Está demasiado calculada para respirar realmente como un drama, aunque es innegablemente inteligente, está montada con clase y está bien actuada en todos los aspectos.
Si bien los territorios del thriller y el melodrama se exploran de manera palpable, el guión de Attal y Yaël Langmann se centra en la empatía, sin abstenerse de tomar partido, dejando pocos aspectos intactos.
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