La película proporciona la agradable sensación de llenar, no sólo la pantalla, sino al espectador mismo colmándole de sensaciones no por sencillas menos valiosas.
Además del plácido recorrido, hay humor. Buen humor, podríamos decir, lejos de esa angustia a veces un poco artificial que destila el resto de la obra de este autor. Y, milagro, desde la primera toma es una película de David Lynch.
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