Presence (2024-01-19T12:00:00+00:00)

Inicialmente, Presence puede parecer simplemente una variación de inversión de roles de un espectáculo de terror estándar, pero debajo de su superficie, es un thriller inteligente, por no mencionar consistentemente desconcertante, sobre el anhelo de estar cerca de la muerte y el impulso aún más fuerte de salvaguardar a nuestros seres queridos.

Liu, Maday, Sullivan y Lang profundizan sin miedo en sus roles defectuosos y nos mantienen involucrados en sus turbulentas vidas, incluso si algunas de sus tramas secundarias descartables tienen más que ver con sus personalidades que con la historia. Sus actuaciones resultan tan vitales como el trabajo de cámara que impregna la personalidad de Soderbergh. Combinado con el retorcido guión de Koepp, Presence te atrae, te aterroriza y luego te deja el corazón en el suelo. Esta historia de fantasmas no asusta en el sentido convencional, pero es innovadora y sombría, con más en mente de lo que sugiere el logline.

El problema es que, si bien la película es conceptualmente sólida, su historia se vuelve más inestable a medida que avanza. El guionista David Koepp crea intriga a través de diálogos naturalistas, y los pequeños detalles (la familia nunca cocina, pero siempre come comida para llevar) dicen mucho sobre estos personajes y sus relaciones. Pero la presentación de Ryan (West Mulholland), un siniestro deportista con planes para Chloe, envía la historia en una dirección ridícula que es menor que la suma de sus partes.

Lo que pasa con las “pequeñas películas” de Soderbergh es que son atrevidas, inventivas y superiores a lo que tantos directores podrían simplemente decir. Pero da la sensación de que la razón principal por la que existen es para que Soderbergh pueda disfrutar jugando con ellos. Eso no suena como una mala filosofía del arte o de la realización cinematográfica, sin embargo, tiende a juntar estas películas de una manera que “funciona” pero que no deja huella. Es como si estuviera armando un rompecabezas inventando piezas sobre el terreno.

Soderbergh y Koepp causaron un gran impacto en la industria cinematográfica hace 35 años, y después de todos estos años, Presence demuestra que son narradores tan emocionantes e intrigantes como siempre. La capacidad de Soderbergh para traspasar continuamente los límites e intentar pensar fuera de lo común en términos de tropos de género normales hace que cada película sea una expansión de él mismo y del cine en general. Después de décadas de éxitos masivos, entre Presence y Kimi, Koepp demuestra que parte de su mejor trabajo lo hace cuando se restringe y se pone a prueba.

Cuanto más conocemos a la familia, más difícil resulta creer en su dinámica; la visión de Koepp sobre la división es demasiado dura; madre e hijo emergen como horribles contrapartes caricaturescas de la santidad de padre e hija. La agresión pasiva más identificable comienza a volverse más desagradable, pero el barril de pólvora se apaga en lugar de encenderse y cuando entra en juego una trama de suspenso más convencional, es igualmente difícil de comprar, las migajas de misterio que caen delicadamente nos llevan a una revelación sorprendentemente rutinaria. Es poco entusiasta cuando debería ser intenso y, al final, es solo el truco visual lo que lo separa de la tarifa estándar del género.

Este es un título enormemente satisfactorio para los fanáticos de las películas de casas encantadas, ya que prefiere la ansiedad sostenida a los grandes sustos y los efectos prácticos a los engaños digitales. No se puede subestimar el grado en que Soderbergh aprovecha el fascinante poder de la narración visual, con la cámara a menudo colgada en el armario del dormitorio de Chloe, como si observara desde una distancia cautelosa, o entrando y saliendo asustadamente de las habitaciones y subiendo y bajando escaleras cuando hay trabajo urgente por hacer. La edición del director (como siempre, presentándose como Mary Ann Bernard) también es muy nítida.

Dependiendo de los sentimientos de cada uno hacia los proyectos discretos de Soderbergh, Presence puede verse como un experimento agradable o como otro ejemplo de sus insustanciales garabatos menores. Afortunadamente, es en gran medida lo primero: con una duración de 85 minutos, la película demuestra ser un ejercicio elegante y eficiente, con Soderbergh retomando las convenciones del thriller de casas encantadas mientras aplica inteligencia y dominio técnico.