Dos historias de amor paralelas en las que los socios se ven frustrados por obstáculos ocultos e inevitables, la fuerza de la superstición y la mecánica del poder.
Tan autorreferencial como siempre, No Bears evoca las contradicciones innatas de lo que el cine puede hacer o ser, registrando una versión de la realidad y al mismo tiempo lidiando con el deseo de algún tipo de autenticidad con respecto a las experiencias humanas.
No Bears observa a las personas esforzándose por existir mientras Panahi lucha con lo existencial, esta yuxtaposición proporciona el alivio cómico hábilmente cronometrado que ayuda a su ingenioso comentario social.
Panahi nuevamente logra brindar momentos de rico interés visual dentro de un necesariamente improvisado estético. Y su propia presencia en la pantalla es tan irónicamente paternal como siempre, lo que otorga mayor peso a la frustración y la ira autodirigida que emana de él a medida que los hilos separados pero resonantes de la película se mueven inexorablemente hacia la tragedia.
Engañosamente simple al principio, y luego acumulando capas cada vez más complejas en grados casi imperceptibles, No Bears trata con fronteras tanto físicas como espirituales...
Una obra compleja de densidad novelesca, esta es una de las declaraciones más audaces y logradas de uno de los cineastas ejemplares del mundo, y una que atraerá al público de arte y ensayo de todo el mundo al menos tanto como sus obras anteriores.
Tal es la estratificación densa e intrincada de esta película engañosamente simple, que tiene una estética y una expansión novelesca. Incluso un hombre solo en una habitación puede moldear el mundo que lo rodea, tanto para bien como para mal. Incluso un cineasta, acosado y desposeído, puede hacer un arte asombrosamente incisivo.
Tu calificación ha sido publicada. ¿Deseas dejar una reseña?