Ha pasado un año desde que la Organización Mundial de la Salud declaró una emergencia global por el nuevo coronavirus. El mundo se detuvo, en los países más afortunados (o quizá debamos decir “preparados”) por un par de meses y en otros las cosas siguen empeorando. Con el tiempo viene la claridad para abordar lo sucedido y eso es exactamente lo que se propuso la realizadora [Director] Nanfu Wang con In the Same Breath, documental que debutó en Sundance 2021 y es el primer gran vistazo al brote del COVID-19.

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Hay muchos enfoques desde los cuales una película podría haber abordado la pandemia. El de In the Same Breath es claro desde el inicio: responder cómo fue la reacción inicial de las autoridades Chinas a los primeros casos en Wuhan, el lugar de origen del SARS-Cov2 y luego preguntarse qué hicieron diferente en Estados Unidos. Las respuesta hace un filme iluminador, pero también muy emocional sobre el impacto real que esta tragedia tuvo y esto se debe al estilo de Wang como directora, al combinar reporteo en campo con material documental de archivo.

La documentalista más recientemente había conseguido una nominación al Óscar por [Pelicula] One Child Nation, película sobre la política del hijo único que por muchas décadas fue empleada en su natal China. Entretejido con un reporteo vasto y una clara narrativa, Wang cuenta en voz propia cómo esa siniestra política afectó su vida familiar de una forma íntima y eso le añadió cierta dimensión emocional a un trabajo que, de otra forma, podría haber sentido frío o distante. Cabe mencionar esto, porque usa ese mismo recurso para contar ahora la historia del coronavirus y cómo falló en escapar de él cuando salió de la ciudad en la que comenzó rumbo al otro lado del mundo.

Es justo al principio de In the Same Breath que Wang explica cómo pasó Año Nuevo en Wuhan días antes de que la ciudad fuera aislada y cómo estuvo a nada de quedarse ahí debido al confinamiento junto a su esposo e hijo, pero consiguió regresar a Estados Unidos, desde donde se mantuvo en contacto con su madre, quien vivió el confinamiento. Esto la llevó a ponerse en contacto con otros periodistas y fotógrafos del lugar para coordinar, a la distancia, la recopilación de información y material de primera mano en esa región.



El resultado es de un valor inmensurable. El documental, por ejemplo, contiene metraje de la cámara de seguridad de un consultorio médico ubicado cerca del mercado de Wuhan en donde se sospecha que el virus hizo el salto de animales a humanos. Desde mediados de diciembre, según las fechas de las cámaras, vemos cómo numerosos habitantes de esa ciudad fueron al médico quejándose de síntomas como los que provoca el COVID-19: tos, dolor de cabeza, fiebre, cansancio y la característica falta de aliento y dolor en el pecho.

Por si eso fuera poco, Wang documenta, al mismo tiempo, entradas de sitios web chinos en los que médicos que, previamente al anuncio del virus por parte de las autoridades, ya sospechaban que se trataba de un nuevo patógeno. La censura y el firme control del estado sobre los medios de comunicación es otro gran tema del documental. Es evidenciado, entre muchas otras maneras, en una secuencia con el montaje de un mosaico de, por lo menos, nueve distintos noticieros asegurando al público, con las mismas exactas palabras, primero que los rumores sobre un nuevo virus eran falsos y, semanas más tarde, que el gobierno tenía todo bajo control.

La conclusión a la que llega In the Same Breath es muy severa con China: no actuaron con la velocidad necesaria y en su deseo por no ver manchada su imagen internacional, perdieron tiempo vital para alertar a sus ciudadanos y al resto del mundo de que el virus se transmitía de persona a persona. Pero incluso con esa clase de información tan bien registrada y presentada, uno podría acusar al filme de ser parcial, después de todo, también países como Francia, Italia o España fallaron en contener la enfermedad antes de que llegara a todo el mundo. Bueno, pues esto es sólo la mitad de la historia.

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Luego de presentar el caso de China, Wang lleva su lente a Estados Unidos, rival económico y político del gigante de Asia, para ver qué tan distinta fue la respuesta. Es en esto en donde el documental gana una segunda relevancia, pues habla de algo todavía más grave y perturbador, incluso con unos meses de ventaja, el país más poderoso del mundo no hizo nada. Ambos gobiernos son más similares de lo que les gustaría admitir en términos de la ineptitud con la que respondieron a la crisis.

Con la misma arrogancia de las autoridades chinas, los estadounidenses respondieron tarde y subestimando la posibilidad del virus de ponerlos en jaque. Si en China se tardaron semanas en admitir la presencia del COVID-19 y su transmisión entre personas, Estados Unidos tardó en tomársela en serio, en declarar apto el uso de cubrebocas para su prevención y en establecer protocolos sanitarios en hospitales para atender a los primeros pacientes con la enfermedad. Esto lo vemos en testimonios de enfermeras, en la recopilación de discursos de sus autoridades sanitarias, como las del tan celebrado doctor Anthony Fauci, por ejemplo. Y, obviamente, el expresidente Donald Trump.

La libertad de prensa es otro tema que Wang analiza entre ambas naciones. El contraste, entre la pesada censura china y el acceso de todos los estadounidenses al Internet, no hizo la diferencia para hacer a uno actuar mejor que el otro. La fuerte regulación de información en China evitó que la gente pudiera protegerse y la falta de una regulación en Estados Unidos creó la peor pesadilla del mundo (porque para ser justos, existen en todos los países): los covidiotas. Wang recupera material de entrevistas con personas que protestaron contra el uso obligatorio de cubrebocas. Y argumenta así, mediante los testimonios de ellos, que la desconfianza que la gente tiene del discurso oficial, proviene de todas las mentiras de las que son víctimas debido a lo fácil que es crear teorías de la conspiración en línea.

In the Same Breath es la primera gran mirada a la pandemia que marcará la vida de muchos de nosotros. Lo más perturbador de su historia es lo familiar que se siente. Cuando vemos a la autoridades chinas mentir sobre los números de fallecidos o a Trump prometer que se irá en el verano, es fácil para el espectador (a menos que éste sea neozelandés, taiwanés o vietnamita) trasladar esa incompetencia y demagogia, que algunos podrían llamar pura negligencia, a las autoridades de su propio país. Con la promesa de la vacuna siendo ya una realidad, pronto empezaremos a buscar respuestas y culpables y este documental es el primero en otorgar los elementos necesarios para hacer justo eso. El filme es una producción de HBO, pero todavía no tiene fecha de estreno.

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