En Israel no hay ni el matrimonio civil ni el divorcio civil; sólo los rabinos pueden legalizar un matrimonio o su disolución, lo cuál sólo es posible con el pleno consentimiento del marido. Viviane Amsalem ha estado aplicando por el divorcio durante tres años, pero su esposo, Elisha, no está de acuerdo. La fría intransigencia de él, la determinación de Viviane para luchar por su libertad, y el papel ambiguo de los jueces a dar forma a un procedimiento en el que la tragedia compite con el absurdo, y donde todo se lleva a cabo fuera de juicio, además de la solicitud inicial.
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