Thomas Solivéres
Francia, finales del siglo XIX. Edmond Rostand es un dramaturgo prometedor, pero todo lo que ha escrito ha sido un fracaso. Gracias a una admiradora, conoce al mejor actor del momento, Constant Coquelin, que insiste en interpretar su próxima obra. El gran problema para Edmond es que todavía no la tiene escrita. Sólo tiene el título: “Cyrano de Bergerac”.
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