Veneno (2023-09-30T22:20:00+00:00)

La efectividad general de estos cuatro cortos es testimonio de un escritor que sabía contar historias poderosas y sabía ser astuto y cerebral sin pretensión alguna. Roald Dahl ha sacado lo mejor de Wes Anderson y le ha mostrado cómo hacer mejores películas.

Depende de los espectadores ver cómo Dahl y Anderson han tratado al krait. Ya sea una enfermedad mental que tal vez nunca pueda tener una identidad física y, sin embargo, dejar un impacto perjudicial, o una criatura viscosa capaz de tener un poder inmenso, cambiando el paradigma de la habitación. De cualquier manera, Poison comprende su tarea y comunica el mensaje, de la manera más inducida por el simbolismo. Que no todos los monstruos necesitan estar debajo de la cama arrastrándose. Algunas aún pueden estar dentro de la cabeza de muchos. Poison también plantea una pregunta pertinente. ¿Quién es el monstruo? ¿Es el krait el que tomó el control del hombre en la cama, o Pope, quien a pesar de toda su restrictiva captura del krait, todavía representa una supremacía de todo tipo?

Como ocurre con todas estas adaptaciones de Dahl, Veneno termina abruptamente y, al igual que La maravillosa historia de Henry y el cisne, el final no resulta tan satisfactorio. Sin embargo, todo lo que viene antes de la conclusión es demasiado bueno para no disfrutarlo, por lo que este aspecto del corto no descarrila lo que se ofrece.

La elegancia de estos cortometrajes radica en cómo Anderson utiliza un narrador para preservar la voz y la cinematografía de Dahl (Robert Yeoman, Roman Coppola) para hacer eco del carácter sobrenatural de las ilustraciones de Quentin Blake (Blake ilustró 18 de los libros de Dahl).

Mientras que Henry Sugar era encantadoramente optimista, los otros tres cortos de Anderson inspirados en Dahl son uniformemente oscuros, dejándonos con una incómoda sensación de falta de resolución. También son bastante divertidos, inquietantes, imaginativos y sombríos en la forma en que nos dejan un poco inquietos sobre el estado de la condición humana. El cisne es un retrato de la crueldad, y El cazador de ratas un retrato de la locura, y Poison también un retrato de la locura, tal vez. Lo primero es traumático. La película intermedia es inquietante. Este último tiene un suspense insoportable (tiene sentido que previamente haya sido adaptado para Alfred Hitchcock Presents por el propio maestro). ¿Sabes cómo Anderson tiende a impregnar sus narrativas de melancolía, como hizo con Henry Sugar? Eso no está presente en ninguna de estas tres películas, por lo que es una especie de cambio tonal para el cineasta, que infla globos y no nos brinda el alivio de un pop estimulante.

“Poison” es el frío colofón y el frío guiño de un director que juega a contar ese “algo más” a través de la imagen y la evolución del color y el encuadre. Un final frío y seco para esta serie de películas basadas en los cuentos de Road Dahl, que demuestra una vez más que Anderson está (o quiere estar) más allá de las historias que cuenta.

Si puedes soportar la velocidad de narración terriblemente rápida de Patel, podrás divertirte mientras miras Poison. Hay tensión, drama, suspenso y una sensación de familiaridad mientras se desarrolla la historia. Me gustan especialmente los créditos posteriores que parecen escritos a mano por alguien con una caligrafía perfecta. Ven por Dahl, quédate por Cumberbatch.

Es Benedict Cumberbatch quien llama tu atención en Poison. Sus expresiones son perfectas. Cumberbatch y Ben Kingsley generan una corriente emocional tan fuerte que Dev Patel se deja llevar por ella y, por tanto, parece débil. Pero lo más interesante ocurre al final, cuando Anderson hace algunos cambios en las líneas originales y crea una atmósfera poderosa y conmovedora que de alguna manera eleva este cortometraje por encima del texto de Dahl. Poison no es tan débil como The Swan y Henry Sugar, pero no se acerca a The Ratcatcher (el mejor de este grupo), y ciertamente te deja deseando más.