Con 28 años de edad, la joven colombiana Yudy Pineda se ha convertido en tendencia debido a una entrevista que le fue realizada por Caracol Radio (vía Minuto 30), donde contó cómo cambió drásticamente su estilo de vida del convento a ser una actriz porno. Contrario a lo que muchos podrían pensar, la chica no dio la espalda a su fe católica, solo decidió vivir su vida de forma diferente.
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Yudy es una indígena nacida en Ituango (Antioquia), criada en Urabá, donde encontró su amor por la religión:
Me fui para Urabá. Soy muy católica. Demasiado. De hecho, cuando me fui para Urabá, estuve en un colegio que visitaban las monjas y decidí entrar a esa vocación. Entré a eso de los 10 años de edad. Duré en el convento ocho años, en el cual me sentí demasiado, demasiado, contenta.
Pero como suele suceder a muchas religiosas que conocen el amor mundano y deciden entregarse a un hombre terrenal en lugar de hacerlo solamente a Dios, el destino deparaba algo diferente a Pineda que la vida en reclusión voluntaria. Cuando conoció a un hombre y cayó perdidamente enamorada de él descubrió que no era lo suyo ser monja:
Me enamoré de él. Entonces ya decidí no estar más en la vocación. Hablé con la hermana y le dije que no era correcto lo que estaba haciendo, me había enamorado, y me salí del convento.
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Luego tuvo que enfrentarse al estilo de vida de los profanos, y aunque dice que trabajaba en una reconocida empresa, debía cubrir una larga jornada laboral y recibir un sueldo que no le alcanzaba, por lo que entró en depresión. Más tarde conoció a una amiga que la invitó a ser “modelo webcam”, y fue contratada en un estudio en Medellín, donde comenzó su carrera en el mundo del entretenimiento para adultos, aunque solo duró seis meses pues no le pagaban suficiente.
Después conoció a una persona con amplia experiencia en la industria porno, y gracias a su apoyo y asesoramiento ha avanzado y sus oportunidades mejoraron. Sin embargo, como ya dijimos anteriormente, Yudy no olvidó sus raíces católicas y sigue confesándose con un padre en particular, el cual aprendió a aceptar el estilo de vida que lleva y parece que se llevan muy bien:
Es una persona que está mucho, mucho, de mi lado y no me juzga. Dice que solamente el que me debe juzgar es Dios, no él. Que todos los seres humanos somos iguales. Ya ni me pone penitencias [entre risas]. Él dice que es perder el tiempo conmigo. La primera vez que yo me confesé con él, me dijo que no lo volviera a hacer, que cambiara de vida, y yo le dije: ‘No, yo no puedo cambiar de vida, porque para mí esto es un trabajo digno y artístico. Entonces, no le veo nada de malo’.
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