Todos tenemos o deberíamos tener nuestros libros sagrados. Libros que nos marcaron y nos afectaron con un impacto tan fuerte que lo recordamos por el resto de nuestras vidas, de la misma manera en que recordamos eventos de nuestra vida de gran significado. Para mí, y para millones de personas en todo el mundo, uno de estos libros es El Principito. No es un secreto que hay magia en este librito que puede leerse en menos de una hora, una magia tan fuerte que ha encantado a generación tras generación de jóvenes lectores, y que posiblemente lo seguirá haciendo por miles de años más.
Imaginense que uno de estos niños, encandilado aún por esa vieja magia días después de leer el libro, empezara a preguntárse qué fue del Principito después del fin del libro. Si había regresado a su planeta, o qué había pasado con esos adultos raros que vivían en esos planetas aislados. La película de Mark Osborne, aún en carteleras mexicanas, es algo mucho más parecido a eso que a una auténtica adaptación del libro, por mucho que en los créditos así se asegure. Lo que quiero decir es que la película no es del Principito, es acerca del Principito.
No digo que eso sea algo malo necesariamente. Es algo decepcionante, y eso es inevitable. Si han visto el trailer, se darán cuenta de que la película está animada en dos estilos completamente diferentes. Uno es el aburridísimo estilo comercial genérico de películas Cgi para niños de estos días (ojos grandes, colores vivos, caras de gran expresividad) y el otro es una maravilla artística que parece mezcla de bocetos dibujados a lápiz y títeres de madera. Los segmentos que cuentan la historia del Petit Prince está en este estilo, y, por Dios, es simplemente hermoso, tanto que apenas es soportable para el alma humana contemplarlo. Hubiera sido tan encantador que la película entera fuera en este estilo y completamente basada en el libro. Pero tal vez hubiera sido demasiado irse a la segura para los creativos detrás de esta película.
Como amante del libro que soy, lamento que varias cosas de éste no hayan llegado al corte final. El diálogo con el Ebrio, por ejemplo. O el hecho de que al Principito nunca se le muestre con su capa azul y roja, y sólo ande por ahí en su atuendo verde con cinto amarillo. O que hayan querido mitigar la tragedia del final con una explicación que no está en el libro. (una buena prueba del poder de esta historia es sentir tus ojos ser aguijoneados por indicios de lágrimas con el breve vistazo que dan al dibujo final; me pasó incluso aunque hace años que no lo leo). El motivo se adivina al terminar de ver la película: los productores y el director no estaban muy interesados en ser muy fieles al material fuente, sino tomarla como base para crear su propia historia y sus propios personajes.
Como decía, esto no es necesariamente malo, siempre y cuando traten con decoro y respeto el material fuente, y siempre y cuando su material nuevo no desvirtúe, mancille o tergiverse el mensaje original, si no puede ser tan bueno como el libro (porque sabemos que esto es imposible). No es sensato comparar a estos nuevos personajes genéricos (la mamá controladora y con TOC, la niña solitaria nerd, el viejo excéntrico y raro) y su trama genérica con la historia atemporal creada por Antoine de Saint-Exupery, sino sólo juzgarlas por lo que son. Algo sí está muy claro: los guionistas y el director comprenden a la perfección la obra, la comprenden temáticamente, y aprovechan esto para que funcione a su favor. Hay decoro, y mucho: tratan a el libro con respeto e incluso pareciera que animan a la audiencia a leer el libro completo. Admiro también las tremendas bolas de estos tipos; no cualquiera se atreve a hacer esto con un clásico, y ambicionan crear una película que extiende la historia original.
¿A qué me refiero con extender? Si lo dijera spoilearía la loca y controvertida última parte de la película, una parte extraña y que tal vez nunca ocurrió en realidad, sólo en la imaginación de la niña, pero que incluye a cierto personaje tan... inapropiado que lo natural es considerarlo sacrilegio. Este tipo está en el libro del Principito, sí, pero de una forma que nunca hubiéramos imaginado los lectores; le hicieron algo que prácticamente lo destruye, e incluso lo vuelve odioso, porque de pronto se convierte en un estúpido comic relief. De nuevo, admiro el tamaño de los testículos de quienes hicieron esto, por mucho que me disguste, y si eso creo es porque al final de cuentas es coherente con el mensaje de la película, con ese desgastado aunque cierto mensaje que trata de darle a la audiencia, y que es, en cierta medida, el mismo mensaje que trata de dar el libro, aunque mucho más simplificado y reconocible: el miedo a olvidar el niño que eras para entrar al mundo frío, prosaico y rutinario del adulto, en donde todas las formas parecen tan limitadas como el criterio atrofiado de ese adulto.
Realmente es muy difícil odiar a esta película. Tiene gags visuales muy ingeniosos y creativos, al nivel de los de Pixar, tiene un bellísima música creada por Hans Zimmer (por mucho, el mejor que ha hecho en estos últimos años), y una historia que no depende del slapstick o de gases para entretener a una audiencia infantil (todos los niños en el público estaban pendientes de todo lo que pasaba en la película). Desde luego la recomiendo a todos, inclusive a aquellos que saben cómo se dibuja a una boa que se comió a un elefante.