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Si algo tiene de positivo Netflix es su contacto con la audiencia. El servicio de streaming no está libre de críticas, pero en general resuelve muy bien las molestias o dudas de los espectadores. Cuando la serie [Temporada] 13 Reasons Why, basada en la novela de [Escritor] Jay Asher , se convirtió en un éxito para la plataforma no lo hizo de manera simple.
Aunque los episodios abarcan la totalidad de la novela, los resultados fueron tan positivos y a la vez controversiales que Netflix no pudo evitar dar luz verde a una segunda temporada. Por supuesto, la decisión recibió muchos ataques. Algunos consideraban que otras series tenían más potencial que este melodrama, mientras que otros estaban en extremo preocupados por lo explícito de ciertas escenas y la temática tan fuerte. Al final, se aprobaron nuevos capítulos que incluirían mejores advertencias y fomentarían una plática entre adolescentes y adultos.
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La segunda temporada se estrenó hace poco y no causó tanto alboroto como hace un año, en especial porque la crítica sobre la historia ahora es más específica. Un sector importante del público simplemente no puede conectar con el drama adolescente o lo encuentra demasiado exagerado, por lo que lo deja pasar. Por supuesto, otros deciden ir con todo y ser muy específicos sobre sus críticas, con las que esperan evitar una tercera temporada.
Incluso si los primeros episodios gustaron o no, la crítica especializada encontró más de un aspecto positivo en la serie. La idea de plantear problemas reales que afectan a los adolescentes siempre es interesante, pues la vida juvenil suele irse a los extremos cuando se lleva a la pantalla, pero esta segunda temporada fue considerada, simplemente, innecesaria.
La trama que guiaba a los personajes, y la forma en que el espectador los conocía de inicio, era el suicidio de Hannah Baker, interpretada por Katherine Langford. La escena en cuestión se convirtió en una de las más arriesgadas, comentadas y criticadas de la televisión, pero tenía una justificación real en cuanto a la crudeza del acto y el momento en que no se puede volver atrás. La falta del personaje y el duelo era importante para la segunda temporada, pero la decisión de “traerla a la vida” como una alucinación/subconsciente de Clay termina por volver insignificante su destino final. Además, el problema se vuelve aún más grave cuando a esta extraña presentación de Hannah se le conceden sentimientos propios, como una segunda oportunidad que en la vida real no se tiene y es lamentable. El personaje podía regresar, pero su participación debió limitarse a los flashbacks que contradicen su historia o profundizan en otros momentos que no vimos.
El suicidio de Hannah dejó una marca importante en varios de sus compañeros de escuela. Al final de la primera temporada, y al final de la novela, varias ideas quedaron planteadas que demostraban un posible camino para los personajes. Ya fuera un destino positivo o negativo, la idea era que todos se volvieron algo más receptivos después de lo que sucedió, pero estos nuevos episodios pierden esa fuerza al alargar la trama para causar un nuevo suceso que impacte aún más la vida de estos adolescentes. Los diálogos se vuelven incongruentes y contradicen la naturaleza de los personajes, quienes avanzan moral o personalmente durante un capítulo para luego retroceder dos pasos.
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La primera temporada buscaba contar una historia más simple que al final creaba ramificaciones a temas más complejos. Es por ello que los primeros episodios fueron mejor recibidos, pues existía una cierta insinuación a la vida adolescente que suele ser melodramática por naturaleza, pero también excesivamente secretista. Era especialmente importante manejar que este mundo era únicamente del elenco juvenil que se siente y percibe alejado del mundo adulto, lo que servía como propuesta para que los adultos y sus hijos encontraran puntos de conexión y plática. Esta segunda temporada constantemente recuerda que las escenas pueden ser fuertes, pero también recuerda que se pueden y deben ver con un adulto presente con el que también se pueda hablar al respecto. Los nuevos episodios parecen más una de esas guías sobre los peligros adolescentes que a uno le ponen en la escuela, en vez de ser educativa de manera orgánica.
El juicio contra la escuela que la madre de Hannah inicia para que las cosas en el sistema cambien termina por volverse un planteamiento ridículo. No es tanto la decisión misma del juicio, sino el desarrollo. Claro, la idea es presentar la historia particular de cada personaje, para así darles una voz específica que, a veces, contradice a lo dicho por Hannah, pero la interacción entre los abogados y la figura invisible e inútil del juez sólo nos recuerdan que estamos viendo un melodrama que no sabía cómo seguir con su historia. Aunque ficción es ficción, las escenas del juicio lucen muy mal, en especial cuando se comparan con otros dramas de abogados, y es realmente lamentable pues esta parte de la historia carga con un peso importante para el desarrollo de la trama.
La primera temporada tiene dos escenas fuertes de agresión sexual que fueron altamente criticadas. Los capítulos donde se presentan estas escenas incluyen un aviso sobre lo explícito que pueden llegar a ser. Por otro lado, la escena del suicidio es también bastante chocante para algunos, por lo que Netflix trató de ser más cuidadoso con sus avisos, pero no con las escenas tal cual. La segunda temporada no sólo utiliza flashbacks también tiene nuevas escenas que son igual de fuertes y controversiales, en especial hacia el final de temporada. Cuando uno es adolescente el mundo parece más cruel y las decisiones más definitivas, por lo que la respuesta de estos personajes no es tan extraña o irreal, pero lo explícito de algunas tomas y actos pareciera dejar una única salida para los protagonistas, lo que lanza un mensaje bastante arriesgado.
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Aunque los episodios abarcan la totalidad de la novela, los resultados fueron tan positivos y a la vez controversiales que Netflix no pudo evitar dar luz verde a una segunda temporada. Por supuesto, la decisión recibió muchos ataques. Algunos consideraban que otras series tenían más potencial que este melodrama, mientras que otros estaban en extremo preocupados por lo explícito de ciertas escenas y la temática tan fuerte. Al final, se aprobaron nuevos capítulos que incluirían mejores advertencias y fomentarían una plática entre adolescentes y adultos.
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La segunda temporada se estrenó hace poco y no causó tanto alboroto como hace un año, en especial porque la crítica sobre la historia ahora es más específica. Un sector importante del público simplemente no puede conectar con el drama adolescente o lo encuentra demasiado exagerado, por lo que lo deja pasar. Por supuesto, otros deciden ir con todo y ser muy específicos sobre sus críticas, con las que esperan evitar una tercera temporada.
Incluso si los primeros episodios gustaron o no, la crítica especializada encontró más de un aspecto positivo en la serie. La idea de plantear problemas reales que afectan a los adolescentes siempre es interesante, pues la vida juvenil suele irse a los extremos cuando se lleva a la pantalla, pero esta segunda temporada fue considerada, simplemente, innecesaria.
La muerte de Hannah se vuelve insignificante
La trama que guiaba a los personajes, y la forma en que el espectador los conocía de inicio, era el suicidio de Hannah Baker, interpretada por Katherine Langford. La escena en cuestión se convirtió en una de las más arriesgadas, comentadas y criticadas de la televisión, pero tenía una justificación real en cuanto a la crudeza del acto y el momento en que no se puede volver atrás. La falta del personaje y el duelo era importante para la segunda temporada, pero la decisión de “traerla a la vida” como una alucinación/subconsciente de Clay termina por volver insignificante su destino final. Además, el problema se vuelve aún más grave cuando a esta extraña presentación de Hannah se le conceden sentimientos propios, como una segunda oportunidad que en la vida real no se tiene y es lamentable. El personaje podía regresar, pero su participación debió limitarse a los flashbacks que contradicen su historia o profundizan en otros momentos que no vimos.
Los personajes no evolucionan
El suicidio de Hannah dejó una marca importante en varios de sus compañeros de escuela. Al final de la primera temporada, y al final de la novela, varias ideas quedaron planteadas que demostraban un posible camino para los personajes. Ya fuera un destino positivo o negativo, la idea era que todos se volvieron algo más receptivos después de lo que sucedió, pero estos nuevos episodios pierden esa fuerza al alargar la trama para causar un nuevo suceso que impacte aún más la vida de estos adolescentes. Los diálogos se vuelven incongruentes y contradicen la naturaleza de los personajes, quienes avanzan moral o personalmente durante un capítulo para luego retroceder dos pasos.
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La serie no sirve como lección, pero tampoco como buen entretenimiento
La primera temporada buscaba contar una historia más simple que al final creaba ramificaciones a temas más complejos. Es por ello que los primeros episodios fueron mejor recibidos, pues existía una cierta insinuación a la vida adolescente que suele ser melodramática por naturaleza, pero también excesivamente secretista. Era especialmente importante manejar que este mundo era únicamente del elenco juvenil que se siente y percibe alejado del mundo adulto, lo que servía como propuesta para que los adultos y sus hijos encontraran puntos de conexión y plática. Esta segunda temporada constantemente recuerda que las escenas pueden ser fuertes, pero también recuerda que se pueden y deben ver con un adulto presente con el que también se pueda hablar al respecto. Los nuevos episodios parecen más una de esas guías sobre los peligros adolescentes que a uno le ponen en la escuela, en vez de ser educativa de manera orgánica.
El juicio es irreal
El juicio contra la escuela que la madre de Hannah inicia para que las cosas en el sistema cambien termina por volverse un planteamiento ridículo. No es tanto la decisión misma del juicio, sino el desarrollo. Claro, la idea es presentar la historia particular de cada personaje, para así darles una voz específica que, a veces, contradice a lo dicho por Hannah, pero la interacción entre los abogados y la figura invisible e inútil del juez sólo nos recuerdan que estamos viendo un melodrama que no sabía cómo seguir con su historia. Aunque ficción es ficción, las escenas del juicio lucen muy mal, en especial cuando se comparan con otros dramas de abogados, y es realmente lamentable pues esta parte de la historia carga con un peso importante para el desarrollo de la trama.
La molestia por lo explícito
La primera temporada tiene dos escenas fuertes de agresión sexual que fueron altamente criticadas. Los capítulos donde se presentan estas escenas incluyen un aviso sobre lo explícito que pueden llegar a ser. Por otro lado, la escena del suicidio es también bastante chocante para algunos, por lo que Netflix trató de ser más cuidadoso con sus avisos, pero no con las escenas tal cual. La segunda temporada no sólo utiliza flashbacks también tiene nuevas escenas que son igual de fuertes y controversiales, en especial hacia el final de temporada. Cuando uno es adolescente el mundo parece más cruel y las decisiones más definitivas, por lo que la respuesta de estos personajes no es tan extraña o irreal, pero lo explícito de algunas tomas y actos pareciera dejar una única salida para los protagonistas, lo que lanza un mensaje bastante arriesgado.
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