La entrega de los premios Óscar está a la vuelta de la esquina y curiosamente, en su afán de darle gusto a todos, ha reforzado muchos de aquellos hábitos y tendencias que se le han criticado. Y es que no se puede ignorar que después de que en 2016 la Academia fue acusada de racismo, por diversos actores y celebridades –con Jada Pinkett Smith prendiendo la mecha vía un video en redes sociales-, ahora resulta que estamos ante una de las ediciones de la ceremonia con mayor presencia afroamericana. Un muy conveniente acto de excesiva corrección política que, a pesar de venir acompañado por cambios fuertes en las entrañas de la organización, no deja de parecer que obedece más a la necesidad de limpiar su nombre que a una verdadera convicción. Algo que de paso llena de suspicacia las nominaciones en cuestión, no por nada el actor Mahershala Ali –quien compite por el premio a Mejor Actor de Reparto- declaró:
“Espero no haber sido nominado por ser negro. Espero haber sido nominado por mi trabajo".
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En contraste esta vez la presencia latina se ha visto reducida al mínimo, dándole continuidad a una histórica ironía, si tomamos en cuenta que el cine ha sido un negocio de inmigrantes. Bajo ese panorama, solo tenemos a Rodrigo Prieto como estandarte de la menospreciada nueva obra de Martin Scorsese, Silencio - 84%, y para que no digan que no hay diversidad, a Gael García Bernal invitado a presentar uno de los premios. Tomando en cuenta lo anterior, tal vez los actores y directores mexicanos deberían aprovechar y empezar a levantar la voz para protestar como lo hizo la Sra. Smith, “chance” y el próximo año se ve de nueva cuenta a varios compatriotas en las ternas.
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Por otro lado está el tan comentado caso de la excelente La La Land: Una Historia de Amor - 92% de Damien Chazelle, película que no necesitaba ser potenciada con tal cantidad de nominaciones –de las cuales al menos dos pueden ser muy cuestionadas- y que no ha hecho sino reforzar el estigma que viene arrastrando al ser considerada por muchos como sobrevalorada. Por si fuera poco, hay que agregar que de un modo u otro, los premios Óscar siempre logran despertar muy dentro de nosotros, la esperanza de que llegado el momento –más allá de las tendencias políticas e ideológicas-, terminarán por premiar lo mejor, algo que muy pocas veces llega a suceder. Como sea no podemos negar que este tipo de circunstancias son parte de lo que muchas veces termina siendo el escenario ideal para momentos memorables -esperamos esta no sea la excepción- que han ido enriqueciendo la mitología alrededor de la que sin duda es la fiesta fílmica más significativa y referida a nivel mundial. Una que entre el amor y el odio que pueda generar, sigue siendo nuestro polémico show de domingo por la noche, nuestro Super Bowl cinéfilo cuyo estadio es el Dolby Theatre de Hollywood y no nos lo perderemos.
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