La película explora los enfrentamientos entre manifestantes pro y anti musulmanes de la Hermandad que surgieron después de la eliminación del presidente Mohamed Morsi del poder el 3 de julio de 2013.
Diab encierra en un solo espacio escénico a un abanico de personajes para intentar explicar qué ocurre en aquel país demuestra cómo se ha vuelto al inmovilismo, la herida abierta de una sociedad de nuevo partida en dos.
Diab nos condena a la mayor de las angustias, nos encierra en un habitáculo sin apenas oxígeno, salubridad, ni indulgencias de ningún tipo, y nos mantiene con crueldad en él hasta nuestro límite absoluto de tolerancia.
Aunque algunos pasajes caen en la caracterización y el esquematismo en la construcción de los personajes, Clash es un vibrante ejercicio de puesta en escena y una sugestiva aproximación a un pueblo que, sin darse margen para la consolidación de la democracia, volvió a caer en manos de los opresores de antaño.
Refrescante, la cinta afortunadamente no toma partidos. En su lugar nos muestra un grupo de gente dividida en facciones por las circunstancias, sin lugar para descansar.
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