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En los primeros minutos de [Pelicula] El Club De Los Idealistas, se ve la paulatina llegada a una idílica casa en Valle de Bravo; de un diverso grupo de adultos en sus 40. Todos ellos han sido invitados por el también cuarentón Aranas ( Juan Pablo Medina), propietario de dicha casa donde vive junto con su esposa Paulina (Daniela Schmidt) y su hijo. Y todos ellos son amigos que se conocen desde que eran jóvenes.
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Así, en respuesta a la convocatoria de Aranas, llegan allí Abigail ( Nailea Norvind ), una mujer muy en onda New Age, consagrada al yoga, la lectura de cartas, y otras prácticas místicas parecidas; Tristana ( Claudia Ramírez), una exitosa y glamorosa psicóloga quien incluso tiene su propio programa en televisión; Orlando (Nicole Barré), un galán y rompecorazones el cual cuida mucho su físico y es algo renuente a aceptar su edad real; Susana ( Tiaré Scanda) una solterona que no se despega de su celular y se lamenta de no poder haber encontrado aún a su amor ideal; Elena (Teresa Suarez), la “locochona” del grupo quien aparenta ser muy liberal e independiente; y Omar ( Tomás Rojas), esposo de Abigail y el más conservador, pragmático y “fresa” del grupo.
Inicialmente, la invitación es para acompañar al anfitrión en la inauguración de su recién construido recinto -acogedor y ecológicamente sostenible- y disfrutar allí un relajado fin de semana, pero Aranas también los ha invitado para hacerles saber que dicha casa es el primer paso para cumplir un pacto que todos ellos hicieron tiempo atrás: el de construir una especie de santuario colectivo adonde retirarse cuando se jubilen, y pasar sus últimos años de vida acompañándose mutuamente.
Pero durante ese fin de semana tanto Aranas como sus invitados, amargamente se darán cuenta que el verdadero gran obstáculo para materializar esa utopía juvenil son ellos mismos: entre los paseos por las inmediaciones de la propiedad, las parrilladas y las bebidas, y la animada convivencia a ritmo de canciones ochenteras y noventeras de rock en español, irán brotando a la superficie viejos rencores, insatisfacciones personales, y varias mentiras y medias verdades. En poco tiempo surgen los reproches, roces y acaloradas discusiones entre ellos, haciéndoles darse cuenta de cuanto han cambiado después de todos estos años, y obligándolos a cuestionarse sobre si aún será factible llevar a cabo esos planes ideados en su (aparentemente muy distante) juventud.
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[Pelicula] El Club De Los Idealistas es la reciente película de [Director] Marcelo Tobar, quien alcanzase notoriedad gracias a su anterior largometraje filmado exclusivamente con celulares, intitulado [Pelicula] Oso Polar. Esta nueva producción, aunque es muy distinta a su anterior trabajo (formal, tonal y presupuestalmente hablando), se vincula a él por un tema común: un grupo de adultos que se reúnen después de un tiempo de no verse, y en dicha reunión se darán algunos ajustes de cuentas con varios aspectos de su pasado en común.
Con esa premisa Tobar desarrolla el argumento para una comedia a la cual se le puede aplicar esa frase que dice: “no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después”, ya que se trata precisamente de como un grupo de adultos quienes se reencuentran tras un par de décadas de no verse, se dan cuenta -no sin cierto desencanto- de que ya no son quienes solían ser y que incluso se han ido transformando en algo que no querían ser, y tendrán que averiguar si sus ideales, sus sueños, y sobre todo su amistad; no han envejecido como ellos, y si aún son vigentes en una realidad que poco o nada tiene que ver con la de sus días mozos. Así, aunque habla desde la perspectiva de una generación específica, el director aborda temas que son universales.
Si bien [Pelicula] El Club De Los Idealistas se mueve por terrenos más amables y convencionales en relación con el tono general de la filmografía anterior de [Director] Marcelo Tobar también es cierto que este último consigue una comedia que no solo entretiene, sino que es sensible (algo rarísimo en las producciones nacionales en este rubro), e incluso (cosa aún más rara en el cine comercial mexicano actual) es inteligente en su propuesta. No se busca la risa fácil por medio del abuso de gags bobos, o de estereotipos ofensivos trazados burdamente, o de otros recursos similares. No hay un romance que llega a un final feliz a pesar de los obstáculos. En su lugar, cuenta una historia que habla de seres frustrados y tristes pero muy humanos quienes -sin hacer spoilers-, redescubren algo que dejaron en el camino y que ya se les había olvidado, y tras recuperarlo, reencuentran su camino a la empatía y la solidaridad.
Cierto es que la película no escapa de algunas convenciones propias del género y que da varias concesiones, como el que en la resolución final se dejen un poco de lado los conflictos de buena parte de los personajes para darle más peso a los del protagonista central (Aranas), y que la exploración de algunos de los temas planteados se queda algo corta o inconclusa. O que el desenlace bordea los terrenos de lo cursi y complaciente. Pero estos detalles se compensan gracias a un notable trabajo actoral, donde los distintos ámbitos y experiencias histriónicas que poseen los integrantes del cast son aprovechados para instrumentar con ellos un diverso y colorido ensamble coral que funciona muy bien. Y sobre todo, a un guión coherente y sólido aunado a una dirección rigurosa y clara, que saben balancear adecuadamente la comedia y el drama, y darle su lugar preciso a cada una, para crear así un entrañable viaje emocional y de reflexión. Vale la pena entrarle al club.
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Así, en respuesta a la convocatoria de Aranas, llegan allí Abigail ( Nailea Norvind ), una mujer muy en onda New Age, consagrada al yoga, la lectura de cartas, y otras prácticas místicas parecidas; Tristana ( Claudia Ramírez), una exitosa y glamorosa psicóloga quien incluso tiene su propio programa en televisión; Orlando (Nicole Barré), un galán y rompecorazones el cual cuida mucho su físico y es algo renuente a aceptar su edad real; Susana ( Tiaré Scanda) una solterona que no se despega de su celular y se lamenta de no poder haber encontrado aún a su amor ideal; Elena (Teresa Suarez), la “locochona” del grupo quien aparenta ser muy liberal e independiente; y Omar ( Tomás Rojas), esposo de Abigail y el más conservador, pragmático y “fresa” del grupo.
Inicialmente, la invitación es para acompañar al anfitrión en la inauguración de su recién construido recinto -acogedor y ecológicamente sostenible- y disfrutar allí un relajado fin de semana, pero Aranas también los ha invitado para hacerles saber que dicha casa es el primer paso para cumplir un pacto que todos ellos hicieron tiempo atrás: el de construir una especie de santuario colectivo adonde retirarse cuando se jubilen, y pasar sus últimos años de vida acompañándose mutuamente.
Pero durante ese fin de semana tanto Aranas como sus invitados, amargamente se darán cuenta que el verdadero gran obstáculo para materializar esa utopía juvenil son ellos mismos: entre los paseos por las inmediaciones de la propiedad, las parrilladas y las bebidas, y la animada convivencia a ritmo de canciones ochenteras y noventeras de rock en español, irán brotando a la superficie viejos rencores, insatisfacciones personales, y varias mentiras y medias verdades. En poco tiempo surgen los reproches, roces y acaloradas discusiones entre ellos, haciéndoles darse cuenta de cuanto han cambiado después de todos estos años, y obligándolos a cuestionarse sobre si aún será factible llevar a cabo esos planes ideados en su (aparentemente muy distante) juventud.
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Con esa premisa Tobar desarrolla el argumento para una comedia a la cual se le puede aplicar esa frase que dice: “no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después”, ya que se trata precisamente de como un grupo de adultos quienes se reencuentran tras un par de décadas de no verse, se dan cuenta -no sin cierto desencanto- de que ya no son quienes solían ser y que incluso se han ido transformando en algo que no querían ser, y tendrán que averiguar si sus ideales, sus sueños, y sobre todo su amistad; no han envejecido como ellos, y si aún son vigentes en una realidad que poco o nada tiene que ver con la de sus días mozos. Así, aunque habla desde la perspectiva de una generación específica, el director aborda temas que son universales.
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Cierto es que la película no escapa de algunas convenciones propias del género y que da varias concesiones, como el que en la resolución final se dejen un poco de lado los conflictos de buena parte de los personajes para darle más peso a los del protagonista central (Aranas), y que la exploración de algunos de los temas planteados se queda algo corta o inconclusa. O que el desenlace bordea los terrenos de lo cursi y complaciente. Pero estos detalles se compensan gracias a un notable trabajo actoral, donde los distintos ámbitos y experiencias histriónicas que poseen los integrantes del cast son aprovechados para instrumentar con ellos un diverso y colorido ensamble coral que funciona muy bien. Y sobre todo, a un guión coherente y sólido aunado a una dirección rigurosa y clara, que saben balancear adecuadamente la comedia y el drama, y darle su lugar preciso a cada una, para crear así un entrañable viaje emocional y de reflexión. Vale la pena entrarle al club.
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