Grand Theft Hamlet

Una idea brillante, ejecutada de forma brillante; divertida, surrealista y, sí, a su manera extraña, genuinamente emocionante. (...) El resultado es salvaje, como la película de Baz Luhrmann Romeo + Julieta o la obra de Tom Stoppard Rosencrantz y Guildenstern han muerto (...) Para mí, la voz desconcertada de Oosterveen suena muy parecida a la de Simon Jones como Arthur Dent en la Guía del Viajero Intergaláctico y lo pienso como el mayor elogio posible cuando digo que a Douglas Adams le habría encantado esta película. A mí, sin duda.

La película, dirigida por Sam Crane y Pinny Grylls, es exactamente lo que implica el título: una crónica de un intento de poner en escena la obra de Shakespeare en el espacio virtual que ofrece el famoso videojuego Grand Theft Auto. (...) Cuando Crane finalmente pronuncia el soliloquio de “ser o no ser”, no suena como si estuviera actuando. En absoluto. La forma en que llegó a ocupar el papel es ciertamente inusual, pero lo hace, y puede que te apetezca darle una ovación de pie después de todo. Más que una simple anécdota alargada, Grand Theft Hamlet es un examen agudo, entretenido y conmovedor de la conductividad interdisciplinaria en su forma más sorprendente.

Grand Theft Hamlet es más que un documental sobre locura logística, avatares alienígenas que se mueven de forma aleatoria y violencia virtual sin sentido. Sam y Mark son visionarios que ansiaban desesperadamente una salida creativa y vieron un potencial sin explotar (...) Cualquiera que sea el elemento humano que Grand Theft Hamlet descarte al permanecer en el juego, no es suficiente para borrar la magia del relato detrás de escena que hace Pinny sobre cada detalle loco, desde la exploración de la ubicación de Vinewood hasta el control de multitudes. Esta es una experiencia irrepetible que dice mucho sobre seguir tus sueños a pesar de los desafíos que te esperan. La recompensa siempre valdrá la pena, incluso si se trata solo de los amigos que haces y los policías NPC que masacras en el camino.

Al fin y al cabo, se trata de una película sobre armar un espectáculo de otro tipo, lo suficientemente diferente como para que Crane y Grylls tengan a veces dificultades para encontrar el equilibrio adecuado entre el “cómo” y el “por qué” de todo. Esto último es de mayor importancia en esta película ampliamente existencialista sobre la capacidad del arte para desafiar la soledad inherente a estar vivo y conectar a las personas incluso en tiempos de profundo aislamiento, pero lo primero es mucho más divertido de dramatizar aquí.

Aunque sus avatares tienen expresiones limitadas, las voces de los jugadores invocan una gran profundidad de sentimiento. Utilizan acciones típicas con gran efecto, caminando de un lado a otro en señal de tormento o dibujando una línea en su garganta como amenaza. Y a pesar de sus muchos escollos, el trabajo en la obra se vuelve alegre y lúdico. (...) La interpretación final dista mucho de ser perfecta, pero los errores la hacen aún más entrañable. Cuando el sol sale sobre los intérpretes al final, parece representar un nuevo comienzo para dos actores que salieron del estancamiento y le infundieron nueva vida a una obra clásica.

El filme de Crane y Grylls, que consta de más de 300 horas de juego de GTA Online, se caracteriza por su estilo audaz y llamativo. (...) Es aquí, en un lugar un poco alejado de la realidad y, sin embargo, de alguna manera aún más evocador de esa sensación de encierro en un mundo dentro de otro, donde la inspiración llega al actor Crane y a su compañero actor y amigo Mark Oosterveen. (...) El debut como codirectores de largometrajes de Sam Crane y Pinny Grylls es una oda inesperadamente conmovedora y tremendamente divertida a los juegos, a Shakespeare, a la naturaleza indestructible del arte y a los beneficios de hacerse amigo de extraterrestres que empuñan bazucas.

“Ser o no ser” sigue siendo la pregunta en Grand Theft Hamlet, pero adquiere una dimensión completamente nueva en la entrañable y provocadora crónica de Sam Crane y Pinny Grylls de una producción de Shakespeare que se desarrolla íntegramente en el mundo de Grand Theft Auto. La introspección de un príncipe torturado ha resonado durante generaciones, pero incluso aquellos que quizás no quieran molestarse con el inglés de la era isabelina en estos días pueden ver su relevancia en una época de identidad en línea autocurada a través de este documental poco convencional.

Por casualidad vi la película con mi hijo de 15 años, que es un jugador de videojuegos, y estaba encantado con ella, se reía fascinado durante toda su duración y comentaba lo dulce que era. También estaba, con toda la razón, emocionado por ver una película que ilustra el lado creativo y positivo de los videojuegos en lugar de ofrecer otra diatriba ilustrada, quejándose de cómo los videojuegos están corrompiendo la mente de todos y convirtiendo a los jóvenes en psicópatas asesinos. (...) Grand Theft Hamlet también subraya hasta qué punto los videojuegos, al igual que actuar en un escenario o en películas, son performativos, catárticos, lúdicos en todos los sentidos, y cómo las obras de Shakespeare, ahora consideradas tan intelectuales, están llenas de violencia y venganza, al igual que GTA.

Grand Theft Hamlet es fascinante principalmente por dos razones. En primer lugar, es notable ver todo lo que se necesita para montar un espectáculo, incluso uno en línea. Intentar encontrar jugadores que quieran activamente dejar las armas y recitar la obra de El Bardo es una tarea abrumadora, pero también es encantador ver por qué estas personas se involucran con el juego de esta manera. (...) Pero el otro aspecto fascinante es la extraña perfección con la que funciona en el universo de GTA Online. El uso de diferentes gestos y disfraces convierte esto en algo más que una simple recitación, sino en una actuación real, con actores que toman decisiones distintas que realzan el trabajo.

La película se topa con algunos obstáculos, sobre todo en lo que se refiere a la puesta en escena de la obra, que dura más de tres horas. También hay algunas conversaciones que parecen un poco guionadas (y es comprensible) para darle a la película la profundidad emocional que necesita para el gran final. Pero la premisa es ganadora y hay mucho para disfrutar mientras Mark y Sam hablan en pentámetros yámbicos mientras las balas vuelan, los aviones se estrellan y las bazucas se disparan.