En la década de los años 80, en 1981 para ser precisos, se documentó en Estados Unidos el primer caso de VIH. El amor libre, la dolce vita y los años maravillosos que precedieron los años 60, 70, 80 y anteriores pasaron la factura con la propagación de un virus nuevo que se transmitía principalmente por vía sexual. Se desató también el pánico, la ignorancia y la discrimination colectiva. La nueva enfermedad constituyó una nueva fuente de inspiración artística que incluyó a la industria cinematográfica. Ahí [Pelicula] Filadelfia, de [Director] Jonathan Demme, uno de los primeros filmes de Hollywood en el que se miró de frente al problema del sida desde el punto de vista individual, de un hombre homosexual que padece las consecuencias de su enfermedad desde el punto de la discriminación laboral, o bien [Pelicula] En el filo de la duda , dirigida por [Director] Roger Spottiswoode, que se centra en el proceso de investigación de la enfermedad hasta entonces desconocida y las disputas de la comunidad científica con la aparición de los primeros contagios y la desmitificación de la enfermedad solo en homosexuales; hasta [Pelicula] El Club de los Desahuciados, de [Director] Jean-Marc Vallée, un filme intimista que sigue aun heterosexual tejano de los años 80 contagiado con el virus que deberá enfrentarse a sus propios prejuicios y los sociales uniéndose a un club de desahuciados que buscará la cura y la supervivencia enfrentándose a la maquinaria farmacéutica estadounidense para tener acceso a la droga AZT, el primer fármaco para el tratamiento del VIH.

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El corazón del tercer largometraje de [Director] Robin Campillo, [Pelicula] 120 Latidos por Minuto, cineasta francés de origen marroquí, detrás de filmes como They Came Back (2004) y Eastern Boys (2013), es el activismo de un grupo de jóvenes franceses contagiados de SIDA y que desesperados por la indiferencia de los laboratorios farmaceúticos y la inacción del gobierno local ante la acelerada muerte de enfermos de VIH, se organizaron bajo el nombre de Act Up (acrónimo de AIDS Coalition To Unleash Power -Coalición del SIDA para desatar el poder), un grupo que se caracterizó por su radicalidad y por orquestar performances para representar la muerte; acciones con las que buscaban concientizar a los ciudadanos de a pie sobre la enfermedad y las ventajas de la protección sexual.

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El filme de Campillo da cuenta del viaje infernal de los integrantes del grupo en distintos escenarios: el público, el personal, el familiar y el laboral. Se concentra principalmente en la palabra y la acción -filosofía central de la Act Up-, de ahí que el realizador tome elementos del documental para representar los encendidos debates grupales que dejan claro los puntos discordantes de sus integrantes y sus respectivas personalidades. Jóvenes que se saben condenados a una muerte prematura, pero que no están dispuestos a renunciar a las noches de fiesta en las discotecas que resuenan al compas de la música electrónica. Una de las secuencia de [Pelicula] 120 Latidos por Minuto será posiblemente una de las mejores aperturas del cine contemporáneo. En ella se concentra gran parte del tema que puebla la película. La cámara atrapa los granos de polvo que flotan en los rayos de luz sobre una pista de baile; partículas que toman formas orgánicas para convertirse en células y virus, que se ensamblan, dividen y multiplican en los cuerpos de los danzantes. Lo que a primera vista parece una metáfora fúnebre (la muerte está en el aire, ya que estamos en el punto álgido de la epidemia) es también una representación de la vida. 

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El tono coral del filme se rompe y toma un aire intimista en su segunda mitad cuando la atención recae en la pareja conformada por Sean, interpretado por el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, y Nathan, personificado por Arnaud Valois, cuyo un amor fugaz pero intenso irá reafirmándose a pesar de descomposición gradual de los cuerpos. Una mirada cruda e íntima que busca transmitir al espectador esos pequeños actos revolucionarios a los que se tienen que enfrentar los enfermos en su día a día y como deben construir un mundo aparte en el ámbito privado en el que puedan aspirar a un mínimo de libertad. Campillo encuentra el equilibrio entre la emotividad y la protesta para interpretar y dejar de manifiesto la luchas de un grupo ignorado en su tiempo.



Las críticas aparecidas tras su premiere en Cannes 2017 y su tras obtener el prestigioso Premio del Jurado, en las principales ediciones digitales, destacaron la mirada sin concesiones de [Director] Robin Campillo a un momento histórico de la humanidad. Aquí las más completas:


Leonardo García Tsao de La Jornada:

Si bien se han visto varios recuentos de la crisis del sida, sobre todo en dramas hechos para la tv estadunidense, 120 battements par minute ofrece la perspectiva europea, con un énfasis en las diferentes posturas políticas, las actitudes solidarias y la celebración vital en la discoteca.

Jeffrey Bloomer de Slate:

La película es emocionalmente transformadora. Campillo ha tomado su propia experiencia como organizador de ACT UP y la ha convertido en una memoria cinematográfica del mejor tipo.

Andrea Gronvall de Chicago Reader:

El director dedica un tiempo significativo en pantalla al debate filosófico, pero también apela a los sentidos con el sexo gráfico y la punzante partitura techno de Arnaud Rebotini.

Glenn Kenny de RogerEbert.com:

Aunque te consideres muy versado en cuanto a esta historia, 120 Latidos por Minuto es una especie de llamado para despertar una alarma cinematográfica en contra de la complacencia.

Mark Dujsik de Mark Reviews Movies:

Cuando el guión de Campillo reduce su visión a la experiencia de Sean (Nahuel Pérez Vizcaya), la película encuentra su núcleo emocional.

Sophie Monks Kaufman de Little White Lies:

Imágenes, hechos trasladados a la pantalla y líneas de diálogo sorprendentes que dejan una sensación persistente de que uno ha sido testigo de algo real e importante.

Chris Knight de National Post:

Aunque la película dura más de dos horas y sus secuencias más largas se concentran en las reuniones del grupo, es precisamente aquí donde recaen los momentos más fascinantes y envolventes.

Richard Lawson de Vanity Fair:

La película de Campillo humaniza una tragedia histórica con gracia y agudeza.

Jordan Ruimy de The Film Stage:

Una película que funciona como un portavoz de un tema vital, que lo encarna con un intenso poder formal y una humanidad cruda.

Justin Chang de Los Angeles Times:

Un apasionado y enérgico drama francés acerca sobre el activismo de principios de los 90.



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