Tal vez te interese
Fernando Botero, el célebre pintor y escultor colombiano, falleció a los 91 años, según confirmaron medios locales este viernes (vía BBC). La causa fue una neumonía que requirió atención médica en un hospital del norte de Italia, donde el artista residía desde hace décadas. Botero, nacido el 19 de abril de 1932 en Medellín, Colombia, es universalmente conocido por su estilo característico que presenta figuras corpulentas y voluminosas. Sus obras han sido exhibidas en los museos más importantes del mundo y han alcanzado valores de hasta US$ 2 millones en subastas. También son famosas sus esculturas de acero, que decoran calles y plazas de grandes ciudades internacionales.
También te puede interesar: Johnny Depp triunfa en el mundo del arte: vende 3.5 millones de euros con sus pinturas
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el expresidente Juan Manuel Santos, se sumaron a las condolencias globales, subrayando el impacto imborrable del artista en el mundo del arte. La esposa de Botero, Sophia Vari, también una destacada artista, falleció hace cinco meses. Fernando creció en una Medellín donde las iglesias eran más comunes que los museos, y su primer acercamiento al arte fue a través del arte religioso, a pesar de no haber crecido en un ambiente particularmente creyente.
En 2019 se estrenó un documental dedicado a su trayectoria, titulado [Pelicula] Botero: La Película y dirigido por [Director] Don Millar, y puede verse en Apple TV+. El artista deja un legado irremplazable en la cultura mundial y especialmente en su Colombia natal, donde el Museo de Antioquia, en Medellín, le dedica una extensa colección. Su muerte marca el final de una era para el arte latinoamericano.
Botero fue una de las figuras más prominentes del arte latinoamericano, y tuvo una trayectoria tan rica como diversa. Su interés en el arte comenzó en su juventud, cuando ilustraba para el periódico local El Colombiano y fue expulsado de su colegio por un artículo sobre Picasso que fue considerado obsceno. Terminó sus estudios secundarios en el Liceo de la Universidad de Antioquia, tras lo cual se mudó a Bogotá en 1951. Ahí realizó sus primeras exposiciones y ganó reconocimiento en la escena artística colombiana.
También lee: La magia del matte painting: la creación de escenarios fantásticos en el cine antes del CGI
Su verdadera formación como artista comenzó en Europa, donde se mudó en 1952. Primero se instaló en Madrid, donde estudió en la Real Academia de Arte de San Fernando. Sin embargo, fue su tiempo en Florencia y su contacto con el arte renacentista italiano lo que profundamente influenció su estilo. Un libro de Bernard Berenson y la obra de Paolo Uccello le llevaron a experimentar con el volumen en la pintura, un rasgo que se convertiría en su sello distintivo.
A su regreso a Colombia, Botero enfrentó críticas, en gran parte debido al predominio de la vanguardia francesa en ese momento en su país natal. A pesar de este contratiempo inicial, se mudó a Ciudad de México, donde su obra se transformó nuevamente, incorporando elementos del modernismo y del colorido estilo de Rufino Tamayo. A medida que se mudaba entre Nueva York, Bogotá, y varias ciudades de Europa, su reputación crecía, cristalizando su posición como uno de los artistas más importantes de su generación.
En 1960, se trasladó a Nueva York, donde se vio influido por el expresionismo abstracto, pero mantuvo su lenguaje figurativo. Aunque la abstracción dominaba la escena artística, Botero se aferró a sus intereses y continuó explorando la volumetría y el color en su obra. Para 1962, experimentó con el arte pop, adaptando su estilo para incluir personajes figurativos y colores planos.
Con una carrera que abarca más de siete décadas y una influencia que se extiende por todo el mundo, Fernando Botero es un testamento al poder del arte para cruzar fronteras culturales y emocionales. Su enfoque único en la volumetría y su habilidad para capturar la esencia humana lo sitúan como un artista de relevancia global. Con esculturas y pinturas que van desde lo político hasta lo poético, Botero será recordado como una fuerza influyente en el mundo del arte contemporáneo.
No te vayas sin leer: Robert Pattinson se convierte en curador de arte en colaboración con una casa de subastas
También te puede interesar: Johnny Depp triunfa en el mundo del arte: vende 3.5 millones de euros con sus pinturas
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el expresidente Juan Manuel Santos, se sumaron a las condolencias globales, subrayando el impacto imborrable del artista en el mundo del arte. La esposa de Botero, Sophia Vari, también una destacada artista, falleció hace cinco meses. Fernando creció en una Medellín donde las iglesias eran más comunes que los museos, y su primer acercamiento al arte fue a través del arte religioso, a pesar de no haber crecido en un ambiente particularmente creyente.
En 2019 se estrenó un documental dedicado a su trayectoria, titulado [Pelicula] Botero: La Película y dirigido por [Director] Don Millar, y puede verse en Apple TV+. El artista deja un legado irremplazable en la cultura mundial y especialmente en su Colombia natal, donde el Museo de Antioquia, en Medellín, le dedica una extensa colección. Su muerte marca el final de una era para el arte latinoamericano.
La diversa carrera de Botero
Botero fue una de las figuras más prominentes del arte latinoamericano, y tuvo una trayectoria tan rica como diversa. Su interés en el arte comenzó en su juventud, cuando ilustraba para el periódico local El Colombiano y fue expulsado de su colegio por un artículo sobre Picasso que fue considerado obsceno. Terminó sus estudios secundarios en el Liceo de la Universidad de Antioquia, tras lo cual se mudó a Bogotá en 1951. Ahí realizó sus primeras exposiciones y ganó reconocimiento en la escena artística colombiana.
También lee: La magia del matte painting: la creación de escenarios fantásticos en el cine antes del CGI
Su verdadera formación como artista comenzó en Europa, donde se mudó en 1952. Primero se instaló en Madrid, donde estudió en la Real Academia de Arte de San Fernando. Sin embargo, fue su tiempo en Florencia y su contacto con el arte renacentista italiano lo que profundamente influenció su estilo. Un libro de Bernard Berenson y la obra de Paolo Uccello le llevaron a experimentar con el volumen en la pintura, un rasgo que se convertiría en su sello distintivo.
A su regreso a Colombia, Botero enfrentó críticas, en gran parte debido al predominio de la vanguardia francesa en ese momento en su país natal. A pesar de este contratiempo inicial, se mudó a Ciudad de México, donde su obra se transformó nuevamente, incorporando elementos del modernismo y del colorido estilo de Rufino Tamayo. A medida que se mudaba entre Nueva York, Bogotá, y varias ciudades de Europa, su reputación crecía, cristalizando su posición como uno de los artistas más importantes de su generación.
En 1960, se trasladó a Nueva York, donde se vio influido por el expresionismo abstracto, pero mantuvo su lenguaje figurativo. Aunque la abstracción dominaba la escena artística, Botero se aferró a sus intereses y continuó explorando la volumetría y el color en su obra. Para 1962, experimentó con el arte pop, adaptando su estilo para incluir personajes figurativos y colores planos.
Con una carrera que abarca más de siete décadas y una influencia que se extiende por todo el mundo, Fernando Botero es un testamento al poder del arte para cruzar fronteras culturales y emocionales. Su enfoque único en la volumetría y su habilidad para capturar la esencia humana lo sitúan como un artista de relevancia global. Con esculturas y pinturas que van desde lo político hasta lo poético, Botero será recordado como una fuerza influyente en el mundo del arte contemporáneo.
No te vayas sin leer: Robert Pattinson se convierte en curador de arte en colaboración con una casa de subastas