Ciudad Tóxica

Por muy angustiantes que sean los hechos del caso, Ciudad Tóxica siente la responsabilidad de garantizar que su público no se desvíe de la serie. Así que, en última instancia, se trata de un programa agridulce y reconfortante, más en la línea de películas británicas como Orgullo y Esperanza, Tocando el Viento y Todo o Nada, donde la gente común sufre en pueblos desindustrializados que tienen problemas insolubles, pero que se ganan la vida apoyándose unos a otros. La forma del drama es familiar; acogedor, incluso.

Whittaker ilumina la pantalla de manera confiable, pero a veces parece que su actuación visceral y matizada está varada en un recorte de cartón de un drama de justicia social. Las escenas a menudo parecen discordantemente funcionales (conversaciones expositivas cruciales que tienen lugar en paseos sin contexto, por ejemplo), mientras que otras están plagadas de cursilería o cliché (...) Si, como yo, rara vez estás de humor para que te destrocen emocionalmente los devastadores dramas de Thorne, entonces la falta de credibilidad de esta serie y su tendencia al aburrimiento en realidad te liberan del apuro.

Aparte del problema de ritmo en la primera mitad de la serie, Ciudad Tóxica presenta una historia importante de una manera funcional, centrándose en las madres que lucharon por sus hijos. Esto incluye actuaciones sólidas de todos los involucrados, junto con aspectos importantes del caso real que se presentan junto con los momentos dramatizados. Es una combinación convincente de realidad y embellecimiento que hace que la serie se destaque, manteniendo su representación de un caso legal importante en la historia del Reino Unido.

Ciudad Tóxica es la historia de gente común que se enfrenta a los gigantes de la industria y el gobierno. Si bien la serie no rehúye del sentimentalismo, es un sentimiento que se gana a través de actuaciones poderosas, una narrativa atrapante y una representación de una lucha de la vida real que merece ser contada. Aunque algunos momentos parecen un poco pesados ​​con las lecciones morales y el ritmo en los primeros episodios se hace pesado a veces, estos son defectos menores en un drama que por lo demás es apasionante. Se siente tan necesario como poderoso: una combinación perfecta de profundidad emocional y conciencia social. Reirás, llorarás y, sobre todo, sentirás un fuego ardiendo en tu interior para enfrentarte a los males del mundo.

Si bien el drama cuenta con un elenco verdaderamente impecable, con actuaciones particularmente destacadas de Aimee Lou Wood y Claudia Jessie, es la feroz pero vulnerable Susan McIntyre (Jodie Whittaker), cuyo hijo nació con una dolorosa deficiencia en la mano, la que impulsa la narrativa central. (...) Ciudad Tóxica es una historia de inmensa esperanza y desilusión innegable, centrada en su gente. Y es a través del coraje, la convicción y el corazón de esas madres de la vida real que inspiraron la historia (y de las actrices que las han llevado a la pantalla) que realmente funciona.

Dejando a un lado las objeciones, Ciudad Tóxica cuenta una historia real con la rectitud adecuada, un humor sorprendentemente bueno y actuaciones expertas de un quién es quién de la realeza de la pantalla británica, a todos los cuales podrías imaginar profundamente involucrados en un guión de poder para el pueblo como este. Vale la pena verla durante un fin de semana de streaming por lo demás tranquilo, especialmente si tienes la edad suficiente para recordar el caso.

Aunque el público internacional tal vez no comprenda del todo los matices de la decadencia industrial de Gran Bretaña o las comunidades que quedaron atrás a raíz de ella, todos los países tienen historias similares: personas a las que se trata como si no importaran, que se ven expuestas a riesgos innecesarios y cuyas preocupaciones son, posteriormente, desestimadas. Los dramas de Netflix no solucionan los males históricos, pero sí puede sacarlos a la luz, y el resultado aquí es inesperadamente alentador. El espíritu ganador y desvalido de Ciudad Tóxica ilumina una historia universal, una salva final en la lucha por ser escuchado.

A lo largo de cuatro episodios de 50 minutos, Ciudad Tóxica es una serie que se puede ver de corrido, principalmente porque la historia es muy impactante. Las consecuencias de las malas prácticas corporativas son un análisis fascinante de hasta dónde están dispuestos a llegar las personas para defender su posición, incluso frente a pruebas bastante irrefutables (y recuerden, esto no fue hace tanto tiempo).

Se puede ver el atractivo para los ejecutivos de Netflix: es una historia de David y Goliat en la vida real, y en la desaliñada Susan McIntyre, una de las madres cuyo hijo se vio afectado, tienen una figura de Erin Brockovich. (...) Es muy entretenida y, al estilo de Mr Bates vs the Post Office, destaca un escándalo que no logró dejar huella en la conciencia pública. Pero Netflix parece un hogar extraño para este drama. Uno tiene la sensación de que Thorne ha mantenido la trama simple y predecible para complacer al servicio de streaming, pero su diálogo es descaradamente local (los estadounidenses pueden encontrarse buscando en Google términos como "bog brush").

El reparto de Ciudad Tóxica es espectacular. Jodie Whittaker ha ofrecido la mejor interpretación de su carrera. Encarna los inexplicables cambios de tono de la miniserie sin perder nunca de vista los valores fundamentales de su personaje. Aimee Lou Wood interpreta el desamor a la perfección, y su química con Whittaker y Matthew Durkan es hermosa. (...) No hay duda de que Ciudad Tóxica es una de las mejores series del año hasta ahora. Como ya hemos dicho, está repleta de actuaciones brillantes. La narración es perfecta. El ritmo de cada episodio es impecable. Es agradable, triste y educativa, todo al mismo tiempo.