky, wanna play?" hasta sus comentarios sarcásticos en medio de persecuciones aterradores, Chucky posee un don para entrelazar el humor negro de su repertorio cómico, lo que lo ha convertido en un villano único, capaz de generar tanto risas como escalofríos. Quizá solo comparable con otra leyenda del género, Freddy Krueger, su compenetración con las audacias va más allá de los amantes del horror, logrando una importante presencia en la cultura pop que sobrepasa los límites de otros personajes clásicos.

Imagen promocional de la cinta Chucky, el muñeco diabólico de 1988
Imagen promocional de la cinta Chucky, el muñeco diabólico de 1988

La inspiración para la cinta original fue la de un muñeco infantil poseído “en la vida real” llamado Robert the Doll. Robert pertenecía al pintor y autor de Florida, Robert Eugene Otto, quien afirmó que uno de los sirvientes de su familia puso una maldición vudú en su juguete de la infancia. El muñeco se movía misteriosamente por la casa, tiraba cosas e incluso conversaba con el joven Otto. Cada vez que sucedía algo, Otto decía: "Robert lo hizo". Aunque su familia siempre sospechó que era el niño el que causaba todos los problemas en la casa.

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Una de las revelaciones más sorprendentes para el público en su día es el origen del nombre completo de Chucky, Charles Lee Ray, derivado de nombres de asesinos notorios como Charles Manson, Lee Harvey Oswald y James Earl Ray. Este toque macabro agrega una capa adicional de terror al personaje, que más tarde también incurriría en la parodia.

El viaje de darle vida a Chucky en la icónica película de terror representó una verdadera innovación la animatrónica para su época, dirigida por el talentoso Kevin Yagher , e igualmente una serie de importantes retos. El trabajo animatrónico en Chucky marcó un hito importante en la carrera de Yagher, estableciéndolo como el experto al que recurrir en el campo.

El término "animatronics" se había originado en el trabajo de Walt Disney sobre robots para parques de diversiones, pero esta industria se encontraba apenas en una etapa temprana durante la realización de la primera película de la franquicia, y tanto los recursos tecnológicos como los conocedores del tema era escasos. El mismo Yagher sería recomendado por el ganador del Premio de la Academia Rick Baker para así embarcarse en el desafío de crear un Chucky realista.

El proceso comenzó con un dibujo detallado de David Kirchner, capturando las características físicas de Chucky: sesenta centímetros de altura, cabello rojo, ojos azules, pecas y overol. Kevin esculpió la cabeza de Chucky con arcilla y se la presentó al equipo como base para un mayor desarrollo. El intrincado proceso implicó crear moldes, núcleos de fibra de vidrio y agregar mecanismos para expresiones faciales sutiles. A la larga, esta manufacturación detallada sería la principal responsable por la característica personalidad del muñeco.

Y es que la evolución de Chucky a lo largo de la franquicia también ha contribuido a su carisma duradero, con la voz icónica puesta por el actor John Franklin. A medida que la serie avanzaba, el personaje pasó de ser un simple muñeco animatrónico a albergar el alma de un astuto asesino. Esta transformación, lejos de diluir su impacto, añadió capas a su personalidad, convirtiéndolo en un villano tridimensional con motivaciones retorcidas y un ingenio sádico. De tal manera que el público se encontró, de manera sorprendente, simpatizando con este muñeco poseído mientras dejaba un rastro de caos y risas a su paso.

La transformación de Chucky de un muñeco a una entidad más humana fue un juego psicológico para la audiencia. La progresión incluyó cambios en la calidad de la piel, el color de los ojos e incluso la sugerencia de un lado más oscuro a través de ojos azules translúcidos. La atención de Kevin al detalle se extendió a considerar las implicaciones de agregar sombra a la barba, optando por mantener un aire de ambigüedad.

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El equipo animatrónico, formado por titiriteros especializados estuvo encargado de generar los diferentes rasgos faciales del muñeco que dieron vida al Chucky legendario, trabajando en conjunto para controlar los movimientos de los ojos, las cejas, las mejillas y la boca. La coordinación entre estos expertos dio como resultado un títere capaz de transmitir una variedad de emociones, desde dulces e inocentes hasta diabólicas y llenas de ira.

Más allá de las expresiones faciales, los movimientos físicos de Chucky se lograron mediante diversas técnicas. El equipo experimentó con servotíteres, movimientos controlados por cables y títeres de varillas para crear una actuación aterradora y fluida. La introducción de un actor en el set disfrazado de Chucky, Ed Gale, combinada con decorados a escala gigante, añadió otra dimensión al personaje.

La producción enfrentó desafíos ante la falta de soluciones digitales disponibles en la actualidad. Cada detalle tenía que ser perfecto, ya que no había lugar para correcciones de posproducción. A pesar de la incertidumbre inicial respecto a las posibilidades de éxito de la producción, la creatividad del equipo animatrónico floreció, dando lugar a momentos espontáneos y memorables que el director Tom Holland incorporó a la película.

Lo creativo detrás de lo diabólico

El guionista Don Mancini ha realizado diversas declaraciones sobre los orígenes y la evolución del espeluznante muñeco asesino que ha aterrorizado a generaciones de cinéfilos. Su inspiración, una mezcla única de los dilemas sociales la década de los ochenta y sus experiencias personales, creó la base de lo que eventualmente se convertiría en la icónica serie de películas Chucky, el muñeco diabólico (Child's Play).

Mancini, estudiante de cine en UCLA en ese momento, se sumergió en las profundidades del consumismo de la era y en el impacto del marketing en los niños, influenciado directamente por las experiencias con su padre, un ejecutivo de publicidad. La conexión problemática con su padre y sus experiencias como hombre gay se fusionaron en la historia de un niño con una madre soltera, desprovisto de una figura paterna, dando forma al guión original titulado Baterías no incluidas.

El productor ejecutivo David Kirschner, impresionado por el potencial de la historia, aseguró la producción por parte de United Artists, estableciendo así las bases para la franquicia de Chucky. Sin embargo, el camino hacia la pantalla no fue sin obstáculos: cambios en el título, ajustes en el guión para abordar los aspectos más inquietudes sobre el contenido y la elección cuidadosa de la voz de Chucky, inicialmente interpretada por Jessica Walter y luego reemplazada por Franklin.

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La película continuaría enfrentando una serie de importantes a desafíos significativos, como la mínima participación de Mancini debido a la huelga del Writers Guild of America de 1988. Y desde luego, la locación, donde Chicago serviría como escenario, con temperaturas gélidas que alcanzaron los -46 °C, obligando a la producción a buscar métodos creativos para mantener en temperaturas a los miembros de producción.

La prueba de proyección preliminar de la película enfrentó severas críticas negativas, lo que llevó a recortes significativos para la presencia de Chucky en pantalla. Este proceso, aunque controvertido, contribuyó al suspenso, emulando estrategias exitosas de películas como Tiburón - 98% y Alien - El Octavo Pasajero - 97%, donde el enfrentarse ante lo desconocido o lo oculto terminó por darle forma a una atmosfera perfecta para un triunfo comercial y con el público.

Complementado estos elementos de suspendo, la banda sonora, compuesta por Joseph Renzetti, fusionó elementos electrónicos y orquestales para crear una ambientación inmersiva. Parte de la banda sonora se lanzó en vinilo en 1989, convirtiéndose en un elemento integral de la experiencia cinematográfica, que junto con el muñeco en sí mismo, se volvieron parte de una memorabilia extensa que ya se encuentra íntimamente relacionada a la cinta.

Además, la mezcla de elementos clásicos del horror con una pizca de humor ha sido un imán para los fans del género. La capacidad de Chucky para burlarse de las convenciones del cine de terror, mientras al mismo tiempo las abraza, creó una experiencia única y memorable para los espectadores. Este equilibrio delicado entre susto y risa ha catapultado a Chucky a una posición destacada en el panteón de los villanos del horror.

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La conexión entre Chucky y la audiencia se fortaleció gracias a su adaptabilidad y versatilidad en los distintos escenarios de terror. Desde juguetes que cobran vida hasta la amenaza de ser poseído, Chucky ha explorado diversas facetas del horror sobrenatural. Esta capacidad para reinventarse y mantenerse fresco a lo largo de las entregas de la franquicia ha sido un factor clave en su éxito sostenido por varias décadas.

El viaje sangriento de una franquicia

Fue así como desde la oscura inspiración de su nombre hasta las múltiples voces que han dado vida a este muñeco asesino, la saga de películas de Chucky se conformó rápidamente una identidad única, dejando atrás una marca indeleble en el género de terror. Si cien para dar vida a Charles Lee Ray, el protagonista malévolo, hicieron falta distintos actores Dourif, pasaría a la posteridad por su interpretación única, aunque el renombrado actor John Lithgow estuvo en consideración inicialmente para el papel. Otro de los nombres barajeados inicioalmente, "Blood Buddy", reflejaba la idea original de un muñeco que sangraba para enseñar a los niños a cuidar de sus juguetes.

De acuerdo al libro Incredible Horror Movie Facts de Killian H. Gore, en el guión original, Good Guy Dolls como Chucky tenían una peculiaridad: sangraban. La conexión entre la sangre de Andy y Chucky daba vida al muñeco, personificando la ira reprimida de Andy. El eslogan "Nadie cree la verdad... ni vive para contarla" estableció el tono inquietante de la franquicia, inspirada en el episodio de La dimensión desconocida, "Living Doll".

La segunda entrega de Chucky culmina en una fábrica de juguetes, un final originalmente concebido para la película anterior. Mientras la tercera, lanzada rápidamente tras la segunda, es considerada por algunos como la peor de la serie debido a su precipitada producción. Otras curiosidades destacables incluyen la cercana colaboración entre Brad Dourif y Peter Jackson, quien estuvo a punto de dirigir Chucky 3 antes de su asociación en El Señor de los Anillos. Es La Novia de Chucky, la que Dourif considera como su película favorita de la serie.

Y en El hijo de Chucky, Billy Boyd presta su voz a Glen o Glenda, con referencias a la película de Ed Wood. La Maldición de Chucky - 81% presenta a Fiona Dourif, hija de Brad Dourif, en el papel de Nica. La película marcó un rediseño de Chucky, generando especulaciones de un reinicio. Pero la cinta Cult of Chucky - 81% de 2017 supondría golpe duro a la franquicia, ya que la película completa se filtró en YouTube dos semanas antes del lanzamiento. Es por esto que la más reciente, El muñeco diabólico del 2019, marca la primera película de la saga en cines desde 2004, a la par que presenta a Mark Hamill da voz a Chucky, sustituyendo a Brad Dourif.

Este viaje sanguinario a través de las películas de Chucky revela un trasfondo fascinante, desde sus inicios hasta su última encarnación en la serie de AMC que ya va por su tercera temporada, dejando una estela de miedo y fascinación en su camino. Es así como es posible catalogar a Chucky como algo más que un simple muñeco diabólico, pues se trata de un fenómeno cultural que ha logrado conquistar el corazón de los amantes del horror al fusionar el miedo con el humor de manera magistral. Su carisma tenebroso, sus diálogos ingeniosos y su capacidad para evolucionar han convertido a Chucky en uno de los villanos más queridos y duraderos del cine de terror, una hazaña que pocos personajes pueden reclamar en la historia del cine.

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