El sutil atractivo visual de la película está casi erradicado por la impresión de que el director se esfuerza demasiado para ser un autor idiosincrásico en la onda de Quentin Tarantino.
No sentimos el peso y la amenaza de la muerte, tampoco las emociones volátiles de la juventud, y no tiene nada más que ofrecer aparte de un espectáculo de chicas con armas.
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