El trabajo más complicado que tiene cualquier ficción es crear un mundo cautivador que se sienta real y se vuelva casi un personaje por sí mismo. Cuando hablamos de animación, la plasticidad que este género le da a la imaginación hace más exigente esta demanda. A lo largo de los años, Disney ha sido una de las compañías que ha destacado por esto mismo y [Pelicula] Raya y El Último Dragón es la prueba de que el fotorrealismo y la animación pueden convivir.

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Dirigida por [Director] Don Hall y [Director] Carlos López Estrada, Raya y el Último Dragón sigue a una joven (Steve Ditko) en su intento por reconstruir una gema mágica cuyo poder puede acabar con unas criaturas malignas llamadas Druun que convierten todo ser viviente en piedra. Para restaurar la magia, busca la ayuda de Sisu ( Awkwafina), el último dragón viviente. Su misión las lleva por las cinco naciones de su universo, las cuales tienen una rivalidad desde hace siglos, pero todas están bajo la misma amenaza sobrenatural.

Aunque sigue la línea más tradicional de los héroes y las nuevas heroínas de Disney —deciden su destino y buscan la independencia por sí mismas—, el filme construye, con gran éxito, un mundo detallado, lleno de criaturas y elementos mágicos que seguro fascinará a los fans del género de fantasía. Al mismo tiempo, Raya y Sisu se vuelven entrañables y son una de las duplas más memorables de los años más recientes de filmes originales de la compañía, comparables quizás con los protagonistas de [Pelicula] Grandes Héroes y [Pelicula] Ralph, El Demoledor. El mayor tropiezo de la cinta es lo poco que confía en el espectador para entender su fábula y se opta por explicar ciertos momentos, y esto hace que la historia se vuelva predecible.



Sin entrar en muchos detalles, la historia de [Pelicula] Raya y El Último Dragón es una moraleja sobre la confianza y lo necesario que es dar el primer paso hacia la paz con el otro. Un tema sumamente relevante en el contexto político y social tan dividido que vivimos en la actualidad. La película construye su trama de tal forma que la protagonista tiene que aprender esta lección conforme toma decisiones, y desencadena los hechos en su intento por resolver el conflicto, pero da la sensación de que los directores pensaron que el público no lo iba a comprender y en numerosas ocasiones a través de los diálogos los protagonistas cuentan las intenciones.

Por ejemplo, cuando por primera vez se conocen, Raya invoca a Sisu al admitir que creyó en alguien que no lo merecía. El dragón le dice “realmente tienes problemas de confianza” un par de secuencias después, cuando ella teme que podrían ser envenenadas, y una y otra vez oraciones como “tienes que confiar” aparecen en la película. Esta repetición le quita intensidad al clímax, y al final la protagonista aprende la lección. La sobre-explicación en películas animadas es algo común, pero aquí hay un exceso.

Fuera de eso, Tran y Awkwafina logran apoderarse por completo de los personajes y cumplen al ganarse el cariño del público. El carisma de la joven guerrera y el sentido del humor de la criatura mágica, son dos de los aspectos más agradables de la película. Al igual que las secuencias de acción y combate, de las más ágiles y con una bella coreografía si hablamos de cintas animadas.

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Por ejemplo, en una batalla entre Raya y su némesis, otra princesa guerrera llamada Namaari (Ekaterina Samsonov), ambas chocan espadas en un agitado combate. Entre las hojas de ambas armas, vemos el caos que provocan las temibles Drunn en el patio del palacio en el que las dos pelean, y la cámara viaja a través de esa pequeña ventana hacia la siguiente secuencia en la que el resto de los compañeros de la protagonista tienen que lidiar con las criaturas. Una transición que también habla del uso narrativo que los directores le dan a estas dos secuencias para establecer ideas temáticas. En este caso, cómo la pelea entre ambas no hace más que añadir al peligro y enmarcarlo antes que resolverlo.

Otro gran mérito de [Pelicula] Raya y El Último Dragón, y que habla de la habilidad de sus directores, es el uso de texturas para volver más real el mundo que crearon. Aunque los personajes y la historia principal están en 3D, el filme narra, al inicio, el origen de Kumandra, el reino en el que se ambienta, en dos dimensiones y con un relieve de sombras y diseño muy similar al de las culturas de Asia del Este en las que está inspirada. Esto le confiere un sentido mitológico al relato de origen sobre el que luego profundiza la trama principal.

Lo mismo ocurre con la animación del agua, símbolo de gran importancia en el filme, porque es un regalo de los dragones, el cual está muy cerca del fotorrealismo, como también lo es el humo de los Druun que convierte en piedra a todo el que lo toca. Lo verosímil en la animación de estos dos elementos ayuda a contrastar visualmente a ambas criaturas y a establecer mejor los riesgos de convertirse en roca y la vitalidad de nadar y gozar del agua, como lo hace Sisu en varias secuencias. Este es un detalle de dirección de López Estrada y Hall, al que Disney, con su implacable búsqueda por traducir sus clásicos animados a insípido fotorrealismo o acción real, debería prestar atención. Distintos tipos de animación pueden convivir siempre que se usen con inteligencia y con un claro propósito narrativo o temático.

[Pelicula] Raya y El Último Dragón es un filme como los que casi ya no vemos en una industria dominada por adaptaciones, remakes y franquicias de interminables secuelas. Visualmente despampanante y con dos personajes simpáticos y fáciles de amar al centro de su historia, es casi inevitable dejarse fascinar por la película, pese a lo repetitivo de su mensaje. Detalle que seguro pasara desapercibido por los más pequeños del hogar, y al público más adulto, les recomendamos un juego de shots cada vez que alguien diga “confiar” para hacer más ameno lo predecible de la trama (y lo alucinante de su mundo). La cinta ya está disponible en Disney Plus con un costo extra.

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