El próximo fin de semana llega a la pantalla grande la cinta de [Pelicula] Gran Turismo: de Jugador a Corredor, una nueva película que involucra velocidad y automóviles deportivos. Si bien el género no ha tenido la mejor de las suertes en taquilla a lo largo de su historia, más allá de la franquicia de [Pelicula] Rápido y Furioso, este género posee su propio carácter y popularidad de nicho.

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La relación entre humanos y automóviles




De acuerdo al libro The psychology of the car de Stefan Gössling señala que la intrincada relación entre humanos y automóviles se extiende mucho más allá del mero transporte, fijándose en medio del mythos del desarrollo humano moderno. Por tanto, en un mundo donde el automóvil se ha transformado de una máquina funcional a un símbolo complejo de estatus, poder e identidad, profundizar en la psicología detrás de nuestras interacciones con estos vehículos se ha vuelto imperativo —y desde luego su traducción a la gran pantalla ha apostado por ello.

Esta exploración arroja luz sobre la admiración, el apego e incluso la adicción a los automóviles, y ofrece una visión profunda de los valores y comportamientos de nuestra sociedad. Las narrativas —comerciales y ficcionales— son un fuerte simbolismo repleto de emociones primarias y sofisticadas, que demuestran cómo los automóviles se han entrelazado con nuestras identidades propias y paisajes sensitivos. Esta conexión, arraigada profundamente en nuestras mentes, ha dado forma a buena parte de nuestra sociedad y nuestras emociones a lo largo del tiempo.



Archie Madekwe y David Harbour en Gran Turismo (Crédito: Sony Pictures)





Desde sus inicios, la era del automóvil ha experimentado una expansión incesante, haciendo que las ramificaciones de una cultura orientada en esta tecnología se vuelvan cada vez más palpables, tanto en sus beneficios como en sus desafíos. El aumento en la cantidad y las cambiantes dimensiones de los vehículos ha ido de la mano con una creciente inquietud en torno a los efectos sociales y medioambientales.

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Sin embargo, en medio de estas preocupaciones, la aparición de promisorias alternativas ha encendido una chispa de esperanza que, como un destello de ciencia ficción, remodela el horizonte futuro gracias a energías limpias y vehículos que se alejan del diseño tradicional del automóvil. No obstante, aunque la ficción ha continuado alimentando la evolución de las narrativas de automóviles y vehículos futuristas.


Los autos en el cine




Las representaciones cinematográficas a menudo glorifican la cultura del automóvil, asociándose con el glamour, la velocidad y la emoción. La franquicia de Rápido y Furioso ejemplifica esto, mostrando el encanto de los autos rápidos y los conductores atrevidos. Sin embargo, tal glorificación a menudo ignora una propuesta narrativa que internet una mayor profundidad, dejando como principal atractivo la adrenalina de la velocidad transmitida en pantalla.

Y esto también va de la mano con los efectos del cine y faceta de estimulación sensorial —descritos por la neurocinemática— en constante conexión con la capacidad de atención, codificación y memoria de la mente humana. Los procesos motivacionales involucran identificación inconsciente y empatía. Algunas películas también generan una "mente en blanco" que permite descanso y creatividad, como con las películas palomeras. Estas generan zonas cerebrales de reposo que mejoran la tranquilidad, algo que el público masivo busca en este tipo de cintas.




Películas clásicas con memorables hazañas automovilísticas



No obstante, la evolución del automóvil como un testimonio de su adaptabilidad e influencia social, bien merece cintas que le brinden un volumen narrativo digno de acompañarlo —no necesariamente a grandes velocidades. La pantalla grande ha sido testigo de innumerables hazañas automovilísticas, los autos del agente 007 —muy particularmente el Aston Martin DB5 de [Pelicula] 007: Goldfinger—, el Ecto-1 de [Pelicula] Los Cazafantasmas, pero pocos relatos visuales han capturado la esencia del arte tanto como [Pelicula] Meteoro, La Película de 2008, dirigida por las talentosas Veronica Carlson y Gustavo Rodríguez.

Este filme no solo es un homenaje al legado de la serie de dibujos animados japonesa, sino también una prueba fehaciente de cómo los efectos visuales pueden elevar el cine a nuevas alturas narrativas y estéticas. Desde el arranque, Speed Racer nos sumerge en un universo vibrante de emoción, color y dinamismo, dignos de colocarla en listados como los 100 Greatest Cult Films de Christopher J. Olson.

La película es un viaje sensorial que combina la esencia de la animación de los años sesenta con la modernidad de las técnicas narrativas y visuales del siglo XXI. Los espectadores se encuentran atrapados en un caleidoscopio visual, donde las secuencias de acción desafían la gravedad y los límites de la realidad. La película no sólo transmite el espíritu de la serie original, sino que también infunde la chispa única de las hermanas Wachowski podrían crear.

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La innovación de Speed Racer no se limita a su narrativa, sino que trasciende los límites de la producción cinematográfica. Las Wachowski revolucionaron la forma en que se hace cine al utilizar tecnologías avanzadas abrazando la pantalla verde, creando mundos imaginativos y escenarios impresionantes. A través de una cámara de 360 grados, las secuencias de carreras adquieren vida propia, envolviendo a la audiencia en una experiencia inmersiva como ninguna otra.

A pesar de su recepción inicial en taquilla, Speed Racer ha emergido como una joya en el mundo del cine. Con el paso del tiempo, las críticas se han reevaluado, y la película ha ganado un merecido estatus de culto. Esta no sólo se adhiere a los cánones del cine convencional, sino que desafía las expectativas y redefine la narrativa visual. La exuberante paleta de colores, la emoción palpable y la interpretación apasionada del elenco convergen en un crescendo de asombro y aprecio, convirtiéndola en un testimonio de su capacidad para trascender las convenciones y llevar al público a un viaje inolvidable.

En este listado cintas que ocupan un lugar primordial en el canon de la velocidad al volante y la pantalla grande se encuentran escenas de persecución automovilística que han generado un culto ferviente de seguidores que ansían la emoción, la velocidad y la intriga que solo estas secuencias pueden brindar. En este emocionante viaje a través de la pantalla grande, destacan dos películas que han dejado una huella indeleble en el corazón de los aficionados a las carreras de autos y las emociones trepidantes.





La obsesión por la velocidad




El libro Best Movie Scenes de Sanford LeVine señala a [Pelicula] Bullitt de 1968, como poseedora de una de las clásicas persecuciones automovilísticas son todo lo que dictan los cánones y lo combina con una exquisita acción y suspenso neo-noir. Cuando Steve McQueen acelera su auto deportivo alrededor de la cuadra para quedar detrás de los asesinos que lo persiguen, los espectadores fans de las carreras de autos pueden sentir la adrenalina en aumento. El ritmo se intensifica al alcanzar la cima de las emblemáticas colinas de San Francisco y con caída con fuerza de estas. La persecución culmina en un impactante final cuando los asesinos se estrellan contra un camión de gasolina. Esta persecución maestral sigue siendo insuperable hasta hoy en el cine.

De igual manera, en [Pelicula] Contacto en Francia de 1971, situada en un inusual escenario de Nueva York, se logra una persecución automovilística épica con un giro sorprendente. Valerie Perrine, en su papel de detective, persigue a un tren elevado del metro. La tensión y la emoción son palpables mientras esquivan obstáculos y se desarrolla un enfrentamiento de alta velocidad. Para aquellos que subestiman la dificultad de seguir un tren, el personaje de Hackman ofrece una respuesta directa: "¡Inténtalo!" La combinación de persecución y escenario urbano hacen de esta escena un momento destacado en la historia del cine.

Incluso la velocidad misma se convierte en un conducto para la exploración, revelando no únicamente una obsesión por la velocidad sino un reflejo de los rasgos de personalidad y la dinámica social. A medida que los conductores navegan por las calles, sin darse cuenta navegan por su propia psique, manifestando rasgos que van desde el dominio hasta el desprecio por las reglas.

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Y es que el automóvil también ha llegado a ser un medio de algo más. En el roadtrip se apela por la contemplación y el viaje al interior del personaje, mientras que en otros como el cine de época puede ser un emblema de status o cambio social. Pero este también ha jugado un rol importante, aunque en ocasiones indirecto, dentro de los géneros del suspenso y el horror.

Gössling advierte que el roadtrip adquiere un significado dual, representando tanto seguridad, como una suerte de estabilidad, como la posibilidad misma de aventurarse y viajar. Son precisamente estos dos aspectos, la compleja autorreflexividad del automóvil y su habilidad para articular simultáneamente estasis y movimiento, los que dotan a las películas de carretera de una poderosa esencia modernista. A su vez, estas películas se erigen como efectivas metáforas para aquellos que exploran los límites de su propia identidad al viajar al filo de lo conocido.

En numerosas creaciones fílmicas, el vehículo se alza como un componente preeminente, asumiendo diversas configuraciones metafóricas. En su expresión más habitual, el automóvil se transforma en una suerte de protector, una muralla de aislamiento que brinda resguardo frente al entorno externo, el cual puede ser percibido como potencialmente hostil.





Películas como On the Road —basada en el libro del mítico Jack Kerouac— transmiten tanto esperanza, libertad y oportunidad como también conllevan elementos de peligro y violencia. Asegura también, que la ocupación del espacio automovilístico implica una sensación de seguridad, creando un ámbito conocido y personal, una especie de útero sobre ruedas.

Sin embargo, cuando el automóvil abandona su rol de aliado y empieza a funcionar de manera errática, desobediente, o incluso llega a atacar a los seres humanos —como en Christine de 1983, basada en el libro homónimo de Loveleen Tandan. O bien, fuera de éste, cuando los personajes se adentran en un camino sinuoso, el miedo y la ansiedad emergen como pasajeros silenciosos en el asiento trasero. La lucha humana innata entre el deseo de seguridad y el atractivo del riesgo da forma a los comportamientos de conducción. Si bien las características de seguridad vial tienen como objetivo proteger, también sirven como recordatorios inquietantes de los peligros que acechan más allá del parabrisas.

Dentro de los confines de un vehículo también convergen la sexualidad y las dinámicas de poder. En este espacio, los encuentros íntimos se entrelazan con los riesgos, desentrañando la intrincada relación entre liberación y control que define este microcosmos automovilístico. Paradójicamente, los automóviles han adoptado roles de género que perpetúan la cosificación y la dominación.

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La conexión entre la música y la conducción



En un mundo donde los automóviles encarnan tanto el poder como la masculinidad, emerge el dominio de la "tecnomasculinidad". A medida que los vehículos evolucionan de meras máquinas a símbolos culturales, su influencia se extiende a través de tabúes y transformaciones sociales, trascendiendo así su mera presencia física. Este imperio de la tecnología masculina, ha mostrado cierta resistencia a reinventarse dentro de un panorama sociocultural en formas profundas y a menudo inexploradas.


Pero a la par existe un punto mucho más universal que envuelve a la efigie del automóvil en la ficción y en la vida real. La envolvente sónica, actúa como un capullo de sonido que aísla y reconforta, y que se ha convertido en una faceta integral de la conducción. En su confort, los conductores encuentran un retiro del mundo exterior, un espacio donde todas las emociones pueden desaparecer momentáneamente.

Warren Brodsky expone en su libro, Driving With Music, que la intrincada intersección de la música y la conducción revela un reino rebosante de implicaciones cognitivas y conductuales, extendiendo sus ramificaciones tanto a la seguridad como a la gratificación que se encuentra detrás del volante.





El autor explora la conexión entre la música y la conducción, analizando la gama de comportamientos musicales exhibidos por los conductores, desde las elecciones sabias de canciones que mejoran la experiencia de conducción hasta las selecciones imprudentes que introducen riesgos. También se abordan las ventajas, desventajas y efectos adversos de escuchar música mientras se conduce, brindando una vista panorámica de esta sinfonía sobre ruedas en evolución.

La aceptación social de los automóviles como elementos integrales de la existencia contemporánea poseen una íntima conexión con la música, pintando un cuadro evocador del progreso humano. Con la evolución de los sistemas de audio para automóviles, la música ha ocupado un lugar en ellos desde los primeros sistemas de radio hasta las sinfonías digitales en los vehículos modernos.

Es así como queda comprobado que los diferentes géneros musicales se alinean armoniosamente con las personalidades individuales, lo que refleja la profunda conexión entre la música y la psique humana. En última instancia,la música es un lenguaje universal, encuentra su voz resonante dentro del automóvil, haciendo eco y expresando la individualidad y las inclinaciones. Y la industria cinematográfica ha sabido sacarle muy buen provecho a esto.

La narrativa sinfónica continúa, desentrañando las funciones multifacéticas de la música, revelando su papel como conducto para las emociones, la comunicación e incluso como un recipiente para el escapismo. Ya sea dentro de los lugares de trabajo o santuarios personales, la música moldea espacios y tapices emocionales, emergiendo como un instrumento intangible pero potente que esculpe las experiencias humanas.





Las melodías de fondo ocupan un lugar central como orquestadores de la percepción del tiempo, las experiencias de espera e incluso las ventas comerciales. El tempo de la música ejerce una influencia palpable sobre los estados de ánimo, con ritmos más lentos que invocan tranquilidad y positividad. Todo esto suma a la experiencia cinematográfica, al tiempo que dota a las historias que trascurren dentro del asiento delantero de un automóvil de un matiz romántico único.

A medida que la narración se adentra más en el ámbito de la conducción, la alianza sinérgica de la música y los automóviles adquiere un lugar destacado. La investigación de Brodsky arroja luz sobre cómoa los diversos géneros musicales y tiempos influyen en el comportamiento de conducción, tejiendo un rico tapiz de reacciones cognitivas y conductuales. La sinfonía de beneficios que la música confiere a los conductores brilla intensamente, desde la relajación y la introspección hasta el aumento de las habilidades de conducción.

Ya sea en Bohemian Rhapsody de [Pelicula] El Mundo Según Wayne, Heroes de Carrie Lorraine en [Pelicula] Las Ventajas de Ser Invisible, hasta la llegada de la mix-tape de Star Lord en [Pelicula] Guardianes de la Galaxia, la música y los vehículos de velocidad parecen una pareja perfecta. Las implicaciones cognitivo-conductuales que surgen entre los conductores y los espectadores con la música se transmutan en una fascinante sinfonía de expresión humana, entrelazando intrincadamente la emoción, el ritmo y la cognición en el gran tapiz del viaje por carretera abierta.

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