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Tan sencilla como llena de capas, [Pelicula] Tarde Para Morir Joven es una película chilena que a pesar de que transcurre en un espacio y tiempo muy concreto, bien puede pasar por cualquier otro lugar o época sin dejar de ser algo con lo que su público puede identificarse. Y es que mirar hacia atrás suele ser motivo de alegría o placer, sobre todo cuando recordamos el adolescente o niño que fuimos en el pasado, sin preocupaciones u obligaciones, y siempre dispuestos a descubrir algo nuevo a través de vivencias que en algunas ocasiones sirvieron para que abramos los ojos.
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Así como revisitamos nuestro pasado, también lo hace la directora [Director] Dominga Sotomayor Castillo en su tercera película donde parece construir su memoria desde diciembre de 1989 a principios de 1990, en una época llena de cambios para el país. En ese entonces Chile se preparaba para decir adiós a Augusto Pinochet y abrazar la democracia con las primeras elecciones desde el inicio de su dictadura. Pero este largometraje no trata sobre política aunque es necesaria para dar un mayor contexto al ambiente que se vivía en el tiempo en el que transcurre el relato. Un momento histórico, sí, que poco importa a los protagonistas que son un grupo de chicos que se encuentran en la mitad de su adolescencia, felices porque se acerca la época de Navidad y con ello las respectivas vacaciones.
Estamos en un sector rural de Chile, donde conocemos a una comuna idílica conformada por gente de todas las edades. Los adultos se encargan de cuidar a los más chicos y dan rienda suelta a su creatividad mientras se debate si llevar o no electricidad al lugar. Todo se desenvuelve con absoluta naturalidad, donde sobresalen las cosas más comunes como las conversaciones entre madre e hija, las caminatas con amigos, los almuerzos familiares. Está el chico malo que regresa luego de haber pasado un tiempo en la ciudad, está la chica que se siente fuera de lugar, están los adolescentes por demás inmaduros y también los hay impulsivos.
Tarde Para Morir Joven se enfoca en la pérdida de la inocencia y todas esas primeras veces por las que se pasa cuando se va creciendo, pero lo hace con un aire de libertad que se respira en cada fotograma. Desde los paisajes hasta la esencia de sus personajes, todo fluye libremente y presenta un poderoso sentimiento de nostalgia que envuelve cada rincón de la trama. Lo hace a ritmo lento, recorriendo pacientemente cada escena al punto de la contemplación, pero no hay algo malo en que sea así ya que todo gira en torno a ese pequeño grupo de personas, sus labores cotidianas y su esfuerzo por construir una barrera para alejar los pensamientos políticos.
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Eso es reforzado con la mano de Inti Briones, el director de fotografía de [Pelicula] Una Mujer Fantástica, que en esta colaboración se decide por los tonos sepias y las imágenes desaturadas como si se tratara de un antiguo álbum de fotos que guarda recuerdos de todo tipo, con la idea de que se tratan de recuerdos atesorados. Aunque si bien luce idílica, las experiencias que viven los protagonistas no son siempre felices y allí es que el guión se encuentra con unos cuantos problemas al introducir a un personaje cuya existencia está solo para dar una lección a uno de los protagonistas, cuando pudo haber ganado más dándole algo de carácter. Sin embargo, estos errores se le perdonan por su capacidad magistral para dotar de atemporalidad al relato. Cada plano tiene vida propia y rebosa detalles que merecen nuestra atención, pero también son tan pausados que da la impresión de que su directora está ahí cuidando de cada una de sus criaturas.
Quizás para algunos de los protagonistas ya sea demasiado tarde para morir joven, y mientras tanto seguimos buscando el calor de la conexión humana, una sonrisa, los inevitables cambios biológicos y el espíritu de cada uno que sigue deambulando por los recuerdos. Llegando al final de la cinta aparece una cuestión importante que se queda dando vueltas y es qué tanto podemos aprender a vivir con los recuerdos que no son buenos y lo que hacemos para alejarlos de lo que vale la pena revivir una vez más.
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Estamos en un sector rural de Chile, donde conocemos a una comuna idílica conformada por gente de todas las edades. Los adultos se encargan de cuidar a los más chicos y dan rienda suelta a su creatividad mientras se debate si llevar o no electricidad al lugar. Todo se desenvuelve con absoluta naturalidad, donde sobresalen las cosas más comunes como las conversaciones entre madre e hija, las caminatas con amigos, los almuerzos familiares. Está el chico malo que regresa luego de haber pasado un tiempo en la ciudad, está la chica que se siente fuera de lugar, están los adolescentes por demás inmaduros y también los hay impulsivos.
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