Antes de que la pantalla de la computadora y el celular se volvieran nuestro día a día, los televisores nos indujeron la sensación de observarnos en un espejo negro que, cuando se encendía, nos lanzaba un retrato de nosotros en relación a lo que acontecía en el resto del mundo. Aprendimos que somos lo que vemos, en buena medida. Por eso la Asamblea General de las Naciones Unidas, en un acto de vindicación de la cultura moderna y de los mass media —que mala fama han dejado a productores y luciente plástica han heredado a las últimas nueve décadas— decide proclamar el 21 de noviembre Día Mundial de la Televisión.
Puede interesarte: Dinámica de precios de televisión de paga
La efeméride se celebra en México —y cómo no, si acá incluso ha hecho las veces de niñera para los peques más desatendidos—, Perú, Chile, Paraguay, Argentina, España, Colombia, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Venezuela y en algunos otros lugares del mundo.
Fue un 17 de diciembre de 1996 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución 51/205, “decide proclamar el 21 de noviembre Día Mundial de la Televisión, en conmemoración de la fecha en que se celebró el primer Foro Mundial de la Televisión. Invita a todos los Estados Miembros a que observen el Día Mundial de la Televisión promoviendo intercambios mundiales de programas de televisión centrados, en particular, en cuestiones como la paz, la seguridad, el desarrollo económico y social y la promoción del intercambio cultural”.
Dice la leyenda emitida por la ONU para justificar su acción:
Las comunicaciones se han convertido en una de las cuestiones internacionales básicas de nuestro tiempo, no sólo por su importancia para la economía mundial, sino también por sus repercusiones para el desarrollo social y cultural.Dentro del mundo de las comunicaciones, la televisión es una de las protagonistas clave, por su influencia cada vez mayor en el proceso de adopción de decisiones, al haber sido los ojos del mundo en muchos conflictos y otras amenazas para la paz y la seguridad, así como por haber llamado la atención de toda la sociedad en importantes cuestiones económicas y sociales.
No dejes de leer: 10 planos secuencia en el cine y televisión
La televisión existe gracias al iconoscopio, invento creado por Vladimir Zvorykin y Philo Taylor Farnsworth. Dicho artefacto proyectaba imágenes por medio de una placa fotosensible que dividía ilustraciones en miles de elementos, que actualmente son conocidos como pixeles. Las primeras transmisiones públicas se realizaron en Estados Unidos en 1930 y estuvieron a cargo de NBC y CBS. Seis años más tarde se uniría la BBC One en Inglaterra y TF1 en Francia.
En 1939, el ingeniero mexicano Guillermo González Camarena creó un sistema para transmitir televisión a color, conocido como adaptador cromoscópico para televisión, pero fue hasta un año después cuando le fue otorgada la primera patente en México, y dos años más tarde en Estados Unidos, done comenzó a explotarse para su comercialización. Desde entonces hasta la fecha, el formato ha cambiado ad hoc con la tecnología y la narrativa o la comunicación comprometidas a través de la imagen.
La tecnología nos ha dejado en garantía una nueva manera de concebir la transmisión de productos audiovisuales, desde la smart TV y los proyectores pequeños súper potentes, hasta las tablets y celulares predispuestos para gozar de Netflix, HBO GO y más recientemente Blim (en Latinoamérica todavía no disponemos de Amazon TV). En septiembre de este año, por ejemplo, la cadena británica BBC presentó un prototipo de televisión holográfica. En el cine, James Cameron se empecina en que la secuela de Avatar - 83% –que se estrenará en 2018 si la tecnología y los lanzamientos en salas de proyección le cumplen el capricho– sea la primera película sin gafas 3D para ser exhibida genuinamente en tercera dimensión en la pantalla grande. Si lo consigue, será cuestión de tiempo para que sus hallazgos sean aplicados en otros soportes, como sucedió en menos de cinco años con las televisiones capaces de proyectar en tercera dimensión.
Así, la televisión ha pasado a ser un concepto de comunicación que va más allá de las pantallas. Black Mirror, de Netflix, nos ha dejado claro que el fenómeno de la imagen puede trascender los modos en que proyectamos hasta nuestros recuerdos.
Algunos teóricos, como Giovanni Sartori o Umberto Eco, han visto con sobrada sospecha los efectos que puede provocar una sociedad saturada de imagen más que de letras.
En su opinión, se trata de un fenómeno que afecta por su hipnotismo y facilidad para mantener al individuo sujeto a una comunicación unívoca —incluso si se habla del streaming—. Algo que un Slavoj Zizek corroboraría con su humor ácido: el hombre se sujeta a lo que el conocimiento audiovisual invoca.
Tal suspicacia contra la televisión no ha impedido el advenimiento de una revolución estética y técnica en la narrativa televisiva. Ante la posibilidad de mantener al atención y la tensión de los espectadores, los contenidos de calidad (muchos casi de autor) infieren entretenimiento al mismo tiempo que una crítica a fenómenos sociales, íntimos o psicológicos. Según algunos críticos, un hito que marca un antes y un después en la manera de hacer televisión recae en Los Soprano.
Continúa leyendo: Los Soprano: ¿precuela en curso?
A partir de ahí, la televisión podía ponerse a la par de los novelistas y cuentistas sin perder su hálito de entretenimiento puro: pensar al mismo tiempo que relajarse, parece factible desde entonces. La creatividad y el respeto por el espectador se imponen como máximas. Finalmente, los clásicos nunca mueren. Ni siquiera la radio.
También puede interesarles:
The Walking Dead podría tener una película
Black Mirror: ¿usarías la tecnología para ver Netflix en cualquier momento?
Series de comedia para este fin de semana: Gilmore Girls, Club de Cuervos y Freaks and Geeks
Comentarios
Tomatazos
Facebook
Mejores
Nuevos